Cuando te rendiste ante la Presencia del Todopoderoso, pudiste experimentar un estado de indefensión y fragilidad que te hizo darte cuenta que ante su Majestad, eres simplemente nada, una partícula pequeña ante su Soberanía; mientras ÉL te fue transformando y cambiándote incluso el nombre, y te ciñó de fuerza, poder, gloria y nuevas vestiduras, empezaste a crecer; pero siempre con un inmenso quebranto al recordar de donde te sacó.
No pierdas ni un instante de ese tiempo, no permitas que los afanes del mundo te arrastren a ser nuevamente como antes.