by Kenneth Copeland
Si usted ha sembrando semillas en el reino de Dios, le tengo una noticia que dibujará una sonrisa en su rostro, lo hará saltar y traerá gozo a su corazón. ¡Ya llegó el tiempo de la cosecha! Es cierto. Como Cuerpo de Cristo, hemos iniciado el momento que todos estábamos esperando. Fuimos trasladados a la época en que debemos recoger la cosecha de las semillas financieras y espirituales que hemos sembrado, cuidado, y por las cuales hemos creído. Es hora de regocijarse y celebrar. No hay nada mejor que la emoción del tiempo de la cosecha. Hace poco, Oral Roberts —mi padre espiritual—, Gloria y yo conversábamos respecto al tema, pues el Señor se lo había estado mostrando al hermano Roberts. Él le recordó los días cuando él realizaba reuniones en tiendas de campaña en las comunidades agrícolas. Algunas veces, iba a los pueblos en donde la cosecha ya había sido segada y vendida a un buen precio; y como resultado las personas estaban felices. Cada uno sonreía y se saludaba con gran emoción. Estaban ocupados comprando uniformes para los niños y abasteciéndose para el invierno. Era una escena gloriosa. Por experiencia propia, sé lo significativo de esa temporada. De niño, solía ir a la granja de mi abuelo. Cuando se acercaba el momento de la cosecha, grandes vehículos traían a muchas personas para ayudar a recoger la cosecha. Los niños jugaban juntos, y para la hora de la cena, todos comían afuera, pues había mucha gente y no cabía en una casa. ¡Qué divertido era! Todos producían dinero, todos trabajaban y todos disfrutaban el fruto de su trabajo.
[ad#Adsense Articulos] Nadie pensaba en el calor ni en el cansancio cuando salían a trabajar a los campos; tampoco en las ampollas de sus pies o en los callos de sus manos que les salían cuando cortaban el algodón o quitaban la maleza. Ellos olvidaban todo eso. Sólo se ¡enfocaban en la cosecha!
Realice el cambio
Como creyentes sembradores, esa debe ser nuestra actitud hoy en día. Nuestra fe por la cosecha debería estar en óptimas condiciones, y nuestra mente enfocada en la mies.
Ése es el cambio que todos necesitamos realizar, pues hasta ahora sólo nos hemos enfocado en la siembra. Nos hemos concentrado en las promesas de Dios que proveen semilla al que siembra y pan al que come. Gracias a Dios que recibimos ese pan y la semilla de fe; ¡es maravilloso! La puerta se encuentra abierta para que el Señor supla nuestras necesidades y nos dé lo suficiente para invertir en la obra de Su reino. Sin embargo, eso no es todo lo que Él desea para nosotros. El Señor no sólo promete darnos comida para comer y semilla para segar, sino también multiplicar la semilla y darnos una gran cosecha. Él declaró:
«Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios» (2 Corintios 9:6-11).
Dios siempre visualiza el tiempo de la cosecha. Por esa razón, Él nos enseñó acerca de la siembra y la cosecha. Y por ello, Él nos sustenta —suple nuestras necesidades— mientras esperamos nuestra cosecha. Su intención es que nuestra semilla se multiplique, pues quiere proveernos una mies abundante; a fin de que tengamos siempre en todo más que suficiente y que no necesitemos ayuda o apoyo externo. Desde el principio, el objetivo de Dios ha sido bendecirnos de manera abundante, con el propósito de demostrarte al mundo que sólo necesitamos de Jesús para vivir. Él es nuestra fuente, el único que nos enriquece en todas las cosas. Él es el Señor de la cosecha.
Más de lo que esperamos
Jesús es el Señor de la cosecha. En Lucas 10:2, Él se llamó a Sí mismo de esa manera cuando envió a Sus discípulos, de dos en dos, a las ciudades de Israel: «…La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies». El problema es que muchos creyentes no han ejercido su fe en lo que respecta a la cosecha del ministerio de Jesús. En lugar de ello, se han estancado en sembrar su semilla. Argumentan: “Pero, hermano Copeland, yo continúo sembrando, sembrando y sembrando; y nada sucede”.
