Diario de un aprendiz
Este viernes quise distenderme un poco y hablar del amor pero de una manera un poquito menos romántica, aunque con muchos sentimientos en términos de la vida misma. Estoy seguro que lo vas a disfrutar tanto como yo al escribirlo.
DIARIO DE UN APRENDIZ
A los 5 años, aprendà que a un gran perro, aunque sea tuyo, nunca hay que quitarle la comida de la boca (aún conservo la cicatriz en mi frente).
A esa misma edad, aprendà a que debes vencer la vergüenza de pedir permiso para ir al baño, o la vergüenza podrÃa ser aún peor.
A los 6, aprendà con dolor, que aquel amor no solo era imposible sino que estaba condenado al fracaso, ya que mi maestra me llevaba unos 40 años, solo me veÃa como a un niño y me engañaba con otros 24 compañeritos de mi propia clase.
A los 7 aprendà que si bien Dios habÃa sanado a mi madre, aun asà ella podÃa morirse de tristeza de un momento a otro, si es que yo no me portaba bien.
A los 8, aprendà que mi maestra sólo me preguntaba cuando yo no sabÃa la respuesta.
A los 9, aprendà que la mejor manera de conquistar el corazón de una nena de la clase (que además me permitÃa copiarme de su examen) no era tirándole el cabello, pellizcándola o arrojándole piedras en el patio.
A los 10, aprendà que si tenÃa problemas en la escuela, los tendrÃa más grandes en mi casa.
A los 11, aprendà que nunca podrÃa llevarme bien con mi hermano y nunca serÃamos amigos, aunque algún dÃa ambos nos hiciéramos adultos.
A los 14, aprendà que nunca serÃa el mejor alumno de la secundaria, pero si podÃa ser muy popular dibujando a todos los profesores, incluyendo al director.
A los 15, aprendà que no debÃa descargar mis frustraciones levantándole la voz a mi madre, porque mi padre tenÃa frustraciones mayores, y la mano más pesada.
También a los 15, aprendà que me arrepentirÃa por el resto de mi vida por aquella decisión que decidà no tomar y ese riesgo que decidà no correr.
A los 16, aprendà que jamás iba a dedicarme a trabajar de aquello que habÃa estudiado, tal como querÃan mis padres (Técnico electrónico!)
Fue a esa misma edad, cuando aprendà que si trabajas en una carpinterÃa junto a tu padre, nunca debes distraerte, porque podrÃas perder dos de tus dedos.
A los 17, aprendà que podÃa comprar mi propia libertad y ganarme la vida usando los talentos que Dios me habÃa regalado.
A los 19, aprendà que los grandes problemas siempre empiezan siendo pequeños y que estar enamorado del amor, no significaba necesariamente estar enamorado.
En ese año también aprendà que era mejor arrepentirse frente al altar (y ocasionar un escándalo) antes que fuese demasiado tarde.
A los 21, aprendà que si no luchas por quien realmente amas, alguien más lo hará y podrÃa quitarte lo que más quieres.
A los 25, aprendà que si le creÃa a Dios como un niño, mi vida ya no tendrÃa lÃmites.
Y fue en ese mismo año, cuando también aprendà a que no debÃa escuchar a los adultos que alegaban conocer a Dios y lo que Ãl querÃa.
A los 30 aprendà que aún no habÃa experimentado lo mejor de mi vida y por alguna razón lo que estaba por delante serÃa mucho más asombroso.
Pero ahora que lo pienso bien, fue después de los 40, cuando más aprendÃ.
Aprendà que por no confrontar a tiempo y decir las cosas en tiempo real, luego te puede costar muchÃsimo tiempo, energÃa, dinero y hasta parte de tu salud, el quitarte a alguien tóxico de tu entorno.
Aprendà a desarrollar la capacidad de eliminar a ese tipo de gente de mi universo para no tener resentimientos o cuentas pendientes; simplemente es como si jamás hubiesen existido; en cuestión de dÃas hasta me cuesta recordar sus nombres.
Aprendà que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
Aprendà que no tienes que quedarte ni un solo minuto más en un lugar en donde no te respetan y te quieren controlar o decir lo que tienes que hacer o decir; y no importa si muchos otros deciden quedarse (la frase: âCome estiércol, millones de moscas no pueden estar equivocadasâ, jamás aplicó en mi vida).
Aprendà que siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa.
Aprendà que nunca me gustarán los aviones.
Aprendà que no importa cuán cómodo pueda viajar o en qué aerolÃnea; de igual modo nunca me gustará viajar y estar lejos de casa.
Aprendà que puedo estar hospedado en un lujoso hotel frente al Caribe, pero no lo disfrutaré si mis niños no están allà conmigo.
Aprendà que si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.
Aprendà a honrar a aquellos que realmente me apoyaron en los inicios y a mencionar un poco menos a aquellos que se acercaron más tarde.
Que puedo hacer que alguien sea más feliz con sólo regalarle una sonrisa o preguntándole como ha pasado el dÃa.
