Dios quiere que vivas experimentando su presencia cada día, que por medio de su Espíritu Santo puedas recibir toda la plenitud de Dios. Jesús lo hizo posible, y Él vive en ti. Búscalo con hambre para vivir en la herencia del Señor.
Salmo 16:5-6 “Señor, solo tú eres mi herencia, mi copa de bendición; tú proteges todo lo que me pertenece. La tierra que me has dado es agradable; ¡qué maravillosa herencia!”.
En la presencia de Dios tenemos nuestra herencia de bendiciones. Cuando invitamos, buscamos y ponemos en primer lugar vivir en la presencia de Dios, Él se encarga de protegernos. Su preciosa herencia se manifiesta. Cuando los 120 discípulos se unieron para esperar la promesa del Espíritu Santo, se mantuvieron en oración hasta recibir la promesa, que vino como un viento recio que llenó todo el lugar, los bautizó con fuego santo, les dio dones y pudieron expandir el reino de Dios en la tierra.
En su presencia hay plenitud de gozo, hay sanidad, milagros, sabiduría. Lo que necesitamos está en su presencia manifestada. Para atraerla debemos tener hambre y sed de ella. Debemos obedecer y hacer todo lo que Dios nos dice, dejando lo que no procede de su voluntad. A medida que procuremos llenarnos en adoración, con oración y hambre, seremos llenos cada día más, e investidos para poder lograr aquello que Él nos ha llamado.
Hagamos esta oración:
“Padre hoy decido vivir en tu presencia como mi prioridad. Perdóname, y límpiame de todo pecado, dame fuerzas para alejarme de lo que no te agrada. Recibo de tu presencia milagros, sanidad y vida en abundancia en el nombre de Jesùs. Amén
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