El nacimiento de Samuel
Mi hijo nació de dos libras. Nació de parto natural. No pude verlo cuando nació porque se lo llevaron rápidamente.
No puedo pasar por alto decir que ese día en la sala de parto estaban dos enfermera, y dos doctores y mi esposo. Yo me encontraba en la agonía del parto. No tenia fuerza y sentía que me estaba muriendo. Pero oí que unos de los doctores que estaban ahí dijo: "Ahí viene el Chef Artz" eso quiere decir ahí viene el jefe.
Yo conocía al doctor encargado del hospital y pensaba que era el quien venia, pero en medio de la angustia observe que entro un hombre vestido de blanco, con una cabellera blanca y se acerco a mi y me agarro las manos y me dijo: No temas yo estoy aquí.
Ese doctor estuvo sosteniéndome la mano durante todo el parto, y cuando nació mi hijo, yo le dije: "¡Gracias! y el me miro y se sonrío conmigo y se fue. Pero lo extraño es que ese hombre no aparece en la lista de los que estuvieron en el parto. Además, al día siguiente el que yo conocía como el Cheaf Artz fue a verme para felicitarme y decirme que lamentaba mucho no poder estar presente cuando di a luz. No tengo duda que ese hombre que sostuvo mi mano durante todo ese tiempo era el Señor.
Al día siguiente mi esposo me llevo a la unidad de cuidados intensivo para ver a mi hijo. Cuando vi a mi hijo me invadieron tantos sentimientos. Sentimientos de alegría, de miedo, de incertidumbre, y de esperanza. Pero a la misma vez abrumada por el impacto que causa estar en la Unidad de cuidados intensivos. Allí estaba nuestro diminutivo Bebe y no entendíamos nada. Todo su cuerpo lleno de cables. Era duro irnos a casa con los brazos vacío. Ese Bebe era tan pequeño que tenia miedo de tocarlo, pero a la misma vez quería protegerlo. Saben algo, Yo había experimentado el amor de Dios en mi vida. Predique muchas veces del amor de Dios. Pero cuando Dios me permitió ser madre fue que en verdad supe a profundidad por que Dios por amor a nosotros dio su vida.
Yo estaba dispuesta a dar mi propia vida a cambio de que mi hijo viva. Ese amor es tan puro. No existe ningún egoísmo y fue entonces que entendí en verdad cuan grande es el amor de Dios para nosotros. La salud de mi hijo aparentemente iba bien, pero como era un Bebe prematuro se le presentaron algunas complicaciones, entre ellas transfusiones de sangre. Se le presentaron varias infecciones, pero se la controlaban con Antibióticos. Cada cosas que a mi hijo se le presentaba era una tortura para mi y mi esposo. Nosotros hubiéramos deseado sufrir en lugar de nuestro hijo.
Después le operaron del corazón. La operación funciono bien, pero mi hijo no tenía el Diafragma en su lugar. El diafragma es el músculo principal que hace funcionar a los pulmones. En la operación del corazón le afectaron el diafragma y otro nervio y fue imposible que mi hijo respirara por si solo.
No tengo palabra para describir el dolor y el sufrimiento de ese pequeño Bebe y de nosotros sus padres. Solo Dios pudo fortalecerlo para soportar tanto. Como madre me sentía tan impotente. Yo deseaba estar en su lugar. Yo deseaba darle toda mi sangre. Yo deseaba darle mis pulmones con tal de que viviera y no sufriera, pero no dependía de mí. Yo y mi esposo y muchas personas más orábamos para que Dios lo sanara y pudiera surgir un milagro, pero el milagro parecía cada día más lejos; y en verdad el milagro que deseábamos nunca llego. Aun así no perdíamos la fe. Según pasaban los días tantos los doctores como las enfermeras aprendieron amar a Samuel. Mas que un paciente, Samuel era como un hijos para ellos.
Samuel fue creciendo y fue un Bebe muy luchador. Los doctores le llamaban "el Pequeño luchador". A pesar de su gravedad yo podía bañarlo, le cambiaba el pamper, le Leia la Biblia todos los días, le cantaba, lo cargaba, lo vi reír, lo vi hacer tantas cosas, estaba tan hermoso que no parecía que estaba enfermo. Siempre surgía una esperanza de que todo fuera a estar bien, pero de repente esa esperanza se desvanecía.
