Por Mario Serrano
“De cierto os digo, que si tuvieres fe como un grano de mostaza, diríais a este monte pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (San Mateo 17:20)
Hay un tiempo para orar y otro para hablar declarando las promesas de Dios en nuestras vidas. También hay un tiempo para ejercer autoridad en el nombre de Jesús y ordenar a las circunstancias que se coloquen y alineen a la voluntad del Señor.
Jesús pasaba tiempo en oración, hablando con su padre celestial. Pero luego ante determinadas circunstancias solo daba la palabra o la orden y los milagros ocurrían.
…”Y vinieron a él y le despertaron diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es este, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?” (Lucas 8:24-25)
Lo mismo ocurría con los los discipulos de Jesús, según vemos en el libro de los Hechos de los apóstoles. Puedes ver algunos ejemplos en el capítulo 3:1-10; 9:32-34; 9:40-41; 13:9-11. Estos son solo algunos ejemplos de cómo se conducían en este aspecto Jesucristo y la iglesia primitiva.
La declaración de fe es efectiva solo cuando está de acuerdo a la voluntad de Dios.
El Señor te ha dado autoridad y poder para hablar a las circunstancias adversas y ordenarles en el nombre de Jesús que se sometan a la voluntad de Dios.
Háblale a la enfermedad, la escasez, a tu matrimonio destruido, a las finanzas quebradas, a las fuerzas de oposición que se levantan contra ti, al fracaso, el temor, la incredulidad, los pensamientos destructivos y toda artimaña del enemigo que viene contra tu vida y familia.
No te sometas a las circunstancias, en cambio, sométete a Dios, ejerce autoridad, resiste al diablo y este huira. (ver Santiago 4:13).
Oremos y declaremos juntos asi:
Padre celestial gracias por enseñarme a través de tu palabra como conducirme para tener victoria espiritual
Le hablo ahora a todo poder de oscuridad y del mal que trae enfermedad a mi vida, angustia, depresión, ataques de pánico, pensamientos destructivos, temor, escasez, división familiar, fracaso o que se manifieste de cualquier otra forma y manera.
Le ordeno que se vaya de mi vida ahora mismo en el Nombre de Jesús.
Declaro que en Cristo Jesús soy victorioso, amado, fuerte, próspero, saludable, lleno de vitalidad y fuerza, soy sabio y dotado de toda capacidad para emprender cosas nuevas y abrir caminos donde no los hay.
Recibo, poseo y alcanzo en este tiempo mucho más de lo que creo y entiendo según el poder que actúa en mí. En el nombre de Jesús, amen.
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