Algunas veces se quejan por lo que le sucedió a su semilla después de sembrarla: “Le di US$50 a un ministro, y luego vi a su hijo montando una bicicleta nueva. Considero que él no debió haber gastado mi dinero de esa manera”. Las personas con esa actitud, desentierran su semilla. Interrumpen el proceso de crecimiento y matan su cosecha. Cuando el hermano Roberts nos compartió lo que Dios le había mostrado acerca del tiempo de la cosecha, nos expresó que ése es uno de los errores que los creyentes ya no deben cometer. Nos manifestó que todos necesitamos aprender a sembrar nuestra semilla, liberar nuestra fe y luego olvidarnos de la semilla. ¿Olvidarla? Sí, ¡olvidarla! Está enterrada en la tierra del reino de Dios. Nunca más la veremos; por tanto, ya no nos inquietemos ni nos preocupemos, ni tampoco preguntemos en qué se utilizará. Él me declaró: «Kenneth, deja de pensar en la siembra, y concéntrate en la cosecha». Desde esa conversación, lo he puesto cada vez más en práctica. En el proceso, el Señor me ha revelado algunos misterios. Por ejemplo: Él me mostró que la cosecha que esta generación de creyentes recogeremos será mayor de lo que esperamos. Segaremos lo que ni siquiera hemos sembrado. ¿Cómo es posible? Es sencillo. Muchos cristianos en generaciones pasadas sembraron fielmente su semilla en el reino de Dios, pero no sabían nada acerca de la cosecha. Y como resultado, no segaron lo que les pertenecía. Abandonaron su cosecha espiritual en el campo. Por mucho tiempo, mi mamá y mi papá actuaron de esta manera. Ellos poseían una fuerte revelación acerca de la importancia de dar en el Reino; de hecho, agregaron el diezmo en sus votos matrimoniales. En 1927, cuando se casaron, declararon que diezmarían de cada dólar que recibieran en su vida matrimonial. Y así lo hicieron. En su vida adulta, mi padre tuvo dos cuentas bancarias, una era de Dios y la otra de él. Nunca las mezcló. De joven, yo lo acompañaba al banco y me daba cuenta que realizaba dos depósitos bancarios, uno para cada cuenta. Mi papá era muy diligente, así lo hizo por varios años. Él no sabía cómo alcanzar y recibir su cosecha por fe; lo supo mucho tiempo después. Entonces él nunca recibió a plenitud lo que sembró. A través de los siglos, ha habido muchos diezmadores fieles y personas que ofrendan, así como mi papá —creyentes que sembraron semillas toda su vida—, y que por falta de conocimiento acerca de la cosecha, nunca segaron. El diablo piensa que las semillas de estas personas quedaron sepultadas y en el olvido. Pero Dios nunca olvida una semilla, jamás deja de tomarla en cuenta. Él siempre multiplica la semilla que ha sido sembrada, luego busca a alguien con suficiente fe para que la coseche. ¿Y sabe qué? Nosotros somos esa generación de creyentes que Él ha estado buscando. En estos últimos tiempos, hemos sido bendecidos con el derramamiento del Espíritu Santo y la revelación de la cosecha. Seremos los que segaremos la cosecha espiritual y financiera que nuestros abuelos y abuelas sembraron. Segaremos la cosecha que sembraron nuestros antepasados espirituales, a quienes ni siquiera conocimos.
Diferentes cosechas: la misma unción
Salto de emoción al pensar en ello. El tiempo de la cosecha es una época de felicidad; pues en ese momento, nos percatamos de que todo el trabajo ha valido la pena. Si es emocionante en el ámbito natural, ¡cuánto más en el espiritual!
