¿Por qué peleamos si nos amamos?

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Por Katherine Hogg - Psicóloga

El matrimonio viene a ser un complemento para la persona. No obstante, el mismo pasa por diversas etapas y retos, es especial porque no todo es dulzura y esplendor; frecuentemente es la revelación de la otra cara de la naturaleza de su cónyuge. Lo que puede haber permanecido oculto en la personalidad, va a brotar ahora a la luz, y eso puede poner a prueba el compromiso de amor. Es en este momento donde surgen los conflictos a raíz de las diferencias existentes entre los miembros de la pareja.

Por lo tanto, es muy importante aprender a confrontar los conflictos en el matrimonio. La confrontación es el medio más directo y sano de resolver diferencias. Confrontar significa prontitud, interés y reconciliación. Se debe tener muy presente que el secreto de una buena confrontación no es ganar la batalla, sino ganar a la persona, por ello no deben haber componentes de hostilidad ni dolor, sino más bien debe ser un camino hacia el perdón. Considerar que siempre hay que ganar cada discusión, decir la última palabra, o salirse siempre con la suya, es una forma errónea de pensar y actuar, ya que con esta actitud se está minimizando el valor y el respeto que merece y posee la pareja.

Las discusiones y desacuerdos en el matrimonio son propios de una relación, y existirán mientras ésta perdure, ya que la pareja está compuesta por dos seres totalmente imperfectos, con formas de pensar, sentir y actuar diferentes. Estas diferencias se originan no sólo de la forma en que los hombres y mujeres perciben el mundo que les rodea, sino también a que cada uno proviene de familias con dinámicas de interacción muy distintas.

Discutir correctamente, puede ser un valor siempre y cuando no se excluya un diálogo respetuoso, inteligente y mutuamente enriquecedor; por consiguiente en una discusión no debe existir la humillación, la deshonra, los insultos, los golpes, la manipulación a través del sexo, las burlas, ni las amenazas.

Hay que recordar que discutir no significa pelear. Una discusión sabia busca el acuerdo a través de la exposición respetuosa de los puntos de vista, a veces disonantes, de la pareja. El discutir, no quiere decir que se tenga que dañar la percepción de cariño y afecto que existe entre los cónyuges.

Es muy importante señalar que marido y mujer pueden enfrentar sanamente los desacuerdos y las tensiones que surgen cuando las necesidades e impulsos de ambos no concuerdan. Para lograrlo se le recomienda a las parejas centrarse en el problema, no saltar de un tema a otro, porque se mezclan sensaciones pasadas. También se debe evitar adoptar una actitud de mártir, esta situación se da cuando uno de los cónyuges recuerda al otro los desvelos, detalles y renuncias, pretendiendo que le dé la razón a cambio de “lo mucho” que le debe.

Toda discusión debe quedar en buenos términos para ambos cónyuges, sin vencedor ni vencido, por lo tanto es muy importante no asumir una posición de ataque, la discusión siempre debe mantenerse en el terreno impersonal, no atacando al cónyuge con recriminaciones duras o haciendo referencia a la apariencia del otro o a los defectos reales o imaginarios que posee.

Finalmente, el paso más importante para poder sobrellevar una relación entre personas completamente diferentes, es aprender a perdonar. Perdonar no es inventar un sentimiento místico. Aún cuando se decide perdonar, el dolor de la afrenta puede tomar tiempo para ser sanado; porque perdón no es sinónimo de amnesia, pero sí permite alejar los recuerdos negativos, del presente.


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