Haga su parte
Por la fe, Dios está obrando, y usted verá resultados maravillosos, pero debe dar vuelta al proyecto de su perfección completamente hacia Él.
Antes de que podamos disfrutar cualquier verdadera victoria sobre el pecado y experimentar un cambio en nuestro comportamiento, debemos aprender que sólo Dios puede cambiarnos (vea Gálatas 3:2-5).
No podemos perfeccionarnos, y cuando tratamos de hacerlo, lo único que conseguimos es frustrarnos.
Dios nos ha llamado a la perfección y nos ha dado corazones perfectos, pero es una obra que conlleva un proceso y que requiere fe, paciencia y tiempo. Al enfrentar la verdad, admitamos nuestras fallas, depositemos nuestra fe en Dios para que nos cambie y veamos así resultados; pero debemos confiar en su tiempo. Las cosas no siempre ocurren cuando a nosotros nos parece que deberían.
Somos socios de Dios y tenemos que cumplir nuestra parte del trato. Nuestra responsabilidad es creer y obedecer cualquier instrucción específica que Dios nos dé; su parte es hacer trabajar las cosas buenas que Él ha puesto dentro de nosotros, para que salgan y puedan ser vistas y disfrutadas por los demás y nosotros mismos. Cuando caemos en las "obras de la carne" (nuestra energía tratando de hacer el trabajo de Dios), nos frustramos. Dios mismo se frustra, se opone y nos opone resistencia, hasta que nos humillamos y nos apoyamos por completo en Él (vea 1 Pedro 5:5). Me llevó mucho tiempo, pero finalmente aprendí que cada vez que me sentía frustrada era porque había dejado de confiar en Dios y había vuelto a confiar en mí para lograr cualquier cosa que fuese necesaria en ese momento.
Recibimos a Cristo totalmente por fe, y así es como debemos vivir. Nos damos cuenta de que necesitamos cambiar, y a menudo nos decepcionamos con nosotros mismos -y hasta nos sentimos condenados- cuando no lo hacemos. Pero estaremos mucho mejor si depositamos toda esa energía que solíamos utilizar en tratar de cambiarnos en la oración, y confiamos en Dios y en que Él hará lo que haga falta.
Por la fe, Dios está obrando, y usted verá resultados maravillosos, pero debe dar vuelta al proyecto de su perfección completamente hacia Él. ¡Deje que Dios sea Dios en su vida! En vez de decir: "¡Nunca voy a cambiar!", diga: "Dios está obrando en mí, a medida que confío en Él, y creo que me está mejorando cada día más. Dios me está fortaleciendo en mis debilidades, y me está ayudando a dejar mis malos hábitos".