El papá de siempre
Por Antolin Maldonado
arios@elnuevodia.com
Nunca me cansaré de utilizar la parábola del hijo pródigo del evangelio de Lucas, que ilustra el verdadero carácter de Dios y no el que le ha querido llevar el legalismo y el espíritu religioso a la humanidad, distorsionando así la imagen del Padre.
Un pasaje que nos habla del amor de padre, de su perdón incondicional, de su misericordia cuando hemos caído y de su paciencia esperando por nosotros. Una historia que nos enseña que el padre que ama, así como nos ama Dios, nos da segundas oportunidades. Que no toma en cuenta nuestras fallas y pecados, sino que lo que desea es que regresemos a su casa y nos acerquemos a recibir su abrazo.
Un pasaje que nos muestra que aun cuando el padre conoce de las malas andadas de su hijo, lo que espera es la oportunidad de volver a abrazarlo, no condenarlo ni juzgarlo.
Ese es el Padre que he conocido en Dios, gracias a su Palabra, aunque el ser humano en tantas ocasiones me lo hubiera mostrado equivocadamente como un Padre castigador, rencoroso e inmisericorde.
El amor de Dios el Padre, así como nos lo muestra también su Hijo, Jesucristo, excede todo límite impuesto por el ser humano. Incluso ama a aquellos que lo insultan y maldicen. Tanto que la Palabra nos enseña que cualquier pecado y blasmefia será perdonado a los seres humanos; o cualquiera que dijera una palabra contra el Hijo del Hombre (Cristo), también será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, según establece Mateo 12:32.
Ilustra ese pasaje del hijo pródigo en Lucas 15:11-32, como el padre, aun cuando uno de los hijos actuó con desamor marchándose de la casa y prefiriendo los placeres y el dinero en lugar del amor y el calor de su casa, lo recibió dispuesto cuando ese hijo regresó arrepentido.
Y cabe aclarar que ese arrepentimiento no llegó necesariamente porque le naciera en primera instancia del corazón. Aunque su arrepentimiento en primera instancia se debió más bien a que vio la ruina en que se encontraba tras masgastarlo todo, en el proceso reconoció que en su casa estaría mejor de regreso.
Qué grande lo que nos muestra Lucas 15:20 acerca de ese padre: "Entonces regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor, y lo recibió con abrazos y besos".
Ahí no me dice que lo recibió con regaños y le reclamó, o le impuso un castigo. Al contrario, en el siguiente versículo es el joven quien le dijo al padre, "ya no merezco ser tu hijo", pero el padre no lo dejó terminar y llamó a sus sirvientes para que lo vistieran con la mejor ropa, le pusieran un anillo y sandalias, y además mandó a matar al becerro más gordo para hacer una fiesta en honor a su hijo.
Ese es el mismo amor que hoy, el mejor Papá, el Padre por excelencia, te extiende. Hoy te dice que te sigue esperando. Aunque actúes como el hijo que solo se acuerda de sus progenitores el Día de las Madres o el Día de los Padres, y los visita únicamente ese día, Dios te sigue esperando con brazos abiertos.
Te sigue esperando aunque muchas veces has preferido todo, menos seguirlo a él. Te sigue amando y esperando abrazarte aunque sientas por otro lado que no mereces su perdón. Eso no es así. La Palabra nos enseña que Dios desea que todos procedan a arrepentimiento y que Dios no desea que nadie se pierda.
La Palabra también nos enseña que el amor cubre multitud de pecados. Somos nosotros los que nos ponemos la carga de la culpa y la condena y no dejamos que el amor de Dios fluya hacia nosotros. Somos nosotros los que nos excluimos, y en ocasiones, es nuestro prójimo el que nos pone culpa y nos enjuicia.
Pero ese no es Dios. El Padre no es así. Él pide a gritos que vuelvas a sus brazos. Y mientras tanto, sigue esperando pacientemente que le visites y te le acerques, para susurrarte al oído, te estaba esperando hijo mío; entra en mi reposo.