No olvides sus beneficios
Dios Considera la fragilidad de nuestros cuerpos y la necedad de nuestra alma, en todo eso se manifiesta su compasión.
(Lectura Salmo 103)
"Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas". Salmo 103:1-5
1—5. Por el perdón de pecado es quitado lo que nos impedía tener lo bueno, y somos restaurados al favor de Dios, que nos concede las cosas buenas. Piénsese en la provocación; era pecado y, sin embargo, fue perdonado; ¡cuántas provocaciones, sin embargo, son todas perdonadas! Dios sigue perdonando, porque nosotros seguimos pecando y arrepintiéndonos. —El cuerpo encuentra las tristes consecuencias del pecado de Adán; está sujeto a muchas enfermedades y también el alma. Sólo Cristo perdona todos nuestros pecados; Él solo es quien cura todas nuestras enfermedades. Y la persona que halla curado su pecado, tiene bien cimentada la seguridad de que es perdonada. Cuando Dios, por la gracia y consolación de su Espíritu, restaura a su pueblo de sus corrupciones, y lo llena de nuevo con vida y gozo, lo cual es para ellos una primicia de la vida y gozo eterno, se puede entonces decir que regresan a los días de su juventud.
"Tan grande es su amor por los que le temen
como alto es el cielo sobre la tierra" Vs.11
Vs. 6—14. Dios es verdaderamente bueno con todos; de manera especial es bueno con Israel. Se ha revelado a sí mismo y su gracia. Por sus caminos podemos entender sus preceptos, los caminos en que nos pide que andemos; sus promesas y propósitos. Siempre ha estado lleno de compasión. ¡Cuán diferentes de Dios son los que aprovechan toda ocasión para reprender o lamentarse sin saber cuando terminar! ¿Qué sería de nosotros si Dios nos tratara de esa manera? —La Escritura dice mucho de la misericordia de Dios, y todos la hemos experimentado. El padre compadece a sus hijos que son débiles de conocimiento y les enseña; los compadece cuando son perversos y los soporta; los compadece cuando están enfermos y los consuela; los compadece cuando están caídos y les ayuda a levantarse; los compadece cuando han ofendido, y por su sometimiento, los perdona; los compadece cuando les hacen daño y los endereza: así compadece el Señor a quienes le temen. Véase por qué Él compadece. Considera la fragilidad de nuestros cuerpos y la necedad de nuestra alma, cuán poco podemos hacer, cuán poco podemos soportar; en todo eso se manifiesta su compasión.
"Pero el amor del Señor es eterno
y siempre está con los que le temen;
su justicia está con los hijos de sus hijos" Vs. 17
(Vs 15—18) ¡Qué corta e incierta es la vida del hombre! La flor del jardín es corrientemente de mejor calidad y durará más por estar amparada por el muro del jardín y al cuidado del jardinero, pero la flor del campo, a la cual se compara aquí la vida, no sólo se marchita sola, sino que está expuesta a los fríos vientos y puede ser pisoteada por las bestias del campo. Así es el hombre. Dios considera esto y lo compadece; que considere esto. la misericordia de Dios es mejor que la vida, porque la sobrevivirá. Su justicia, la verdad de su promesa, serán para los hijos de los hijos que siguen las piadosas huellas de sus antepasados. Entonces les será preservada la misericordia.
"Alaben al Señor, todos sus ejércitos,
siervos suyos que cumplen su voluntad.
Alaben al Señor, todas sus obras
en todos los ámbitos de su dominio.
¡Alaba, alma mía, al Señor!"
(Vs. 19—22) El que hizo todo, reina sobre todo, y hace ambas cosas por su poderosa palabra. Él dispone de todas las personas y de las cosas para su gloria. Hay un mundo de ángeles santos que están siempre alabándole. Todas sus obras le alaben. Hubieran sido nuestra delicia constante si no fuésemos criaturas caídas. Eso llegarán a ser en una medida si nacemos de Dios. Eso serán por siempre en el cielo; tampoco podemos ser perfectamente felices hasta que tengamos placer inagotable en la obediencia perfecta a la voluntad de nuestro Dios. Y que el sentimiento de cada corazón redimido sea: Bendice, alma mía, a Jehová.