Que un buen Pastor nunca te abandona (por esa misma razón le hice la promesa a los mÃos, que aunque no soy un Padre y un lÃder perfecto, siempre estaré aquÃ).
Que algunos quieren correr a mi lado y tan pronto se cansan, quieren que yo me siente a esperarlos.
Que no tengo que ir a donde no quiero estar, solo por cumplir o para que no piensen mal (regalarme el âNOâ, fue lo mejor que pude haber hecho).
Que no tengo muchos amigos, pero los poquitos que tengo, son tesoros invaluables.
Que a un verdadero amigo del alma no es necesario buscarlo, aparecerá en tu vida y se meterá en tu corazón, justo cuando Dios sabÃa que lo estabas necesitando.
Que nadie puede comprarme con dinero, ya que soy un hombre rico, en todos los sentidos (La frase âRico no es el que más tiene sino el que menos necesitaâ si aplica a mi vida)
Que cuando tienes el favor de Dios en tu vida, generas amor u odio, pero jamás indiferencia.
Que es razonable disfrutar del éxito, pero es mejor no confiar demasiado en él.
Que no puedo cambiar lo que pasó, pero si hacer que no se repita.
Que la mayorÃa de las cosas por las cuales me he preocupado toda la vida, nunca han sucedido.
Que todos conocen al personaje público, pero a muy poquitos les interesa conocerme en la intimidad y averiguar si realmente soy un buen hombre.
Que en lo posible nunca debo irme a la cama sin resolver una discusión.
Aprendà que envejecer es importante y mucho más extraordinario, porque ahora empiezo a contar con el capital de una juventud bien vivida.
Aprendà que algunos de los que se consideran tus mentores, estarán a tu lado siempre y cuando no representes una amenaza para ellos y mucho menos intentes superarlos.
Aprendà que aquello que no te animas a decir o hacer en determinada ocasión única, quizá la vida no te permita una segunda oportunidad.
Aprendà que nunca debes firmar contratos muy largos.
Que nunca tienes que abrirte del todo, con todos.
Que aquellos que me critican sin piedad, sonrÃen nerviosos y piden sacarse una foto conmigo cuando me ven personalmente (âLa crÃtica es el homenaje que la envidia le hace al éxitoâ).
Que aquellos que hablan mucho del Reino, suelen ser los más egoÃstas y solo velan por su propio palacio.
Que es divertido contestarle a los religiosos como lo hacÃa Jesús y mucho más aún cuando ellos sin saberlo, trabajan para mÃ, promoviéndome.
Que cuando amas de verdad, te vuelves vulnerable y te muestras tal cual eres; pero aun asà es un sentimiento maravilloso, que no cambiarÃa por ningún otro.
Que cuando te mantienes enamorado, brillas y te ves eternamente joven.
Que las llaves de ciertos sectores del corazón, son únicas y no admiten copias.
Que cuando abres tu corazón podrÃan lastimarte, pero aun asà vale la pena el riesgo.
Que estoy dispuesto a esperar el resto de mi vida, por aquello que realmente vale la pena y con los años que tenga que invertir para lograrlo.
Que no importa lo que hagas para ganarte el cariño de quienes no te quieren, de igual modo, siempre hablarán mal de ti.
Que aunque seas un adulto, aún te puedes permitir llorar como un niñito, el dÃa que tienes que dejar morir a la mascota de tus hijos.
Que a la mujer no hay que tratar de comprenderla, sino amarla.
Que cuando estoy muy abrumado, quisiera que llueva y estar dibujando o escribiendo en mi añorada casa junto al faro, en algún lugar del mundo en donde sea que quede ese sitio, si es que acaso existe.
Que disfruto escribir como escribo y hablar como hablo, porque unos pocos no entienden nada, la mayorÃa entiende algo, pero algunos otros que aprendieron a leerme entrelÃneas, saben exactamente lo que quiero e intento decir con cada frase (adoro esa implÃcita complicidad).
Que Dios sigue creyendo en mi, como cuando yo tenÃa cinco años.
Que puedo bloquear de mi perfil a quienes llegan para arrojar su diarrea verbal o sus cargas de veneno, sin sentir la mÃnima culpa, pero si esa sensación única y fascinante de estar higienizando el patio de mi casa.Â
Que no importa que tan mal me vaya, siempre podré tomar un papel, un lápiz, y volver a dibujar.
Que si me tuviera que morir mañana, he pagado mi derecho a vivir y que si llego a convertirme en un anciano, de algún modo también me lo habré ganado.
Pero por sobre todo, aprendà que aún a los 45 años, puedo seguir aprendiendo y ser un mejor hombre de lo que sido hasta ahora, lo cual no es poco para un tipo de mi edad.
Recuerda que no todos lo que han muerto, necesariamente han estado vivos. Después de todo, si pasas por la vida sin haber aprendido nada y sin haber amado, es como no haber vivido nunca.
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