Devocionales

Sé VALIENTE, el Señor tiene el control de nuestra vida.

El miedo puede bloquearte o destruirte. En las épocas difíciles, a menudo nos paraliza el temor a lo desconocido. El temor es creer una mentira, escuchar voces negativas y no confiar en La Palabra de Dios. Como dice mi querido amigo Manley Beasley, la fe es “creer que es así cuando no lo es, para que pueda serlo porque Dios lo dijo”. La fe es el temor que ha orado.

En la historia de Rut, encontramos una situación donde el temor podría haber destruido a dos mujeres y hasta el curso de una nación. Aunque Rut es una historia de increíble valor, en los primeros versículos encontramos una mujer que se enfrenta a una vida eclipsada por la muerte. Es una historia de hambre, dolor e incertidumbre.

Ya sea ante la muerte de un hijo, el fin de un matrimonio o de un sueño, muchos deben enfrentarse a un futuro incierto.

La historia de Rut ocurre durante la época de los jueces y comienza con tres funerales y un período de hambruna. El período de los jueces fue deprimente. Ahora, la depresión se volvió personal. La oscuridad rodeaba a estas mujeres por todas partes. La muerte de sus esposos dejó a Noemí y a sus nueras, Orfa y Rut, sumidas en el dolor. La muerte suele hacer que lo desconocido parezca insoportable. Las emboscadas emocionales son reales.

La historia de Rut nos alienta a ser valientes. Tendría que ser un rayo de esperanza para cualquier etapa difícil. Nos dice que Dios domina y predomina. Nos recuerda que Él sabe lo que sucede en la vida, por más insignificante que parezca.

Si alguna vez sufriste la muerte de un ser querido, no te costará identificarte con la historia de Rut. Este relato de duelo se transforma en una crónica de bendición. Ni Noemí ni Rut lo sabían en ese momento. Rut era una moabita casada con un israelita de Judá.¿Qué haría luego de su muerte? Las malas noticias no dejaban de acosarla. La muerte, la oscuridad, el dolor, el temor y el sufrimiento formaban parte de su dieta cotidiana. Sin embargo, todo tiene su propósito en la economía divina.

Para empeorar las cosas, su suegra y su cuñada también estaban de duelo. Noemí decidió regresar a Belén, el pueblito que habían dejado atrás con su esposo Elimelec debido al hambre. Rut estaba decidida a ir con ella. Esto requería valentía. No era una decisión fácil. No tenían forma de ganar dinero. Dos mujeres que viajaban solas podrían haber sido asaltadas y dejadas muertas en un callejón o un valle oscuro. Recordemos que Belén había sido el escenario de una violación en pandilla (Jueces 19). Y como Rut era una moabita aborrecida, ningún judío habría sentido la obligación de ayudarla.

Es irónico que Belén signifique “casa de pan”. Noemí y su familia habían abandonado su hogar porque no había pan. Ahora, cuando Noemí y Rut regresaron a la tierra prometida de Dios, comenzaba la época de cosecha.

Quizás atraviesas un período de sequía. Tu vida puede estar agobiada por la sequía sea financiera o espiritual; pero anímate. Rut nos recuerda que hay esperanza en los momentos más oscuros.

Toda la historia gira en torno a la respuesta abnegada de Rut a Noemí. Su disposición de seguir a su suegra les traería bendición a ambas y, en última instancia, a Israel y a todos los que creyeran. Rut demostró más fe que el pueblo de Israel de entonces.

Dios le dijo a su pueblo: “Mi presencia irá contigo dondequiera que vayas”. Rut le dijo a Noemí: “Dondequiera que tú fuertes, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré”. Dios dijo: “Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”. Rut dijo: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”. Rut demostró una fe increíble en medio de una tremenda prueba.

Aun así, Noemí no alentó a Rut a tener fe. En el viaje a Belén, fue quejándose de lo que le había tocado vivir. Ya no quería que la llamaran Noemí, que significa “placentera”, sino “Mara”, que significa “amarga”. Noemí creyó que Dios había sido injusto con ella, y lo acusó con el dedo. “Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?”. Noemí había levantado muros alrededor de su vida. No intentaba disimular sus heridas.

Es fácil asumir esta actitud, en especial en nuestra cultura obsesionada con los derechos personales, o si sientes que no te ha tocado una tajada del sueño americano. “El mundo está en deuda conmigo”. “Merezco algo mejor”. “Debería tener más”. Cuando la vida te golpea con lo inesperado, puedes decidir responder como Noemí o como Rut.

Al referirse a Dios como “Jehová”, su nombre del pacto, lo acusó de no cumplir su palabra. Creía que Dios había dirigido mal su vida. Sin embargo, Rut se sobrepuso a la actitud de su suegra y no dejó contagiarse por la amargura. Actuó con valentía, aunque no tenía ninguna promesa de bendición a qué aferrarse. No tenía esposo, hijos, ni manera de ganarse el sustento. Sería una extraña en tierra lejana.

A medida que avanzó la historia de esta mujer (y la provisión soberana de Dios), ella tuvo que encontrar la manera de subsistir. Mientras Rut espigaba “por casualidad” en los campos, Dios usó a un hombre llamado Booz para representar la gracia: “Y dio la casualidad de que el campo donde estaba trabajando pertenecía a Booz”(2:3).

Él le permitió a Rut que espigara en su campo. Incluso se ocupó de que tuviera agua y provisiones, porque se había enterado de su amor por Noemí. Les ordenó a los segadores que espigaran las gavillas y que dejaran caer algo de cebada para que Rut tuviera más comida.

