Todo era clandestino

Por el Hermano Pablo :

Era la temporada navideña. Tiempo de alegría, felicidad y fiesta. Los pobladores de la ciudad de México iban y venían con dinero en la mano. Entraban en las tiendas con su dinero y salían de ellas sin dinero, pero con regalos.

El Mercado de la Merced, uno de los más grandes y conocidos de la ciudad, se hallaba repleto de personas. Ese era el tiempo de ganar lo que no se había podido ganar en todo un año.
De pronto se escucharon una serie de estallidos que sembraron el horror, la confusión y el pánico. Varias cajas de petardos y fuegos artificiales se habían incendiado. Pronto todo el edificio y siete edificios más fueron destruidos por las llamas. Más de cincuenta personas murieron en el siniestro.
Al comentar el incidente, el jefe de bomberos dijo: «Todo aquí era clandestino. Los petardos y cohetes se vendían ilegalmente.

Los compradores tenían que hacerlos a escondidas. Nada de esto había sido aprobado. Todo era clandestino.»
He aquí una frase oficial que queda flotando sobre la desgracia que afectó a tantas familias mexicanas. «Todo aquí era clandestino. Todo era ilícito.» El tremendo desastre se debió a que ni la tienda en cuestión ni las personas observaron reglas legales.
Puede definirse la vida de muchas personas como lo hizo el jefe de bomberos: «Todo es clandestino; todo es ilícito.»
Es clandestino o ilícito tener otra mujer además de la propia. Es clandestino e ilícito el tráfico de drogas. Es clandestino e ilícito estafar, chantajear, contrabandear, engañar, mentir, asesinar.
Cuando se vive clandestinamente no puede haber paz interior. Cuando se vive en la clandestinidad no puede haber desarrollo ni prosperidad espiritual y moral. Además, al vivir toda la vida ilegal y clandestinamente, se muere de la misma manera, para perderse para siempre en el mar del olvido.
Nadie puede vivir quebrantando leyes morales, leyes que Dios mismo dio a la humanidad, sin sufrir las consecuencias. El apóstol Pablo lo dijo con claridad meridiana: «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra» (Gálatas 6:7).
¿Cómo vivir de una manera lícita? Haciendo de Cristo el Señor de nuestra vida. Poniéndolo a Él como centro de nuestra atención. Viviendo según sus principios bíblicos. Roguemos a Dios hoy mismo que nos ayude. Él es nuestra única esperanza.

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