Analícelo. ¿Qué podría ser más emocionante que segar la cosecha más grande de almas de los 2000 años de historia del Cuerpo de Cristo? Le digo por el Espíritu de Dios, eso estamos haciendo ahora; ya comenzó. En la historia cristiana, muchas más personas que antes están llegando a la familia de Dios. El Señor de la cosecha nos está enviando como obreros a recoger la más asombrosa siega espiritual que el mundo haya visto. ¡Es el principio de una cosecha masiva! Quizá usted diga: “Pero, hermano Copeland, creí que se refería a una cosecha financiera. Pensé que hablaba de las semillas financieras que hemos sembrado, y que se encuentran listas para ser segadas”. Por supuesto, también me refiero a eso. No se puede recoger una cosecha espiritual por sí sola. Se necesita una cosecha financiera al mismo tiempo, pues la cosecha es la temporada más cara del año. Aprendí eso durante mi niñez en la granja de mis abuelos. Durante la siega, se necesita comprar más gasolina, se contratan más personas, se invierte todo para que la mies del campo sea segada antes de que el clima la arruine. Por ese motivo, se necesita una cosecha financiera, a fin de cosechar almas. ¡Recoger la cosecha espiritual tiene un alto costo! Lo cual no será un problema, pues la misma unción que trae a manifestación la cosecha espiritual, será la que traiga la cosecha financiera. Ambas semillas se multiplican a causa de LA BENDICIÓN que fluye para nosotros y a través de nosotros; la cual proviene del Señor de la cosecha. Así que súbase las mangas espirituales, y trabaje en ambos reinos. Prepárese para gozar el mejor tiempo de su vida. Si nunca se ha visualizado como un segador, comience hoy mismo. Renueve su mente con la verdad de la Palabra. Atrévase a creer que el Señor de la cosecha lo está llamando —sí, ¡a usted!— para que ayude a recoger la cosecha de los últimos tiempos. Él nos está hablando: Hasta ahora me han conocido como el Señor de su semilla. Me han conocido como el proveedor de su pan. Pero deseo que me conozcan como el Señor y el Ministro de la cosecha.
Misterios revelados
Estoy convencido que Jesús se lo está declarando a cada creyente que se encuentre dispuesto a escuchar en estos tiempos. La mies está madura, y Él está buscando por todos lados a aquellos que lean la Palabra, se afiancen en Sus promesas de bendición, y obtengan su cosecha por fe. Él está buscando receptores valientes que no se retiren por la duda, sino a aquellos que estén dispuestos a saltar del camión con el resto de segadores y se dirijan a los campos. El Señor habló mediante una profecía en el año 2006, en la Convención de creyentes de la Costa Oeste, y declaró que todos los que respondieran a Su llamado, serían equipados con revelación, y que Él los ayudaría para llevar a cabo la obra. El Señor afirmó:
La unción causará que la revelación fluya de manera más intensa, más clara, más detallada y más rápida. Por tanto, los misterios de Cristo serán revelados en estos días como nunca antes. Y las personas dirán: “¡Qué sencillo es! ¡Qué maravilloso!”. Aleluya. Así es y seguirá siendo, pues llegó el momento en que todas las personas vean Mi gloria. Toda la Tierra será llena. Amén. Éste es el día y la hora para aquellos que están comprometidos, que ponen en primer lugar la Palabra y que permanecen firmes en ella. La revelación fluirá de forma continua en sus vidas, y será cada vez más y más dulce mientras, pasen los días. ¡Son los tiempos de la cosecha!
Todo será más intenso. Algunos de ustedes experimentarán el fluir y el derramamiento tanto en la unción para ministrar a las personas, así como también en el ámbito financiero. Y la abundancia no surgirá a causa de más trabajo o esfuerzo, sino por el gran fluir del Espíritu Santo. No será el resultado del esfuerzo propio o algo parecido, sólo por Mi Espíritu. Mi poder y la revelación de Mi amor alcanzarán un nivel y un plano jamás visto, ni comprendido por los miembros del Cuerpo de Jesucristo.
Recibirán la revelación de los secretos de la fe y del poder. ¡Aleluya! Descubrirán cuál es el glorioso conocimiento en el Espíritu Santo, y cómo andar en la unción que causará que las personas reciban a Jesús como su Señor y Salvador. Y que lo reconozcan como su Sanador, su Proveedor financiero, y como quien los bautiza en el Espíritu Santo. Y podrán ayudar a otros para que reciban a un nivel más alto, y será como si: fuera “lo más sencillo de realizar”, y así es. Usted dispondrá de la unción de una manera fácil y sencilla. ¡Aleluya! Un tiempo de gran derramamiento. Está aquí, ya está obrando. Así que salten, sumérjanse, y disfruten nadando en los tiempos que se aproximan.
Jesús es el Sumo Sacerdote y el Director Ejecutivo de las finanzas del cielo, ¡y ahora es el tiempo de la cosecha en el reino de Dios!