Guia de la victoria (parte 1)
El título de propiedad es un don de Dios, pero la posesión es el resultado de nuestro caminar en obediencia.
El libro de Josué (cuyo nombre significa "Dios es salvación) está lleno de lecciones prácticas, de conceptos que son un desafío y que nos ayudan a entender los principios de una vida guiada por el Espíritu. Josué es uno de los libros del Antiguo Testamento que todo cristiano debería dominar a fondo. Los capítulos del uno al cuatro tienen que ver con el momento en que el pueblo entra en la tierra y todo lo que eso representa.
Si en este momento está usted luchando con el problema de cómo conseguir una vida de victoria en Cristo, cómo salir del desierto de la duda, de ese vagar inquieto y de la mera subsistencia para obtener toda la bendición de una experiencia guiada por el Espíritu, entonces esta es la sección que debería interesarle, aquella en la que se nos habla del momento en que Israel llega a la tierra, del desierto a Canaan. Los capítulos cinco al veintiuno abarcan la conquista de Israel de la tierra por medio de una serie de batallas y conflictos con los que se encontraron al llegar a la tierra prometida. Los capítulos veintidós a veinticuatro, incluyendo muchos pasajes de labios del propio Josué, exponen los riesgos y peligros en la tierra contra los cuales nos debemos de proteger a fin de permanecer en una situación de victoria, que representa la tierra. La tierra de Canaan es una imagen, como ya hemos mencionado, de la vida llena del Espíritu, la vida que Dios deseaba que todo cristiano pudiese vivir y en esto no hay excepciones. La vida llena del Espíritu no es solo para ciertos cristianos muy avanzados, sino que ha sido provista por Dios para cada uno de los que forman parte de su puedo. Comenzando por el capítulo uno nos encontramos con una imagen muy descriptiva de esa vida:
"Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora levántate, pasa el Jordán tú con todo este pueblo, a la tierra que yo doy a los hijos de Israel...!" (1:2)
La tierra se le da al pueblo de Israel, de la misma manera que la vida en Cristo está a su alcance sin que tenga usted que hacer el más mínimo esfuerzo. En el versículo tres, se dará usted cuenta de que a pesar de que la tierra les había sido dada, seguía siendo necesario que tomasen posesión de ella. El título de propiedad es un don de Dios, pero la posesión es el resultado de nuestro caminar en obediencia.
"Yo os he dado, como lo había prometido a Moisés, todo lugar que pise la planta de vuestro pie." (1:3)
La idea es que podemos tener todo cuanto tomemos. Puede usted tener todo lo que quiera de la vida espiritual, nunca se le dará más. Dios no le dará a usted nunca más de lo que usted esté decidido a tomar. De modo que si no está usted satisfecho con el grado de su experiencia real de victoria, es debido sencillamente a que no ha querido usted más porque puede usted disfrutar de todo cuanto quiera. "Yo os he dado...todo lugar que pise la planta de vuestro pie.
A continuación se describe la tierra como abundante y de gran extensión, una vida en la que encontrará usted todo lo que necesite, en todos los aspectos de su vida. "Una tierra en la que fluye leche y miel. (Exo. 3:8)
"Vuestro territorio será desde el desierto y el Líbano hasta el gran río, el río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el mar Grande, donde se pone el sol." (1:4)
Pero nos encontramos con una tierra en la que se plantea al mismo tiempo el conflicto y la victoria:
"Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé." (1:5)
Una de las primeras cosas que aprendemos al encontrarnos en la situación en la que vivimos en el Espíritu es que, a pesar de que nos encontramos con conflictos, cada conflicto puede convertirse en una victoria y no tenemos necesidad de vivir derrotados. Es una frontera, por así decirlo, y no hay nada más emocionante que la vida en la frontera. Esta vida es especialmente como vivir en la frontera obteniendo la victoria en Cristo.
El secreto de vivir en la tierra incluye tanto una promesa como una presencia, un corazón obediente y un espíritu de poder. Dios dijo:
"Esfuérzate y sé valiente, porque tú harás que este pueblo tome posesión de la tierra que juré a sus padres que les daría. Solamente esfuérzate y sé muy valiente...
