Estudios Biblicos

¡Detén el Temor y Solo Cree!

Por Pastor Kenneth Copeland

Si el diablo te ha estado amenazando con problemas, si ha estado tratando de asustarte con una situación aparentemente desastrosa, hoy tengo una palabra del SEÑOR para ti:

¡No temas, sólo cree!

No temas… y cree lo que Dios dice sobre esa situación.

No temas… y cree en la Biblia en lugar de preocuparte por los malos reportes.

No temas… y cree que LA BENDICIÓN que es tuya en Cristo Jesús te hará triunfar sobre los problemas, porque el Dios que respalda esa BENDICIÓN no solo te ama; ¡El ES amor, y el amor nunca falla!

“Bueno, hermano Copeland, simplemente Usted no entiende a lo que me estoy enfrentando. Es muy serio. No puedo evitar tener algo de miedo.”

¡Sí, sí puedes! Y si quieres que tu fe funcione, debes hacerlo, porque el temor y la fe son opuestos. Es imposible tener ambos al mismo tiempo. El temor tolerado es fe contaminada. Por lo tanto, para caminar en la fe que vence al mundo (1 Juan 5:4), debes deshacerte del temor.

Jesús dejó esto muy claro en Marcos 5 cuando estaba ministrando a Jairo. Como puedes recordar, si has leído la historia, Jairo había acudido a Jesús para pedirle que curara a su hija moribunda. Él se había arrojado a los pies de Jesús y había hecho una declaración de fe. «Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida.» (versículo 23).

Jesús respondió a su fe y, aunque las multitudes lo presionaban, comenzó a caminar con Jairo hacia su casa. Sin embargo, antes de llegar a destino, la mujer con el problema del flujo de sangre se abrió paso entre la multitud e irrumpió en su camino. Ella tocó a Jesús por fe, recibió su sanidad y Jesús se detuvo unos instantes para escuchar su historia.

¡Al final resultó que esa mujer realmente hablaba mucho! Ella le contó cómo había estado enferma durante 12 años… cómo había ido a médico tras médico y, en lugar de mejorar, sólo había empeorado… y cómo toda la terrible experiencia la había devastado financieramente. Cuando finalizó, Jesús la ministró y le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.» (versículo 34, RVA-2015).

Mientras él aún hablaba con ella, alguien vino corriendo a hablarle a Jairo, quien todavía estaba allí parado esperando, y le dio las peores noticias que podía esperar: «Tu hija ha muerto.» le dijeron, «¿Para qué molestas más al Maestro?» Antes de que Jairo pudiera responder, Jesús respondió por él.

«No temas; solo cree.», le dijo.

En el relato de Lucas en el capítulo 8, Jesús dijo: «No temas. Sólo debes creer, y tu hija será sanada.» (versículo 50).

Nota que Jesús no dijo: “Si estás asustado, lo comprendo, pero trata de no temer hijo.” Le habló sin rodeos, como si estuviera dándole una orden. Le dijo: “¡Detén el temor! Sólo cree, y tu hija será sanada.”

¿Qué hizo Jairo? ¡Le obedeció a Jesús!

En lugar de reaccionar como muchos cristianos hoy en día y decir: “¿Detener el miedo? ¿Me estás tomando el pelo? ¡Acaban de decirme que mi bebé está muerto!”, Jairo se quedó callado y se mantuvo fiel a su fe, y con toda seguridad su hija resucitó.

¡Jairo ni siquiera había nacido de nuevo en ese entonces! Él no tenía la ventaja que tenemos nosotros como creyentes del Nuevo Pacto. Él sólo conoció a Jesús en Su ministerio terrenal. Nosotros conocemos a Jesús como nuestro Señor y Redentor resucitado. Lo conocemos como Aquel que se convirtió en nuestro sustituto, Quién tomó todos nuestros pecados sobre Sí Mismo, como dice Hebreos 2: «…a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su bondad, quiso que Jesús experimentara la muerte para el bien de todos… para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud.» (versículos 9, 14-15).

Libre para siempre

El miedo a la muerte es el temor maestro. Ya sea directa o indirectamente, es la fuente de todo temor. Entonces, cuando Jesús conquistó la muerte por nosotros, nos libró del temor para siempre. Cuando probó la muerte en nuestro lugar, nos libró de que tuviéramos que probarla.

Si conoces a Jesús como tu SEÑOR y Salvador, no tendrás ninguna sensación de muerte cuando tu espíritu abandone tu cuerpo y se vaya al cielo. No tendrás la sensación de angustia que tienen los incrédulos. Cuando mueren, pueden sentirlo. Pueden identificar que algo ha salido mal. Para ti, no será algo malo. Sólo pensarás: hombre, ¡me siento bien!

