Acude a Jesús para recibir ayuda y ser guiado
No tendrá que acudir a su jefe, al gobierno ni a nadie más. Jesús es su Pastor y Él lo guiará, y proveerá todo lo que usted necesite.
Jesús dijo en Juan 10:9-10: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo [vivirá]; y entrará, y saldrá [libremente], y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia [en plenitud, hasta que rebose]».
La mayoría de los creyentes en la actualidad pueden citar estos versículos de memoria, pero pocos los creen plenamente. No se dan cuenta de que si como cristianos no estamos disfrutando de la vida abundante es porque esta se nos está escapando por algún lado. No estamos haciendo una realidad por la fe lo que Jesús vino a darnos. Tenemos un buen Pastor Alguien podría objetar: «pero hermano Copeland, usted no entiende mi situación.
Tengo serios problemas. Vengo de una familia pobre. No tengo las oportunidades que la mayoría de personas sí tienen. Mi situación es mala».
Es posible que eso sea cierto, pero de acuerdo con Jesús esas cosas no son importantes. Él dijo que cualquiera que lo reciba como la puerta de salvación se convierte en una persona libre. Puede entrar, y salir, y encontrar pasto abundante (o provisión) para su espíritu, alma y cuerpo; puede tener vida abundante.
Note que Jesús no dijo que solo algunas personas: como los predicadores, o los que tienen mucha educación, o la gente de cierto color o de cierta posición social, serían las que tendrían vida abundante. Él dijo que cualquiera que entre por la Puerta podrá tener y disfrutar de una vida rebosante y abundante. Si usted es uno de esos cualquiera, entonces reúne los requisitos.
Puede entrar y salir según lo guíe el Señor. No está limitado por sus circunstancias naturales, ni excluido de las bendiciones de Dios. Es una persona libre y dondequiera que vaya encontrará provisiones. Ya no va a depender de que alguien se las dé. No tendrá que acudir a su jefe, al gobierno ni a nadie más. Jesús es su Pastor y Él lo guiará, y proveerá todo lo que usted necesite.
Lo que usted tenga dependerá únicamente de lo que esté dispuesto a recibir de Él.
Por extraño que parezca, muchos creyentes bien intencionados parecen más dispuestos a recibir lo que el diablo quiere darles que lo que les ofrece Jesús. Adoptan constantemente dones diabólicos como enfermedades, opresiones y carencias, porque con la religión se les ha lavado el cerebro para hacerles creer que Dios les manda esas cosas para enseñarles algo.
Pero es todo lo contrario. El diablo, no Jesús, es quien les despoja de la salud y de los bienes materiales. Es el diablo quien procura matarlos y destruirlos. Jesús dijo: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas».
¿Acaso que un buen pastor toma un corderito y le quiebra las patas solo para alardear de su habilidad para repararlas? ¿Lo dejaría sin comida y sin agua? De seguro que no. Cuando usted está bajo la protección del buen Pastor, puede decir lo que dijo David en el Salmo 23: «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre» (versículos 1-3).
Ahuyente las sombras
Alguien podría argüir: «sí, pero resulta que ese Salmo no para ahí; dice que algunas veces tendremos que atravesar el valle de sombra de muerte».
Es cierto que dice eso. Pero usted también puede disfrutar de la vida en ese valle si está con su pastor. Esto es algo que he aprendido en los últimos 40 años: que no importa adónde vaya, si Jesús está conmigo, las cosas irán bien.
Él va a convertir ese valle de sombra de muerte en un salón de banquete para mí. Me guiará a pastos verdes. Me hará reposar al lado de aguas tranquilas. Velará para que yo tenga todo lo que necesite y para que disfrute de vida abundante aun en ese
lugar aparentemente sombrío.
Por tanto, si Jesús dice que tenemos que pasar por el valle de sombra de muerte, no me preocupo, sino que digo: «pues bien, si hay que pasar, gloria a Dios, vamos. No
temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo».
«Pero hermano Copeland, ¿y qué de la sombra de muerte?; ¿no le asusta?»
¿Por qué habría de asustarme? Mi Señor y Salvador es la persona más grande en el valle y Él está conmigo. Es más, una sombra no causa daño a nadie. Lo único que puede hacer una sombra es asustar. La sombra de un perro puede parecer tan grande como para arrancarle a usted la cabeza.
Pero cuando enciende la luz, se da cuenta de que el perro que está proyectando esa sombra tiene la mitad del tamaño que aparentaba y de que ni siquiera tiene dientes.
Recuerde eso la próxima vez que esté en un valle y el diablo trate de proyectar una sombra sobre usted. En vez de dejarse asustar por esa sombra, encienda la luz y deshágase de esa tontería. Usted cuenta con todo lo necesario para hacerlo porque la Biblia dice que usted es hijo de luz (Efesios 5:8), y que puede andar en luz como Jesús está en luz (1 Juan 1:7). Puede desechar las obras de las tinieblas y vestir las armas de la luz (Romanos 13:12).
Como creyente del Nuevo Testamento, usted no tiene por qué tolerar la sombra de muerte como hicieron los santos del Antiguo Testamento. Usted fue liberado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino del Hijo de luz (Colosenses 1:12-13). No permita pues que el diablo oscurezca ni uno solo de sus días. Cuando lo intente, confúndalo con el brillo de la luz que hay en usted.
¿Por qué tropezar en la oscuridad?
Piense y entenderá por qué. ¿Ha pasado alguna vez de un cuarto oscuro al resplandor del sol? Quedó ciego por unos instantes, ¿no es así? Lo mismo le sucedió a Saulo en su camino a Damasco. Había vivido en tinieblas, persiguiendo a los cristianos, y cuando Jesús hizo brillar sobre él la luz de la gloria divina, quedó ciego durante tres días. Alguien tuvo que orar para que Saulo fuera lleno del Espíritu Santo y pudiera recuperar su vista.
