El síndrome de Santiago y Juan
CAPITULO 10
La mayoría de los historiadores del Nuevo Testamento estiman que Santiago y Juan estaban al principio de sus años veinte cuando Jesús los escogió para ser dos de Sus discípulos especiales y eventualmente dos de Sus doce apóstoles. Después de seguir a Jesús por tres años, Santiago y Juan le pidieron a Jesús que les concediera un deseo (ver Mr . 10:35-41). Cuando Jesús preguntó que era lo que ellos querían que Él hiciera, ellos dijeron: "concédenos que nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria".
En respuesta, Jesús no reprendió a los hermanos, sino simplemente les preguntó si eran capaces de beber la copa de sufrimiento y muerte que Él bebería. Ellos le aseguraron que podían, y Jesús contestó, en efecto, "lo harán pero ahora no puedo concederles su petición o asegurarles esa posición aun si me siguen hasta la muerte."
Más Celo que Sabiduría. Santiago y Juan ejemplifican la mala semilla de una actitud que siente mas un deseo por obtener posición y poder en vez de servicio y ministerio en favor de otros. El síndrome de Santiago y Juan consiste en la inmadurez y en el ambicioso impulso que lleva a la gente a pedir al liderazgo, el ministerio que es más alto o más cercanamente relacionado con el líder. Como usted puede ver, estos dos hermanos no estaban contentos con ser llamados simplemente entre los doce, ellos querían ser exaltados y tener privilegios especiales y posiciones arriba de sus compañeros apóstoles.
Santiago y Juan retratan la raíz del problema de un ministerio profético joven que tiene más celo que sabiduría. Ellos desearon la auto - promoción y la posiciones privilegiadas sobre sus semejantes sin tener el entendimiento suficiente del gran precio que tenía que pagarse por ello. Parte del precio a pagar sería morir a la ambición egoísta de obtener mejor posición y el tener una continua conformidad al carácter de Jesucristo.
Jesús no reprendió a los hermanos por su deseo de estar cerca de Él en su gloria. Él solamente respondió a ese deseo con una enseñanza acerca del servicio versus el dominio, la ministración versus la administración, y la grandeza y autoridad en el Reino de Dios versus el estándar de mundo para la autoridad y grandeza. De las "10 M" ellos tenían la M de motivaciones fuera de orden. Sus motivaciones tenían todavía que ser purificadas y santificadas.
Recuerde que estos discípulos habían disfrutando el beneficio de estar tres años escuchando la enseñanza de Jesús sobre los principios del Reino. Ellos habían visto una demostración viviente por medio de Jesús de como sus seguidores debían ministrar. Nosotros pensaríamos que con este entendimiento, ellos hubiesen entendido a Jesús lo suficiente como para renunciar a esta petición tan inmadura.
Sin embargo, Santiago y Juan todavía mostraban la semilla de una mala actitud, y nosotros debemos esperar que también muchos otros ministros jóvenes (y otros no tan jóvenes) también ahora harán lo mismo. Así que nosotros que estamos en una posición de liderazgo desarrollando a otros ministros debemos orar por tener la paciencia, sabiduría y el énfasis profético de Jesús cuando tratamos con jóvenes, hombre o mujeres, que manifiesten el síndrome de Santiago y Juan.
El Andamiaje de Dios. Debo confesar que yo tuve este síndrome en los primeros años de mi propio ministerio. La ambición y el impulso que lo acompañaban eran de ayuda en alguna manera, pero Dios tenía que quitarme eso antes que pudiera hacer de mi ministerio lo que Él quería que fuese.
Fue un andamiaje que me mantuvo caminando hasta que Dios pudo colocar en mí las piedras permanentes de Sus motivos, ambiciones y carácter.
Todos los jóvenes y ambiciosos profetas y apóstoles deben reconocer la verdad de que el hombre o la mujer deben ser formados antes de tener un ministerio, dar un mensaje y realizar milagros de poder. Josué y Elías, por ejemplo, completaron cada uno años de aprendizaje sirviendo a la visión y al ministerio de otro hombre antes de recibir gran autoridad y reconocimiento de su propio ministerio.
