La Lección de Hai
Cuando nos olvidamos de la gracia de Dios, llegamos a ser arrogante. Sin embargo, cuando recordamos la gracia de Dios, nos volvemos humildes
Josué 7:1-5, NIV: "Sin embargo, los israelitas desobedecieron al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues Acán hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, guardó para sí parte del botín que Dios había destinado al exterminio. Este hombre de la tribu de Judá provocó la ira del Señor contra los israelitas. Josué envió a unos hombres de Jericó hacia Hai, lugar cercano a Bet Avén, frente a Betel, y les dijo: «Vayan a explorar la tierra.» Fueron, pues, a explorar la ciudad de Hai. Poco después regresaron y le dieron el siguiente informe a Josué: «No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo.»
Por esa razón, sólo fueron a la batalla tres mil soldados, pero los de Hai los derrotaron. El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo.
Milagrosamente después de cruzar el río Jordán, los israelitas atacaron Hai, cabalgando sobre el impulso cobrado por su victoria sobre Jericó, que pensaban que era imposible. Hai es una ciudad muy pequeña en comparación con Jericó. Sin embargo, el ataque Israel a Hai fallo, y los corazones de la gente se amargaron y desfallecieron.
1. El pecado de Acán.
La razón del fracaso en su ataque fue porque Acán desobedeció el mandato de Dios. Dios ordenó a Israel que le ofrecieran todo lo saqueado de Jericó (Josué 6:17). Sin embargo, Acán desobedeció a Dios y en secreto escondió una hermosa túnica de Babilonia, plata y oro.
El pecado de Acán causo sufrimiento a todo el pueblo de Israel (Romanos 5:12, 19). No debe haber falta de honradez ante el Señor. La razón de que nuestros recuerdos son dolorosos y nos oprimen es debido a nuestros pecados, porque no vivimos de acuerdo a la Palabra de Dios (Josué 2:22), sino para nuestro propio beneficio (Colosenses 3:5). Tenemos que quemar el Acán que se encuentra nuestra mente y en nuestro corazón con el fuego del Espíritu Santo. Superemos al pecado todos los días, tenemos que avanzar hacia la tierra de Canaán, que fluye leche y miel.
2. La negligencia y orgullo de Josué.
La negligencia y el orgullo de Josué contribuyo al fracaso del ataque a Hai. Cuando Israel conquistó Jericó, Josué despertó temprano en la mañana para orar y marcho alrededor de Jericó durante una semana, obedeciendo la Palabra de Dios. Sin embargo, cuando iban a atacar a Hai, no se despertaron temprano a la mañana para orar ni obedecieron la Palabra de Dios. Según su propio juicio, Josué envió espías a Hai y actuaron de acuerdo a sus propias opiniones. Se volvieron arrogantes en sus mentes y corazon (1Corintios 10:12). Cuando nos olvidamos de la gracia de Dios, llegamos a ser arrogante. Sin embargo, cuando recordamos la gracia de Dios, nos volvemos humildes (1Co 15:9-10). Una crisis puede llegar después de experimentar una victoria, un avivamiento, gracia y bendición (1Co 10:12). Hay que levantarse de la silla del orgullo e ir hacia la silla de la humildad con el fin de la experimentar la continúa gracia, bendición, y victoria de Dios.
3. Un líder que ora a Dios.
Josué no desespero. Él se levantó desde el lugar del fracaso y se inclinó ante Dios para orar (Josué 7:6). Cuando necesitamos ayuda, cuando estamos en la desesperación, la tristeza, el fracaso o la culpa, hay que inclinarse ante la Cruz de Jesús. La oración es el camino de la bendición que nos ayuda a experimentar la gracia de Dios para resolver problemas y para recuperarnos (Jeremías 33:3). A través de la oración, Ana engendro a Samuel, la vida de Ezequías fue extendida, y Pablo y Silas fueron liberados de la cárcel. Seamos los hijos de Dios que experimentan la misericordia y la compasión de Dios a través de la oración de la humildad y la tenacidad (Sal 34:18; 51:17).
4. Dios nos da una nueva oportunidad.
Dios le dio a Josué una nueva oportunidad cuando se arrepintió de su pecado y ayuno al Señor, una oportunidad para conquistar Hai y un plan estratégico para ganar la batalla (Josué 8:1-7). Obedeciendo la Palabra, Israel obtuvo una gran victoria. Dios quiere que nosotros, el pueblo del Señor, nos levantemos y ganemos la victoria y la gloria.
Cuando no lo hacemos, no debemos caer en la decepción, sino empezar de nuevo. Si no nos damos por vencido, si comenzamos de nuevo, Dios nos dará la corona de la victoria.
¿Deseamos convertir el fracaso en éxito? Entonces oremos, confesemos nuestros pecados y eliminemos el Acán de nuestra mente y corazones con el fuego del Espíritu Santo para poder empezar una nueva vida en el nombre del Señor (1Juan 1:9).