La prueba de la fe
La fe es la respuesta al temor. La fe es siempre la respuesta frente a nuestros temores, sean los que fueren.
"Entonces se levantó una gran tempestad de viento que arrojaba las olas a la barca, de modo que la barca ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal; pero le despertaron diciendo: --¡Maestro! ¿No te importa que perecemos? Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar: --¡Calla! ¡Enmudece! Y el viento cesó y se hizo grande bonanza." (Marcos 4:37-40)
En ese incidente se encuentran todos los elementos básicos de un drama. Tenemos la tempestad que ruge y que se produje de repente en el mar. Eso es algo que sigue sucediendo en la actualidad en la región escarpada al noreste del mar de Galilea, lo que llamamos hoy los Altos del Golan. En ese terreno irregular y abrupto, es fácil que los vientos se concentren y de repente hagan sentir toda su fuerza sobre el mar. Bajo esas condiciones, se podía desencadenar una fuerte y violenta tempestad en cuestión de momentos. Cuando los discípulos comenzaron la travesía en el mar calmado del atardecer para llegar a la orilla oriental, se desencadenó una tormenta así. En unos minutos el mar comenzó a cubrirse de espuma y aparecieron enormes olas. Se levantó un gran viento, nos dice Marcos. De modo que vinieron y despertaron a Jesús preguntándole: "Maestro ¿no te importa que perecemos?" Esto indica que la tempestad ya había comenzado cuando Jesús se quedó dormido. De no haber sido así, no le hubieran acusado de indiferencia ante su difícil situación Le acusaron de indiferencia. En medio del creciente peligro, Jesús se había quedado dormido. Eso era lo que les había molestado a los discípulos, de modo que se acercaron a él, preocupados y molestos no solo por el peligro evidente, sino por la aparente indiferencia del Señor ante la necesidad de ellos.
Cuando el relato nos dice que el Señor reprendió al viento y le habló al mar diciéndole "¡Calla! ¡Enmudece!" es preciso que entendamos que no estaba realmente hablándole a los elementos. Después de todo, ¿de qué serviría hablarle al viento al pasar sobre nosotros? ¿O hablarle al agua con todo su ímpetu? Creo que la historia del rey que intentó detener las mareas, mandándolas que cesasen, y éstas hicieron caso omiso, como acostumbran a hacer las mareas, y siguieron golpeando contra la orilla. No, no creo que nuestro Señor estuviese hablando a los elementos del aire y del mar. Lo que es preciso que entendamos de este relato es que él, sabiendo con tal claridad y tan bien lo que para nosotros es invisible y que nosotros con tanta frecuencia olvidamos, le habló mas bien a las fuerzas demoniacas que se ocultaban tras la furia de la tempestad y del mar.
Les dijo: ¿Por qué estáis miedosos?"
¿No resulta esa una extraña pregunta que hacer a unos hombres que habían corrido el peligro de perder sus vidas? Solo un momento antes estaban tambaleándose en una barca, que se llenaba rápidamente de agua, en medio de una gran tempestad, sin esperanza de obtener ayuda. ¿Por qué no iban a estar atemorizados? Pero a pesar de ello, Jesús les preguntó: "¿Por qué estáis miedosos?" Y a continuación puso el dedo en la llaga:
¿Todavía no tenéis fe? Ese es el motivo por el que las personas tienen miedo, porque pierden la fe. La fe es la respuesta al temor. Esa es la primera lección que aprendemos de este incidente. La fe es siempre la respuesta frente a nuestros temores, sean los que fueren. Jesús acertó de lleno. "¿Todavía no tenéis fe?" Es evidente que no la tenían. Habían olvidado todo lo que él les había dicho en el Sermón del Monte acerca de lo mucho que el Padre les amaba: "Sois de mucho más valor que las flores y que los pájaros. Si Dios se ocupa de ellos, ¿cuánto más no se ocupará de vosotros, oh hombres de poca fe?" Jesús estaba en la barca con ellos y la suerte de ellos sería la misma que correría Jesús, pero ellos se habían olvidado de eso.
El significado de este acontecimiento es que la fe es la respuesta frente al temor, la fe en la bondad y en el cuidado que tiene Dios de nuestras vidas, fe en que él nos ama y que puede obrar entre nosotros, pero queda aún otra lección. Es que cuando fracasa nuestra fe es como si se abriese una puerta y contemplásemos una visión más grandiosa. ¿Qué sucedió en este caso? Les dijo: "¿Por qué estáis miedosos? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos temieron con gran temor y se decían el uno al otro: entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?" La palabra "asombro" que aparece en algunas versiones significa "temor", pero es una clase de temor diferente al que ocurre antes. En el caso anterior era un temor cobarde, pero aquí estamos hablando acerca de un temor que implica un profundo respeto que conlleva, en el fondo, el asombro. Por lo tanto, debido al fracaso de la fe de ellos, se produjo una impresión más profunda, pudiendo echar un vistazo al misterio de esa Personalidad, que les llenó de una gran reverencia:
"¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen y que controla todos los elementos del mundo natural? ¿quién es?" Lo maravilloso de este incidente es que a pesar de que los discípulos suspendieron su examen de fe, se había fijado el fundamento para una nueva expresión de fe la próxima vez que fuese puesta a prueba. Su propio fracaso les presentó la posibilidad de una nueva expresión de fe en el futuro.
Así es como Dios obra en nuestra vida, haciendo exactamente lo mismo con nosotros. Pone a prueba nuestra fe todo el tiempo, para que podamos crecer. Y si nuestra fe es lo suficientemente fuerte nos daremos cuenta de que él puede ocuparse del problema y que sabe cómo hacerlo, pero incluso si nuestra fe es débil, no nos dejará que nos hundamos por completo, sino que nos sostendrá y nos ayudará a superarlo y, de un modo u otro, en el proceso, pondrá el fundamento de una nueva visión de su poder, que permitirá que nuestra fe sea mas fuerte la próxima vez.