He hablado con varios creyentes que murieron y volvieron a la vida y todos tuvieron esa clase de experiencia. Uno de ellos, Bob DeWeese, solía ser mi jefe cuando era estudiante en la Universidad de Oral Roberts. Murió de un ataque al corazón en una cancha de hándbol y, tal como lo describió, se encontró de repente en el cielo. “No recordaba el ataque al corazón”, me dijo, “así que al principio no sabía muy bien a dónde me encontraba. ¡Pero luego vi la Ciudad Santa y comencé a correr hacia esa ella! ¡Nunca había tenido tanta fuerza en toda mi vida!”

Sin embargo, antes de que Bob pudiera llegar a destino, su esposa Charlotte y el médico de la sala de emergencias comenzaron a llamarlo a la Tierra en el Nombre de Jesús. “Empecé a disminuir la velocidad, y lo siguiente que experimenté fue estar de vuelta en mi cuerpo, mirándolos.”

“Kenneth”, me dijo Charlotte cuando me relataban la historia, “¿sabes cuáles fueron las primeras palabras de Bob cuando abrió los ojos? Él no dijo: ‘Cariño, gracias por salvarme la vida.’ Él dijo: ‘Charlotte, ¿por qué hiciste eso?’”

Esa es la actitud que los creyentes tienen en esas situaciones. Una vez que han muerto y se han ido al cielo, ¡ya no quieren volver! Sin embargo, si tienen que hacerlo por alguna razón, una cosa es segura: después de una experiencia como esa, nunca más le temerán a la muerte.

Realmente, ¡así es como todos nosotros los cristianos deberíamos ser! No debemos tener miedo de nada, no porque tengamos alguna experiencia extra corporal, sino porque sabemos que la muerte ha sido derrotada. Jesús la ha conquistado totalmente, de una vez por todas.

¡El diablo ya no tiene el poder de mantenernos atados al temor de la muerte o cualquier otra cosa! Jesús lo despojó de ese poder en la cruz. Nos libró del miedo cuando, como dice Isaías 53:5 (RVA-2015): «Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados.»

¡Por eso no puedes temer! Jesús lidió con el espíritu maestro detrás de cada clase de temor en el Calvario. Aseguró tu liberación del demonio y su pandilla atemorizadora y compró tu paz para que, sin importar lo que suceda en esta vida, puedas entregarle a Jesús cada preocupación, poner una sonrisa en tu rostro y ¡seguir adelante!

No estoy diciendo que simplemente puedes manejar el miedo o que puedes controlarlo de alguna manera. Eso es lo que hace la gente en el mundo. Controlan el temor de la misma manera que un vaquero de rodeo lidia con el miedo de lastimarse en cada presentación, sin depender en lo absoluto de Dios. A pura fuerza de voluntad, y por medio del entrenamiento natural, puede llegar a montarse en un toro furioso de 1.000 kilos de peso sin siquiera preocuparse de que su cuerpo se haga añicos.

Luego se subirá a su camioneta y, mientras conduce hacia el siguiente rodeo, se preocupará por sus finanzas, sus hijos y su esposa que amenaza con dejarlo. ¿Por qué? Porque, aunque ha logrado controlar el miedo en un área, todavía no está libre de él. Todavía está en cautiverio en otras áreas de su vida.

No se supone que sea así para nosotros, los creyentes. No se nos ha dado «un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.» (2 Timoteo 1:7). ¡Debemos negarnos a darle al temor cualquier lugar en nuestras vidas y vivir libres de todo miedo!

El Amor: la clave para vivir libre del temor

¿Cómo lo haces?

¡Aprovechando el poder del amor!

Primera de Juan 4 dice:

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros… Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que él nos ha dado de su Espíritu… Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él… En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. Por lo tanto, el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.» (versículos 10-13, 16, 18).

¡Esos versículos revelan la clave para vivir sin temor! Lo logras al desarrollar fe en el amor. Estudias y meditas lo que dice la Biblia sobre el amor y pasas tiempo en compañía del Amor hasta que no solo sabes que Dios es Amor, sino que realmente crees que Él te ama.

Cuando caminas en ese tipo de revelación, no tienes ningún motivo para temer. Confías en que Dios está de tu lado y, por lo tanto, nada puede vencerte. Además, porque sabes que Dios te apoya y siempre se asegura de que estés BENDECIDO, puedes practicar cómo compartir Su amor con los demás. Puedes cerrarle la puerta al diablo en cualquier situación si mantienes la fe y te mantienes en el amor de Dios (Judas 1:21).

“Pero hermano Copeland, lo he intentado. ¡Me he esforzado para caminar en amor con las personas en mi vida y algunos de ellos ni siquiera responden!”