Para los doctores en Minde, Samuel podía morir en cualquier momento. A principio de Diciembre los trasladaron del Hospital de Minde a la Universidad de Medicina en Hanover. Ese día fue un día oscuro y negro y muy triste para mi y mi esposo. La doctora jefa del hospital en Hanover nos dijeron que por Samuel no se podía hacer nada y que la medicina que el necesitaba, la ciencia medica no la había fabricado y que se llamaba un milagro. Y que los pulmones de Samuel estaban completamente dañados.
Yo le conteste a ella que Para Dios no había nada imposible y que la ultima palabra en la vida de Samuel la tenía el Señor. Ella contesto que dejaría a Samuel una semana en el hospital y que luego lo enviaría otra vez a Minde para esperar el momento de su partida. El martes de esa semana los doctores nos dijeron que no había ninguna mejoría y que nada se podía hacer. Pero yo insistía que Dios haría algo. Yo le dije a Dios: "OH Dios mañana le harán una radiografía a Samuel y si no aparece una minima mejoría lo enviaran otra vez a Minde para esperar su muerte." Yo lo único que tenia era a mi Dios. Yo no entendía nada, pero si sabia que el era misericordioso.
Al día siguiente le hicieron la Radiografía y los doctores dijeron que no entendían nada, pero que los pulmones parecían que se estaban limpiando. Samuel duro 6 semanas en ese hospital. Lo conectaron a una maquina que por día le costaba al hospital mil euros. Pero días después su condición se empeoro. La doctora se le ocurrió tratar un nuevo método y consistía en ponerle a Samuel una maquina que le cubría todo el cuerpecito con el propósito de estimular el diafragma. Esa maquina era un calvario. Porque le subía el estomago para arriba, y hacia que Samuel se llenara de gases. Era algo horrible. Esa maquina era una tortura y a pesar de todos los esfuerzo, tampoco dio resultado. La última esperanza para la ciencia médica era operarle el diafragma para ver si podía funcionar. Lo operaron, pero tampoco tuvo éxito. Y como ultima alternativa lo abrieron por la garganta para que a través de un tubo pueda respirar. También le hicieron un hoyito en la barriga para que mediante aun tubo sea alimentado.
El Señor permitió que entre mi hijo y yo hubiera una conexión muy bonita. Yo podía sentir cuando algo le sucedía. Podía sentir cuando estaba mal o cuando estaba mejor. No se como explicárselo, pero cuando Samuel tenia dolor o estaba mal, yo sentía un dolor en mi vientre. Era como si me doliera la misma matriz. Recuerdo que una noche como a las 9:00 PM. Yo estaba en la habitación que me asignaron, y de repente el Espíritu Santo me dijo que fuera al intensivo a donde Samuel. Sentí una gran inquietud, y volví a la sala de intensivo. Cuando llegue encontré a mi hijo empapado de sudor, su cuerpecito temblaba, su ropa estaba mojada y aun la cama estaba empapada de sudor.
La enfermera le había dejado cerca de su carita una lámpara encendida. Encima de la cama había una lámpara especial de calefacción y también se la había dejado prendida, y para que el no se moviera mucho, la enfermera lo había envuelto en una toalla. Enseguida llegue y le quite la toalla la cual estaba empapada de sudor, le quite la lámpara que la enfermera le había puesto y que se le olvido apagar. Le dije a la enfermera que por favor cambiara la sabana y le pedí que me dejara cambiarle el pañal, pero con la idea de tomarle la temperatura. Cuando le tome la temperatura sobrepasaba por los 102. La fiebre era tan grande que mi Bebe templaba. En seguida la enfermera llamo a los doctores y le dieron medicamentos. Pero después de cambiarle el pañal, y de ponerle algunos paños fríos en la carita la temperatura fue bajando. Gracias a Dios que mi hijo volvió a dormirse. Si el Espíritu Santo no me hubiera avisado no se que hubiera pasado esa noche con mi hijo.
Ustedes no tienen idea de los miles de paciente que mueren a diario por negligencia médica. Pero yo y muchas personas continuábamos orando por un milagro. Tenia la fe que aun mi hijo muriera, Dios tenia el poder de devolverle la vida otra vez. Pero Dios tenía otros planes muy distintos a lo que yo quería y creía.
El Señor me mando a retirar en ayuno y oración por 7 días. Así lo hice. Reconozco que pensé que al terminar el ayuno mi hijo recibiría la salud, pero no fue así. Más bien Dios me estaba preparando a mí para que tuviese la fuerza y la fortaleza necesaria de enfrentar el golpe duro que estaba a punto de recibir.
