Por Mario Serrano
Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios.
(Proverbios 30:8,9)
El desequilibrio conduce al caos. El equilibrio en cambio produce armonía. Las leyes de la naturaleza son regidas por una armonía establecida por el Creador, cuando el hombre intenta quebrantarlas se producen desordenes que ponen en peligro el ecosistema.
El sabio Agur dijo: No me des pobreza ni riquezas; Manténme del pan necesario. Es decir dame equilibrio.
Cuan doloroso es ver la pobreza y la necesidad de las cosas elementales en la vida de algunas personas. La pobreza es sinónimo de carencia, falta de alimentación, incapacidad de aprendizaje en los niños a causa de la desnutrición, un futuro incierto etc.
Dios no quiere que sus hijos vivan en la pobreza. 2 Corintios 8:9 LBLA dice:
“Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos”.
Cuando oímos y recibimos la palabra de Dios, comprendemos su voluntad, sembramos para su obra, y el Señor conforme a sus promesas comienza a beneficiarnos y bendecirnos económicamente, es un gran error, dejar luego de lado al Señor, a causa de tantas ocupaciones y compromisos que hemos asumido.
La riqueza en sí, no es pecado, es una bendición. Pero se transforma en maldición cuando ocupa el lugar de Dios. El dinero en el bolsillo es bueno, pero es malo cuando este gobierna nuestro corazón. La persona que solo piensa en los bienes materiales, toda su vida gira en torno a sus ansias de tener más y más.
En cambio aquellos que valoran los bienes espirituales por encima de lo material, y alcanzan una perspectiva equilibrada, se transforman en hombres y mujeres plenos, que han aprendido a gozar y a disfrutar lo que tienen y aunque alcancen mayores riquezas, sus corazones se mantienen enfocados en Cristo, comprendiendo que nuestra mayor bendición en esta vida es ser hijos de Dios.
Oremos así: Señor dame equilibrio en cada área de mi vida, para ser pleno y bendecido. Tu palabra trae armonia a mi vida. Que mi corazón siempre este enfocado en ti. Que ninguna persona o bienes materiales aparten mi mirada de ti y de las riquezas eternas. Mi mayor tesoro eres tu Señor, por eso declaro que mi corazón está plenamente afirmado en ti.
Todo lo que necesito para esta vida viene de tu mano y de tu provisión abundante. Creo en tu promesa de abundancia y siembro generosamente para que el mensaje de Cristo sea conocido en todo lugar. Ayúdame a servirte con mis bienes, a ser dadivoso y compartir con los que necesitan. Lo pido creo y recibo en el nombre de Jesús, amen.