Va a requerir valor porque no se puede ir de un lado a otro, sin ningún propósito, entre la multitud. Es preciso que camine usted contra corriente.
"para cuidar de cumplir toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito en todo lo que emprendas. Nunca se aparte de tu boca este libro de la Ley; más bien, medita en él de día y de noche, para que guardes y cumplas todo lo que está escrito en él. Así tendrás éxito y todo te saldrá bien. (1:6-8)
¡He ahí la grandeza del libro de Josué! ¡Ahí tenemos la promesa! La palabra escrita debe de ser nuestra continua meditación, que nos ha sido mandada, y debemos de estudiarla a fin de "conocer la verdad y la verdad os hará libres. (Juan 8:32)
"¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas. (1:9) Y contamos con la presencia del Espíritu Santo que nos acompaña porque un corazón obediente da como resultado un espíritu de poder. Así es la vida en la tierra."
En el capítulo dos nos encontramos con la asombrosa e intrigante historia de Rahab y los espías que fueron enviados por el pueblo de Israel. Cuando estos espías llegaron a la casa de Rahab, ella les escondió debajo de unos manojos de lino que tenía ordenados sobre la azotea secándose. Mientras los hombres de la ciudad les estaban buscando, ellos se enteraron de un secreto sorprendente de labios de Rahab:
"Sé que Jehová os ha dado esta tierra, porque el miedo a vosotros ha caído sobre nosotros. Todos los habitantes de esta tierra se han desmoralizado a causa de vosotros. Porque hemos oído que Jehová hizo que las aguas del Mar Rojo se secaran delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos al otro lado del Jordán: a Sejón y a Og, a los cuales habéis destruido por completo. Al oír esto, nuestro corazón desfalleció. No ha quedado más aliento en ninguno a causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra." (2:9-11)
¿Cuánto tiempo antes de que entrasen los espías en esta ciudad habían tenido lugar estos acontecimientos? Cuarenta años. En otras palabras, durante cuarenta años los habitantes de Jericó habían sido un enemigo derrotado y sus corazones habían estado desfallecidos, quedando derrotados mucho antes de que los ejércitos ni siquiera se les acercasen. Israel podría haber entrado en cualquier momento y se pudo haber apoderado de la tierra. ¿Cuánto tiempo lleva usted esperando para entrar y librarse de un enemigo derrotado en su vida?
A continuación leemos acerca de los espías:
"Caminando ellos, llegaron a la región montañosa y estuvieron allí tres días, hasta que los que los perseguían regresaron. Quienes los perseguían los buscaron por todo el camino, pero no los hallaron. Después los dos hombres se volvieron, descendieron de la región montañosa y cruzaron el Jordán. Fueron a Josué hijo de Nun y le contaron todas las cosas que les habían acontecido. Ellos dijeron a Josué:
--¡Jehová ha entregado toda la tierra en nuestras manos! Todos los habitantes de esta tierra tiemblan ante nosotros." (2:22-24)
Después de tres días regresaron contando esta historia. Fíjese en los primeros versículos del capítulo tres. En el tercer día "muy de mañana se prepararon para entrar en la tierra. Aquí tenemos un recordatorio de que la resurrección tuvo lugar el tercer día, por la mañana muy temprano. Y fue mediante el poder de la resurrección que entraron y se apoderaron de la tierra de Canaan, siendo esto una imagen de Cristo obrando por medio de nosotros y a través de nosotros para concedernos la victoria sobre todas las derrotas, los impedimentos y todo lo que obstaculiza nuestra vida.
Sin embargo, entre los israelitas y la tierra, seguía fluyendo aún el Río Jordán. El relato de cómo cruzaron el Jordán es bastante parecido al de la ocasión en que cruzaron el Mar Rojo. En muchos sentidos ambos son una imagen de la misma cosa: la muerte. Cualquier hombre que se aventure a atravesar el Mar Rojo sin que se hubiesen separado sus aguas hubiera perecido, de manera que el hecho de atravesar las aguas es una imagen de la muerte.