Yo había recibido muchas profecías y revelaciones de otras personas que me decían que venían de parte del Señor. Cuando alguien me dice que trae un mensaje de parte de Dios, yo lo creo hasta que no suceda lo contrario. Si se cumple la profecía entonces fue Dios que hablo, si no se cumple entonces Dios no hablo.
Durantes nuestra estadía en el Hospital de Hanover tuve la oportunidad de conocer a otros padres que estaban pasando por situaciones igual o peor que mi esposo y yo. Recuerdo una mujer que parió mellizos. La niña sobrevivió y el varón murió una semana después. Para ella fue muy doloroso. Ella estaba llena de pregunta que no tenían repuesta, y en su corazón había mucha tristeza. Su dolor era tan grande que ella no sabia si creía o no en Dios. A pesar de todo, Dios permitió que en medio de la tristezas que yo también sentía le pudiera consolar y hablar del amor de Dios.
Creo que yo era la persona menos indicada para dar consuelo o para darle una palabra de Fe y de esperanza a alguien. Yo misma sentía que para mi los cielos estaban cerrado. Por más que lloraba, oraba, gemía, intercedía, clamaba, adoraba, cantaba, ayunaba, le recordaba a Dios sus promesas, pero todo lo que hacia parecía no funcionar. Pero a pesar de todo, creía en mi corazón que Dios no me había dejado y por eso en Fe y en amor hablaba a otros de su amor, de su poder, y de su misericordia. Doy gracias a Dios que de alguna forma la vida de esa madre que se le murió unos de sus hijos fue tocada por el amor de Dios.
Conocí a otra madre que sus gemelas nacieron prematuras. Ellas igual que Samuel no tenían mucho chance de vida. Su madre estaba desesperada, pero yo me acerque a ella para consolarla y hablarle del poder de Dios. Ese día yo también necesitaba mucho consuelo, pero no podía dejar de hacer lo que el Espíritu Santo me decía que hiciese. Le pedí a esa madre orar por sus hijas. Las gemelas eran tan pequeñas!, pero yo le dije a la Mama de las gemelas que mi hijo había nacido igual de pequeño, pero que ahora estaba grande, ya Samuel tenia 3 meses de nacido y estaba gordo y robusto. Esa mujer acepto que orara por sus hijas.
Ore por las niñas, pero a la misma vez sentía que estaba haciendo el ridículo. ¿Saben por que sentía que estaba haciendo el ridículo? Porque yo estaba hablando y testificando de un Dios que sanaba y salvaba y que nada era imposible para el, más sin embargo tenía a mi hijo entre la vida y la muerte. La gente podía pensar que yo estaba loca. Podían pensar que si en verdad ese Dios sanaba, ¿entonces por que no sanaba a mi hijo? Pero yo sabia que aunque no fuera su voluntad sanar a mi hijo, no había nada imposible para Dios.
Dios permitió que le predicara a muchas personas, entre ellos a doctores y a enfermeras. Recuerdo un caso de un Nino que nació prematuro igual que Samuel. Ese niño se llamaba Ali. Sus padres eran de otro país. Su madre era analfabeta y no hablaba mucho alemán. El pequeño Ali nació con muchas complicaciones. El padre de Ali deseaba al igual que yo un milagro para su hijo. Ali no soporto mucho y a los pocos días murió. Para mi esa noticia fue muy triste, pues el y Samuel se encontraban en la misma habitación. Yo había aprendido amar Ali. Y creía con todo mi corazón que Dios podía sanarle, pero por más que oramos, Dios tenía otros planes. Me partió el corazón ver a los padres de Ali marcharse con los brazos vacíos. Ese día llore mucho y le preguntaba en oración al Señor: ¿Por que la oración no fue contestada? Le dije al Señor: "Señor aquí muchas personas no creen en ti, y si oramos y tu no hace el milagro, pues mucho menos creerán que tu existe.
¡Me sentía tan frustrada! La tristeza que embargaba mi corazón era grande. No podía soportar ver tanto dolor. No entendía por que si Dios me decía en su palabra: "Clama a mi que yo te responderé". Entonces ¿por que cuando clamaba el solo hacia silencio? Pero en unos de esos momentos de oscuridad donde no sabemos donde poner el pie, el Espíritu Santo empezó a tratar conmigo y me dijo: "Sandy tu corazón, tu Fe y tu amor por Dios están siendo probada, y lo importante en este momento no es lo que lo demás piensen de Dios. Lo importante es que piensa tú de El.