Como obispo yo oro continuamente que Dios me conceda sabiduría divina para discernir aquellos con el espíritu de Judas y Acán y aquellos con el espíritu de Santiago y Juan. Mi compasión está con aquellos que tienen un corazón puro pero son ignorantes e inmaduros en algunas de las cosas que dicen y hacen. Pero mi preocupación paterna por los ministros que yo estoy desarrollando causa en mí una justa indignación interior contra el Espíritu de Judas y Acán.
Resista la Tentación de Sentir que ha Fallado. Al mismo tiempo, quiero alentar a otros líderes ministeriales a no ser intimidados por un sentimiento de fracaso cuando sus discípulos fallan en manifestar en sus vidas el fruto de lo que a ellos ha sido enseñado, como Santiago y Juan; o por aquellos que los niegan y los abandonan por un tiempo, como Pedro; a aún por aquellos que se vuelven en su contra por ganancia personal y ayudan a otros a "crucificarlos" como Judas hizo a Jesús. Si aún Dios el Padre perdió a Su ministro musical, Lucifer, y si aún Jesús perdió a Su discípulo y tesorero, Judas, entonces nosotros no debemos desalentarnos demasiado si tenemos una experiencia similar.
Ahora nosotros leemos en la Biblia acerca de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, quienes llegaron a ser pilares de la Iglesia Primitiva. Estos fueron los poderosos apóstoles, llenos de sabiduría y madurez, que todo el resto de la Iglesia vio constituirse como el liderazgo. Así que es difícil entender desde nuestra posición actual la realidad de que en los días previos a Pentecostés, estos tres cometieron más errores y causaron más problemas a Jesús que todo el resto. Ellos fueron inmaduros, se promovían a si mismos y eran ambiciosos en sus primeros años de entrenamiento de ministerio apostólico.
Manteniendo su ejemplo en mente, podemos concluir que hay esperanza para los jóvenes apóstoles y profetas de hoy que tienen un corazón verdadero por Jesucristo pero que actualmente tienen impulsos y ambiciones de grandeza. Aquellos que hemos estado en el ministerio por mas de 20 años podemos contristarnos en nuestro interior cuando vemos su inmadurez, pero debemos pedir a Dios que nos conceda Gracia, paciencia y sabiduría para ayudarlos crecer.
Jesús llamó a Santiago y Juan Sus "hijos del trueno". Al igual que otros líderes cristianos yo también tengo "mis hijos del trueno". Mi esperanza y expectativa es que ellos vengan a ser pilares y propagadores del movimiento profético así como los fueron Santiago y Juan en la Iglesia del Nuevo Testamento.
Debemos notar aquí que Mateo nos relata como Salomé, la madre de Santiago y Juan, originalmente concibió la idea de que ellos pidieran posiciones especiales, y presionó para que la solicitud fuese hecha (Mt. 20:20-28). Los ministros deben ser especialmente cuidados de aquellos miembros de la familia y compañeros ministros que están muy celosos por su éxito, por su promoción y su reconocimiento.
Tales parientes pueden llevar a los ministros a hacer cosas tontas e inmaduras que los pondrán en posiciones precarias y que causarán fricción y resentimiento en sus relaciones con otros ministros.
Debemos practicar en nuestros propios ministerios el principio bíblico que declara que es el don de una persona lo que creará espacio para él o ella (Pr. 18:16) y que un ministerio maduro se manifestará a sí mismo, porque la promoción viene del Señor (Salmo 75:6,7). Al mismo tiempo debemos tener paciencia con aquellos que muestran el espíritu de Santiago y Juan. Pastores, obispos y supervisores apostólicos necesitan la oportunidad de trabajar con aquellos que manifiestan este espíritu hasta que les sea claro si ellos llegaran a madurar con el tiempo.
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