Ahora bien, como es posible que ya sepa usted, el cruzar el Mar Rojo es una imagen de la muerte de Cristo a nuestro favor, al separarnos del mundo con todas sus actitudes, sus costumbres y opiniones. En otras palabras, cuando usted se hizo cristiano, cambió usted sus ideas y su sentido de los valores. Su bautismo fue una expresión del hecho de que estaba usted pasando de una vida a otra y de que había cambiado totalmente su actitud. Ese fue el Mar Rojo, la muerte de Jesús a su favor.
Pero el Jordán es una imagen de su muerte en Cristo, cuando usted acaba con su existencia adámica, cuando todo cuanto es usted acaba en Adán, cuando deja de confiar en sí mismo, cuando deja de querer dejarse guiar por su propio plan, de tomar sus propias decisiones y de fijar sus propias metas, descubre usted que no puede usted tener la vida de Cristo siguiendo el plan que usted se ha trazado. Si quiere usted aferrarse a su programa, solamente podrá tener usted su propia vida adámica y caída, pero si quiere usted la vida de Jesús, tendrá usted que aceptar al mismo tiempo su plan, que es uno de victoria. Al aceptar el principio que esta decisión representa cruza usted o bien el Mar Rojo o el Río Jordán. Pero el cruzar el Jordán es lo que hace usted al renunciar a su propio programa, cuando se decide y dice: "Está bien, si esto es lo que quieres para mi, Señor, así será. Eso es lo que pasó en el caso de Israel, al entrar en la tierra.
Usted cruza el Jordán de la misma manera que cruzó el Mar Rojo:
"Y Jehová dijo a Josué: --Desde este día comenzaré a engrandecerte ante los ojos de todo Israel, para que sepan que como estuve con Moisés, así estaré contigo." (3:7)
Por medio de la fe, eso es todo. Mediante la obediencia y por la fe. Dios le está diciendo a Josué: "De la misma manera que guié a Moisés para que Israel pudiese cruzar el Mar Rojo, te guiaré a ti para que Israel pueda ahora atravesar el Jordán. ¡Del mismo modo! Experimenta usted la vida de Cristo por cada momento de vida de la misma manera que hizo usted suya la muerte de Cristo por sus pecados. La fe que le sacó a usted de Egipto es la misma que le lleva a la tierra. Como escribió Pablo: "Por lo tanto, de la manera que recibisteis a Cristo Jesús, el Señor, así andad en él. (Col. 2:6)
¿Era más difícil para Israel cruzar el Río Jordán de lo que lo fue cruzar el Mar Rojo? No, sencillamente pasaron, las aguas se retiraron hacia los lados y atravesaron por el centro. Lo mismo, sin problemas y, como ve, no hay nada de diferente en lo que se refiere a entrar en la tierra. Es sencillamente creer que Dios está en usted y que lo que ha dicho acerca de usted es verdad, que él ha roto los lazos que le unían a usted a su antigua vida (usted estuvo de acuerdo en ello) y le ha dado una nueva base que funcionará. Usted debe creerlo y salir sobre esa base, diciendo: "gracias Señor por estar en mi para hacer a través de mi todo lo que es preciso que haga y así es como entra usted en la tierra.
En el capítulo cuatro leemos acerca de dos conmemorativos que fueron establecidos por Israel. Uno de ellos eran doce piedras, colocadas a la orilla del río de manera que fuese un constante recordatorio para ellos del principio de la fe, a la que habían retornado después de años de haber estado vagando por el desierto. Estoy convencido de que este recordatorio es representativo de la Santa Cena del Señor, que es un continuo recordatorio del principio de vida por el que nos regimos.
El otro era una serie de doce rocas colocadas en el centro del río, que debían de ser colocadas donde estuvieron los sacerdotes mientras pasó todo el pueblo de Israel para llegar al otro lado. Las piedras habían sido colocadas antes de que las aguas regresasen a su lugar. Esta es una imagen de cómo Jesucristo ha permanecido en el lugar de la muerte lo suficiente como para que cada uno de los aspectos de nuestra vida dejen de estar controlados por el yo para estarlo por Cristo.