Lo importante es cual será tu actitud ante esta situación por la cual estas atravesando, y me dijo que a las personas que yo le había hablado de Dios, todas ellas eran importante para Dios, y por lo tanto llegaría el momento de Dios tratar con ellas. Pero que en ese momento el trato era conmigo. Y la pregunta era: ¿Seguirás amando a Dios y confiando en Dios aunque El no te diera lo que le pide?
En el hospital en Hanover había una capilla. Muchas veces yo iba a orar allá. Pero era Dios que ponía esa inquietud en mí, porque cada vez que iba a la capilla encontraba personas con diferentes índoles de problemas. Y aunque yo no conocías a esas personas, Dios ponía en mi corazón las palabras que quería que le dijese. A pesar de Samuel estar ahí en ese hospital entre la vida y la muerte, Dios estaba usando su vida y usando mi sufrimiento como canal de bendición para que el evangelio llegara a la vida de otras personas.
Por encimas de la tristezas que había en mi corazón y de pensar que ya Dios no me escuchaba, y que no le interesaba mi situación y de sentirlo a millones de distancia, y por encima de saber que si podía llevarse a mi hijo o mejor dicho a su hijo, pues Samuel era simplemente un regalo de Dios y que el tenia derecho de llevárselo en el momento que quisiera. Pero por encima de todas las cosas, yo solo sabia que con hijo o sin hijo, Dios seguirá siendo la razón de mi existir. Yo le seguiría amando y no podía dejar de hablar de su amor y su misericordia a tantas personas que estaban necesitadas del amor de Dios.
Cada día que pasaba era un día de Fe y de esperanza. Samuel estaba un poco mejor y de Hanover lo trasladaron otra vez a Minde al hospital donde el había nacido. Se creía que el no iba a durar mucho en el hospital de Minde y que en pocos días o en un par de semana me lo iba poder llevar a casa. El día que nos íbamos de hanover para Minde, los doctores se despidieron de nosotros, pero uno de ellos me dijo: Nunca deje apagar esa Fe que usted tiene en Dios, porque personalmente creo que no fueron los medicamentos que mantuvieron a Samuel vivo durantes sus estadía con nosotros, sino mas bien la Fe que usted ha tenido".
Samuel fue trasladado al otro hospital, y tanto mi esposo como yo y muchas gentes seguíamos orando y esperando un milagro. Volvimos a la clínica en Minde. Samuel había tenido una gran mejoría, incluso pensábamos que en un par de semanas nos lo llevaríamos a la casa. Cuando lo trajéramos a la casa íbamos a necesitar de una enfermera. Pues Samuel tenia que respirar mediante a un tubo que le pusieron por la garganta. El trabajo iba ser mucho, pero a mi y mi esposo no nos importaba. Nosotros estábamos depuestos hacer por Samuel todo. ¿Saben algo? Por un hijo una madre o un padre es capaz de darlo todo. Yo quería poder darle mis pulmones. Yo le hubiera dado hasta mi corazón. Yo solo quería que el viviera. Pero en todo momento le decía al Señor: Yo se que tu puede darle su salud. Como también se que te lo puede llevar, pero que se haga como tu quiera y no como yo quiera.
A pesar de Samuel tener tanto aparatos puesto, el se reía mucho. Me acuerdo que una amiga mía me mando una Biblia de niños y yo le Leia la Biblia todos los días y le cantaba mucho. Desde que Samuel nació mi saludo para el era: ¿Como esta ese príncipe de Jehová? ¿Que dice ese siervo del altísimo?. Ese futuro profeta!. Ese futuro predicador! y cuando yo le decía así, Samuel buscaba con su vista para ver quien era que le hablaba y cuando me veía fijaba su mirada en mí. Muchas veces cuando Samuel lloraba desconsolado y desesperado y las enfermeras no podían calmarlo, me llamaban y cuando yo llegaba no importaba como Samuel estuviera. Cuando el escuchaba ese saludo, enseguida el buscaba para ver quien le hablaba. A pesar de ser un Bebe de 4 meses, ya el sabia quien era Mama. Ese saludo lo calmaba. Era como si Mama hubiese sido la mejor medicina para El.