Según Juan 1:5, la luz produce siempre ese efecto sobre la oscuridad. Por eso, cuando la luz de Jesús resplandece en la oscuridad, las tinieblas no prevalecen contra ella. En este versículo, la palabra prevalecieron también puede traducirse encontraron. Podría decirse entonces que cuando la luz brilla en la oscuridad, esta no puede encontrarla.
¿Le gustaría vivir tan plenamente en la luz que al diablo le resultara imposible encontrarlo? La Biblia dice que eso es posible. Nos dice que podemos vivir de tal manera que el maligno no nos toca (1 Juan 5:18). En 1 Juan 2:10 se nos revela el secreto que nos permite llevar ese estilo de vida. Dice: «El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo». En otras palabras, la clave para vivir en la luz es guardar el mandamiento del amor que está en el Nuevo Testamento.
En una ocasión el Señor me habló y me dijo: ¿no sería insensato entrar por la puerta, apagar la luz y empezar a tropezar con todo en la habitación? Y sin embargo, es así como la mayoría de mis hijos tratan de vivir. Apagan la luz cuando dejan de guardar el mandamiento del amor. Se dejan llevar por el rencor, la contienda, la envidia y toda clase de actitudes y comportamientos que son fruto de la falta de amor. Y luego, cuando no encuentran el camino en la vida, empiezan a clamar diciéndome: «Dios, guíame, dirígeme, ayúdame». Pero lo único que tienen que hacer es encender de nuevo la luz. Solo tienen que arrepentirse y empezar a caminar en el amor. Cuanto más pensaba en esto, más comprendía lo cierto que es. Jesús lo demostró cuando estuvo en el mundo. Sin importar cuánto empeño puso el diablo para arrinconarlo, Él venció todas las dificultades porque anduvo siempre en la luz del amor.
Como el cielo en la Tierra Jesús quiere que como discípulos suyos obremos de la misma manera. Es lo que tenía en mente cuando dijo: «… a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra» (Mateo 5:39). No se refería a que nos dejemos maltratar por los demás, sino a que nos vistamos de la armadura de la luz, que andemos bajo la cubierta protectora del amor, de manera que el maligno no pueda tocarnos.
La única ocasión en que vemos a la iglesia caminando unida en esa clase de amor fue durante su primer gran avivamiento espiritual en Jerusalén el día siguiente a Pentecostés. El libro de Hechos nos dice que los creyentes en ese entonces eran «de un corazón y de un alma» (Hechos 4:32). Se amaban tanto unos a otros que «vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno» (Hechos 2:45).
Como resultado, el poder de Dios se manifestó con tal fuerza entre ellos que los enfermos que eran alcanzados por la sombra de Pedro recibían sanidad. Algunos creen que la propia sombra era la que sanaba, pero no había ningún poder de sanidad en la sombra de Pedro. Lo que sanaba era el poder de la luz de Dios que emanaba de él.
Usted nació de nuevo como hijo de la luz, de manera que la luz está en usted en su forma más poderosa. Con todo, esa luz no puede brillar mientras usted continúe nublándola con contiendas, falta de fe y falta de perdón. Si usted quiere andar en el poder pleno de esa luz, tendrá que arrepentirse de todo eso. No se trata únicamente de sentir pena por eso. El arrepentimiento no consiste únicamente en sentirse apenado, sino más bien en ponerse de acuerdo con Dios en relación con su pecado, reconociendo ante Él que actuó mal, y creyendo que Dios le perdona y le limpia de esas faltas.
Una vez que ha hecho eso, comprométase firmemente a guardar el mandamiento del amor que Dios nos ordena, de tal manera que usted prefiera morir antes que infringirlo. Si alguien lo maltrata, tenga la misma actitud que demostraron Jesús y Esteban cuando miraron a sus verdugos y dijeron: «Padre, perdónalos…».
Esa clase de amor literalmente lo arma a usted con luz, lo protege de tal forma que la maldad que la gente dice y hace ya no le molestan. Usted deja de preocuparse por la forma como lo tratan y pone más atención a la manera como usted trata a los demás.
Nunca olvidaré el día en que el Señor me enseñó a ver desde esta perspectiva. Había estado quejándome porque sentía que Gloria no me prestaba la atención que yo creía merecer de su parte, y me dije «de todas maneras yo no le importo». En el momento en que dije eso, el Espíritu de Dios me llamó fuertemente la atención: no es de tu incumbencia si ella se preocupa o no por ti. En cambio, sí debe importarte cuidar de ella. Debe bastarte con saber que yo cuido de ti. Así que preocúpate por cuidar de ella; y que Gloria se preocupe o no por ti es un asunto entre ella y Yo.
El tono de voz del Señor era tan fuerte que me dejó temblando. Yo no quería que Él tuviera que hablarme otra vez de esa manera, así que me comprometí ahí mismo a hacer lo que me ordenaba. Como resultado, Gloria y yo hemos andado en la luz en lo que respecta a nuestro matrimonio, y el diablo no ha tenido oportunidad de tocarlo. Nuestra casa es algo así como tener el cielo en la Tierra.
Es así como nuestro buen Pastor quiere que vivamos todo el tiempo. Él quiere que disfrutemos de delicados pastos y que descansemos junto a aguas de reposo dondequiera que vayamos y en todo lo que hagamos. Quiere que vivamos en libertad, yendo y viniendo hacia donde Él nos guíe. Quiere que disfrutemos de vida abundante y rebosante. Ya sea que caminemos por el valle o que estemos sentados en la cima de la montaña, Él quiere que vivamos en la luz.