Todos tenemos un pasado. Algunas veces, ese pasado puede ser una fuente de alegría. Pero en otras ocasiones, puede ser una fuente de dolor y tristeza. Cuando nos aferramos al pasado, nos impide avanzar en la vida y alcanzar nuestras metas. Dejando atrás el pasado, podremos sanar nuestras heridas y tomar el control de nuestro futuro.

Si seguimos aferrados al pasado, nunca podremos perdonar y sanar. Debemos recordar que Dios nos ama y siempre está dispuesto a ayudarnos a superar nuestras dificultades. Debemos confiar en Él y en su plan para nuestras vidas.

Dejar atrás el pasado puede ser difícil, pero es necesario si queremos vivir una vida plena y satisfactoria. Debemos aprender de nuestras experiencias, pero no permitir que nos definan. En su lugar, debemos confiar en Dios y avanzar con fe y esperanza hacia el futuro que Él tiene para nosotros.

Oración: