Los momentos que nos sostienen
Cuanto más hablemos y más nos quejemos de una situación, peor se verá, hasta que el problema se vuelva más grande que nuestra fe.
Leer Salmo 145.1-5 - Cuando su vida se desmorona, ¿qué hace usted? Todos enfrentamos circunstancias que desafían nuestra paz, y algunas de estas situaciones son muy dolorosas y prolongadas. A menos que se tenga un enfoque bien dirigido, la alegría se marchita y la esperanza parece irrealizable.
El rey David experimentó adversidades extremas, entre ellas el profundo dolor de perder un hijo y a su mejor amigo. Y el rey Saúl, por razones egoístas, lo persiguió para quitarle la vida.
Más tarde, su propio hijo encabezó una rebelión contra él. A pesar de ser pruebas tan dramáticas, no fueron sino cuatro de las muchas dificultades que soportó. Pero aun en tiempos de profundo sufrimiento, David hallaba paz y esperanza en Dios.
¿Cómo se sostenía su alma cuando otros, en situaciones parecidas, se habrían ahogado en la desesperación? David sabía cómo meditar. Concentraba su mente y su espíritu en Dios —en su carácter, sus cosas, su voluntad— para conocer mejor al Señor y obedecerle.
Debemos seguir el ejemplo de David. Nuestro rol en las dificultades es poner los ojos en nuestro Padre celestial y meditar en su Palabra. Los salmos son testimonio de la profundidad y la pasión con que el pastor y futuro rey se deleitaba en Dios. Al reflexionar con frecuencia en los atributos y las cosas del Señor, encontraba consuelo en medio de la agitación.
¿Qué asuntos consumen sus pensamientos durante el día? ¿Aparta tiempo para pensar solo en el Señor? Quizás pueda recordarse a sí mismo el revivir su atención en su Creador; una manera de hacerlo es leer algunos de los salmos y observar cómo se concentra nuevamente el autor de ellos en el Dios todopoderoso.
Vivir por encima de las circunstancias
Leer | FILIPENSES 1.12-18
Pablo escribió su carta a los filipenses mientras cumplía arresto domiciliario. El apóstol podía recibir visitas, pero no viajar. A pesar de que vivía en una casa, es muy probable que estuviera encadenado a un soldado romano las 24 horas del día. Además, porque sabía que un juicio podía demorar años, estas eran sus condiciones de vida para el futuro previsible, tal vez por el resto de su vida.
Bajo tales circunstancias, Pablo pudo haber tenido la tentación de clamar al cielo por su libertad. Después de todo, Dios lo había llamado a predicar, discipular a los creyentes, y alcanzar a los gentiles. Pero estaba atrapado en Roma, sin poder plantar nuevas iglesias o visitar a aquellos a los que dirigía sus cartas. Aparte de ser injusto, su arresto le impedía desempeñar su importante trabajo.
Si alguien tenía derecho a quejarse, ése era, sin duda, Pablo, quien había sufrido persecuciones, naufragios y palizas por el evangelio. Pero jamás lo hizo. Su carta a la iglesia en Filipos está llena de gozo, porque el enfocarse en Dios le permitía vivir por encima de sus circunstancias (Fil 4.8).
Cuanto más hablemos y más nos quejemos de una situación, peor se verá, hasta que el problema se vuelva más grande que nuestra fe. Y a la inversa, llevar los problemas directamente a Dios mantiene a las cosas en perspectiva. El Señor es más grande que cualquier dificultad. Por su poder, nos elevamos por encima de la dificultad.