No importa si responden o no. Eso no es de tu incumbencia. Tu responsabilidad es la de seguir demostrando por fe el amor de Dios que el Espíritu Santo ha derramado en tu corazón (Romanos 5:5) y continuar expresándolo. Tu responsabilidad es amarlos a propósito, todo el tiempo, y practicar el amor en cada oportunidad.

Para bien o para mal, cualquier cosa que practiques, se volverá automática. Descubrí por experiencia que, si practicas la ira, por ejemplo, la desarrollarás a tal punto que te enojarás por todo. Un día se partirá la punta de tu lápiz y lo arrojarás tan lejos, que atravesará volando la habitación de lado a lado.

Por el contrario, si practicas el amor, te desarrollarás hasta el punto en que el amor se hará cargo del resto. Caminarás todo el tiempo buscando oportunidades para BENDECIR a las personas y serás amable con ellas, no porque sientas ciertas emociones o porque hayan sido buenos contigo, sino porque se ha vuelto automático para ti caminar en la clase de amor de Dios.

¡Esa es una manera poderosa de vivir! Cuando haces del amor tu estilo de vida, puedes triunfar en cualquier situación, porque «la fe… obra por el amor.» y «ha vencido al mundo» (Gálatas 5:6; 1 Juan 5:4).

De la misma manera, cuando violas la ley del amor, el espíritu de temor hace su entrada triunfal. Y como toda incredulidad proviene del temor, tu fe flaquea. Sin embargo, no tienes que quedarte paralizado y dejar que eso suceda. Puedes detenerte en el momento en el que te equivoques y arrepentirte. Si le dices algo hiriente a alguien, inmediatamente puedes pedirle a esa persona que te perdone y continuar caminando en amor.

Gloria y yo hemos practicado esto durante años. Pero, a decir verdad, ella no ha tenido que arrepentirse tanto como yo. Ella siempre ha sido tranquila y cariñosa. Incluso cuando estaba en mi peor momento, nunca se peleaba conmigo.

Recuerdo una vez antes de entrar en el ministerio, cuando estaba luchando contra la depresión porque no había obedecido el llamado de Dios para predicar; me enojé por algo y simplemente estallé. Grité y me puse furioso y, sin embargo, ella nunca dijo una palabra. Ella se quedó allí, mirándome.

Entonces, de repente, me abstraje de mí mismo y escuché lo que estaba diciendo. Tan analfabeto de la Biblia como era, me di cuenta de que lo equivocado que estaba y me detuve. Sentándome en el sofá, exclamé: “¡Oh Gloria, perdóname! ¡Perdóname!” A continuación, y muy curiosamente, me caí de lado y entré en lo que me pareció un sueño muy profundo. Solo dormí unos minutos, pero me desperté sintiéndome como si hubiera dormido durante horas, y encontré a Gloria sentada a mi lado, orando por mí en lenguas.

¡Podríamos haber tenido una pelea terrible ese día! Ella podría haberse parado en frente mío y decirme: “A mí no me hablas de esa manera ¡Me voy de regreso a Arkansas!” Yo habría reaccionado y ese habría sido el final.

Pero en cambio, se convirtió en un comienzo. Abrí los ojos y la vi allí orando y le dije: “Gloria, tengo que predicar.”

“Lo sé”, me dijo ella. “¡Vamos!” Y desde entonces ha estado diciéndome lo mismo.
Con los años he aprendido a seguir su ejemplo. Aunque me tomó más tiempo del que debería, seguí regresando a lo que dice LA PALABRA sobre el amor hasta que ese amor arrancó el temor y la ira que me había atrapado desde que era niño. Lo seguí practicando hasta que, igual que la maravillosa esposa que Dios me ha dado, llegué a ese punto en que podía caminar con Jesús en amor.

Tú puedes llegar al mismo lugar y… si ya estás allí, puedes seguir desarrollándolo. Puedes seguir meditando sobre el Amor Mismo, sobre quién es Él y cómo piensa, hasta que pienses como Él lo hace (Él piensa en amar todo el tiempo). Puedes seguir tratando de estar más cerca de Él y, como lo hizo el apóstol Juan, conviértete en el discípulo que Jesús ama (Juan 21:7).

Si lo haces, cuando se avecinen los problemas, en lugar de asustarte y decir: “SEÑOR, ¿no te importa? ¿Por qué dejas que esto me pase a mí?”, podrás comenzar a reírte. Podrás decir: “¡Diablo, no puedes amenazarme con eso!” y seguir caminando con fe, viviendo como un vencedor, ¡amado y sin temor!

Articulo tomado de la revista «LA VOZ DE VICTORIA DEL CREYENTE» de Kenneth Copeland

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