Las enfermeras y los doctores amaban a Samuel. Lamentablemente los doctores volvieron a reunirse con mi esposo y conmigo para decirnos que tenían que mantener a Samuel durmiendo profundamente, porque aunque la maquina de oxigeno la tenia 100%, el oxigeno no era suficiente para el. Pues el sentía que se estaba asfixiando y eso le producía pánico como a cualquier adulto. Yo llegue a ver mi hijo con ataques de pánico. Yo no pensé que a un Bebe tan pequeño podía darle pánico. Ese día quede como muerta en vida, y me dolió, Yo no podía concebir en mi mente como Dios podía permitir que una criatura inocente pasara por tanto dolor. Ese día que vi a Samuel con pánico le clame a Dios y le dije que si era un castigo o una venganza que entonces me castigara a mi, pero no a ese Bebe. Yo le decía: "Donde están tus misericordia? Le dije te olvida que tu palabra dice que los hijos no pagaran las consecuencia de los padre? Si tú quiere destruir a alguien, pues aquí estoy, entonces destrúyeme a mí, pero no a ese bebe. Tú sabe que no estoy en pecado ni en desobediencia. Pero aquí estoy. Aquí esta mi vida. Pero Dios seguía en silencio. Me sentía tan frustrada como Job.
A pesar de todo y de no entender nada. Solo sabia una cosa y la tenia muy grabada en mi corazón y era que yo amaba a Dios por encima de todas las cosas y que con hijo o sin ellos le seguiría sirviendo y sobretodo amándole. Yo le decía al Señor: OH Dios es que yo te amo, y aunque me desbarate, haz tu voluntad. No me hago caso a lo que te digo, pero solo permíteme desahogarme delante de tu presencia. Dios no se enojaba cuando yo le expresaba mi dolor y mi frustración. Mas bien le agradaba mi sinceridad hacia el.
Se que Satanás se estaba burlando, riéndose, y celebrando mi dolor. Pero por encima de mi dolor le decía al diablo: Oye bien Satanás, ríete, gózate por ahora, pero recuerda que el que ríe ultimo, ríe mejor. Y llegara el momento en que seremos el Señor y yo que entonces nos reiremos de ti. Ahora estoy derribada. Pero mírame que aun sigo viva. Talvez derribada, pero no estoy destruida. Y aunque el Altísimo me destruya, en el encomendare mi causa. Y aunque esta mi carne y mi corazón estén desecha, en Dios esperare. Yo se que El me volverá a dar vida. Pero a ti te digo Satanás, que el nombre de Jesús te daré por donde mas te duele, y es arrebatarte las almas para Cristo".
En la clínica de Minde tuve la oportunidad de hablarle a los doctores y enfermeras, y a los padres de los niños prematuros que se encontraban en el hospital. Muchos de ellos fueron ministrados. Es cierto que muchos de ellos no creían en Dios, pero Dios estaba usando la vida de Samuel para que ellos volvieran a creer en Dios. Recuerdo que un día Samuel estaba muy grave, y los doctores con lágrimas en sus ojos nos dijeron que mi esposo y yo teníamos que tomar la decisión de dejar ir a Samuel. Esa era una decisión terrible y difícil de aceptar porque Samuel estaba vivo, y en todo momento yo pensaba que Dios lo iba a sanar. Y como madre no aceptaba que Samuel se me fuera. Yo decía que el único que tiene el poder de quitarle la vida o de dársela era Dios. Solo Dios era que tenia que decidir si el vivía o no.
Yo les dije a los doctores que por favor me dieran tres días. Todos se preguntaban que para que necesitaba tres días? yo tampoco lo sabia, pero se que necesitaba eso tres días. Ese día estaba conmigo la pastora del hospital y ella presento a Samuel delante del Señor. Yo me acerque a la cama de Samuel, y levante mi mano al cielo y empecé a clamar a Jehová de los Ejércitos. Los doctores, las enfermeras, y los padres de los otros niños miraban como preguntándose: Que es lo que ella Hace?
Esa primera noche empecé a clamar. Los cielos parecían cerrados. Mi espíritu entro en agonía, mi ropa estaban mojada. Yo le decía al Señor: Aunque los cielos parezcan cerrado. Yo se que tu me esta oyendo y se que me esta mirando. Se que esta aquí, y aquí vamos amanecer, pero yo esperare tu repuesta. Eran casi la una de la madrugada, y yo seguía esperando, clamando, y de repente sonó el celular. A esa hora solo podía esperar mala noticia, pero era una joven para decirme que un pastor me mando a decir de parte del Señor que ayunara por tres días y que el ultimo día ungiera a Samuel. Así lo hice y desde ese día Samuel tuvo una mejoría. No fue que Dios sano a Samuel, sino que tuvo una mejorías. Dios tenía otros planes.
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