Ella le dijo: “¿Cómo es que le he caído tan bien a usted, hasta el punto de fijarse en mí, siendo sólo una extranjera?”. “Ya me han contado” le respondió Booz, “todo lo que has hecho por tu suegra desde que murió tu esposo; cómo dejaste padre y madre, y la tierra donde naciste, y viniste a vivir con un pueblo que antes no conocías. ¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho! Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces”(2:10-12).

Rut preguntó por qué había hallado gracia, que es “el favor y la misericordia inmerecidos de Dios para los suyos”. Rut reconoció que Booz era un hombre piadoso y, a su vez, él reconoció la fe de esta mujer en Dios. El Señor usó a este hombre para cambiar el rumbo de las vidas de Rut y Noemí. La esperanza asomó en el horizonte cuando Booz se interesó en Rut y la cuidó.

En Génesis 38 y Deuteronomio 25, aprendemos que era fundamental la preservación del nombre familiar. Si un hombre moría sin heredero, se tomaban medidas para asegurar que alguien continuara su nombre y heredara su propiedad. Dios exigía que la viuda se casara con uno de los parientes de su difunto esposo. Ni Noemí ni Rut tenían un heredero, así que Rut apeló a Booz para que fuera su pariente cercano. Ya no se vestiría de luto. Era hora de dejar atrás el pasado. Primero, se colocó bajo el ala protectora de Dios, y luego bajo el cuidado de su redentor, Booz.

Rut no quiso pasar el resto de su vida revolcándose en el dolor y la autocompasión. En cambio, le puso acción a sus oraciones y obras a su fe. Esa noche, acostada a los pies de Booz, se colocó en una posición de sumisión y rendición, en primer lugar a la voluntad de Dios para su vida. No leas esta parte de la historia con ojos del siglo XXI. Léela en el contexto de la época y del pacto. Rut es un modelo de piedad, audacia y fe. Se acercó a Booz y dijo: “Gracias por orar por mí, pero seamos sinceros, eres mi pariente redentor. Es tu obligación cumplir el pacto. Booz, eres la respuesta a nuestras oraciones”. La fe exige valentía. Se arriesga y actúa según La Palabra de Dios.

Hace varios años, conocí a una mujer maravillosa. Terri y yo estábamos en Nueva México para hablar en una conferencia, y conocimos a una mujer increíble llamada Rose. Es una misionera de los Bautistas del Sur en los Estados Unidos. Cuando relató su historia, comenzamos a llorar. Más que una sobreviviente, Rose es una vencedora. Florece en el desierto. Refleja la abundancia de Cristo en una reserva de la tribu navajo. Sus amigos y su familia la llaman “Señora Moisés”.

Rose proviene de la tribu navajo, y su nombre significa “me tomo mi tiempo para nacer”. Sus padres eran alcohólicos. Su madre murió cuando Rose tenía 13 años. El 4 de marzo de 1964, se dirigió con su hermana de 8 a buscar la casa de unos tíos, sin saber que se aproximaba una ventisca de nieve. Las muchachas se bajaron en la parada del autobús y comenzaron a caminar. En el camino, se desató la tormenta. Las chicas no tenían abrigo para semejantes condiciones climáticas. Las hermana de Rose murió esa noche. Al día siguiente, encontraron a las hermanas en un banco de nieve de más de un metro de alto junto a los perros de su tío. Rose dijo: “Hacía muchísimo frío. Se me estaba congelando el cuerpo. Mientras dormía, muerta de frío, escuché una voz. Vi una pizarra enmarcada, que tenía algo escrito. Decía: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. Nunca antes había visto ese pasaje. Nunca había leído La Biblia”.

Estuvo en coma durante tres días, sin saber que su hermana había muerto. La hospitalizaron durante dos meses y medio, porque tenía heridas severas en los pies a causa del frío. Un viernes, Rose escuchó que un médico decía que le amputarían el pie. Hasta entonces, había tenido las piernas tapadas y no las había visto. Se miró el pie izquierdo: tenía el tamaño de una pelota de fútbol. Acostada sobre la almohada, Rose oreo en lugar de su madre: “Dios, salvaste mi vida del clima helado. Te acepto. Quiero seguirte cueste lo que cueste. Caminaré contigo. Creo de verdad. Por favor, sana mi pie”. Cuando el doctor le revisó el pie ese domingo, estaba sano.

Una vez que salió del hospital, se fue a vivir con sus tíos, pero no estaban de acuerdo que hubiera adoptado la “religión del hombre blanco”. Acabaron por echarla de su casa, pero el pastor de la iglesia misionera bautista la aceptó en su hogar.

Rose nunca se casó. “Mi ministerio está con los navajos”, dice. Vive en la reserva, ministrando a Cristo a estas personas. Enseña una clase semanal a mujeres y adolescentes navajos porque quiere que puedan leer La Biblia en su lengua nativa. Rose invierte mucho tiempo yendo de puerta en puerta para compartir el amor de Cristo. Gracias a su testimonio fiel, el padre de Rose aceptó a Cristo y muchos de sus parientes conocen ahora al Señor. Hoy, sigue comunicando su fe y está grabando el Nuevo Testamento en navajo.

Puede surgir vida de la muerte. Rut y Booz se casaron y tuvieron un hijo, Obed. Fue el padre de Isaí, quien engendró a David. El pueblito aletargado de Belén se hizo famoso. La “casa de pan” sería al fin el lugar donde nacería el Pan de vida. Rut pasó a formar parte de la genealogía de Jesucristo (Mateo 1:5).

Podemos enfrentar con valentía un futuro incierto, un gran pérdida o una tragedia y dolor inesperados, cuando sabemos que nuestro Padre celestial se ocupa de nosotros y transforma la muerte en vida.

Por Michael Catt

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