Oramos, Señor, con tu palabra, en Salmos 81, versos del 1 al 5, versión Reina Valera:
“Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra;
Al Dios de Jacob aclamad con júbilo.
Entonad canción, y tañed el pandero,
El arpa deliciosa y el salterio.
Tocad la trompeta en la nueva luna,
En el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne.
Porque estatuto es de Israel,
Ordenanza del Dios de Jacob.
Lo constituyó como testimonio en José
Cuando salió por la tierra de Egipto”.
Señor, te alabamos con alegría y cantamos por las grandes bendiciones que nos has otorgado. Nuestros hombros están ligeros porque Tú, Señor, nos has dicho con fuerte voz que has aliviado el trabajo duro, has librado las cargas de nuestros hombros, liberándonos de trabajos forzados que antes realizábamos y de los pesos espirituales que cargábamos y a cambio, nada de nosotros nos has pedido, gracias, Señor, pues eres nuestra fuerza día a día.
Te alabo, Señor, al son de la alegría, de la música compuesta en tu honor por acción de tu Santo Espíritu. Te doy gracias infinitas por el amor que nos haces sentir a cada uno de tus hijos. Nos acogemos a tu sombra y obedecemos tus mandatos para gozar junto a ti la gloria eterna.
Por tu amor infinito nos salvaste cada vez que las angustias invadían el alma, cada vez que dirigíamos los ojos a ti, cada vez que te llamamos escuchaste Señor y la carga se hizo menos pesada. No nos cansaremos de alabarte y rendirte culto celebrando alegremente las fiestas en tu honor. Así como le diste este mandamiento a José en Israel, así celebramos nosotros en todo momento, dedicando nuestros días a alabarte, conocerte a través de tu Palabra y seguirte en nuestro caminar.
Alabado sea el Señor por todas las naciones del mundo. Que tu Nombre se extienda en toda la tierra, debajo de la tierra y más allá del cielo. Nos diste el dominio de todas las cosas creadas por ti para que vivamos alegres, con honor y dignidad, glorificándote por siempre. Señor, danos fortaleza y sabiduría para seguir tus mandatos día a día, irradiando amor a todos los que nos rodean y ven en nosotros tu obra maravillosa. Sólo te pedimos que no nos abandones, somos tu pueblo y ovejas de tu prado. Te alabaremos por siempre cantando tus alabanzas. Grande eres y digno de suprema alabanza, entre voces de alegría nuestro pueblo canta alegre en tus fiestas.
Igualmente hemos escuchado tu advertencia, comunicado tu mensaje a todos los pueblos y obedecido fielmente para gozar de tu promesa eterna. La que guardo celosamente en mi corazón, desde que leí los versos 6 al 10 de este salmo tan poderoso:
“Oí lenguaje que no entendía;
Aparté su hombro de debajo de la carga;
Sus manos fueron descargadas de los cestos.
En la calamidad clamaste, y yo te libré;
Te respondí en lo secreto del trueno;
Te probé junto a las aguas de Meriba. Selah
Oye, pueblo mío, y te amonestaré.
Israel, si me oyeres,
No habrá en ti dios ajeno,
Ni te inclinarás a dios extraño.
Yo soy Jehová tu Dios,
Que te hice subir de la tierra de Egipto;
Abre tu boca, y yo la llenaré”.
Tú nos dijiste abre tu boca y yo te satisfaré. Creemos en ti Señor nuestro Dios, Único y Salvador del mundo. Por nuestra obediencia estamos salvados. Seguimos por tu senda con amor y paz alabando tu nombre, fieles a tus preceptos que no son más que amor hacia nosotros tu pueblo. Te seguimos con ese mismo amor que tú nos das, confiando en tu palabra.
Has vencido a nuestros enemigos, los has humillado, los has reducido al polvo. También castigando a los hombres que no creen en tu amor y misericordia ni en tus leyes eternas ni en tu luz divina. Te alabamos Señor por darnos fuerza cada día para ser obedientes a ti. Alabado seas por siempre.
Señor de bondad, Padre amado acompáñanos siempre con la fuerza de tu amor. Danos la miel silvestre y el trigo para alimentarnos en ti, siendo siempre fieles, obedientes, con paz y prosperidad, alabándote con gozo para tu gloria, todas las naciones de la tierra, hasta el final de los días y en la Gloria eterna de nuestro Señor Jesús.