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LA BÚSQUEDA DE LOS SIGLOS
A través de los siglos el hombre ha estado buscando para encontrar la dimensión perdida de su ser. Han preguntado cuestiones serias, pero han fracasado a la hora de encontrar respuestas satisfactorias. Preguntas como estas: ¿Cual es la razón de mi vida? ¿Por qué nací? ¿Cual es mi verdadera identidad y donde puedo encontrar mi verdadero valor? ¿Que es ese gran vació en mi vida y donde puedo encontrar satisfacción?. Para empezar a comprender estos problemas tenemos que ir a la Palabra de Dios y preguntar: ¿Que es el hombre? ¿Por que fue creado? ¿Que es lo que fue mal?
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Adán fue un ser único, hecho por Dios del polvo de la tierra (Génesis 2:7). Fue hecho un poco menor que los ángeles y por ello sujeto a la muerte, pero mucho más superior que los animales. El hombre no solo poseía increíbles poderes de razonamiento y la capacidad de reflejar el carácter moral de Dios, sino que también poseía la perspectiva de ser inmortal (Hebreos 2:5-8).
Le fue dado un cuerpo tan maravilloso que sus misterios siempre dejarán al hombre sorprendido de las cosas que conocen acerca de el, pero siempre investigando para comprender las cosas que no conocen (Salmo 139:13-16).
Con todas sus maravillas fue constituido para cosas mas altas, porque dentro de ese cuerpo Dios soplo su propio aliento y el hombre fue un alma viviente (Génesis 2:7). Contenida dentro de su cuerpo ahora había una vibrante personalidad capaz no solamente de vivir, sino de amar y servir a su Creador.
Pero sobrepasando todo ese esplendor, había una dimensión añadida que le hizo superior a los animales. Le fue dado un espíritu en el cual podía contener una medida de su Creador; una capacidad y una habilidad, no solamente de tener comunión con Dios, sino también de gobernar sobre su creación con poder y autoridad.
Porque Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y se enseñoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias de toda la tierra y en todos los animales que se arrastran sobre la tierra” (Génesis 1:26).
¡Esta era la gloria del hombre! Este era el gran honor al que fue nombrado y del cual cayó. Aunque fue avisado por Dios que la desobediencia le traería muerte, fue persuadido a dudar. Al pecar las tinieblas de la muerte arrojaron oscuridad en el espíritu de Adán y en ese momento Dios desalojó el tabernáculo de su ser. Incluso peor, Adán fue desterrado del paraíso, “para que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre.” (Génesis 3:22-24).
El día antes que el cayera, todo su ser estaba saturado con una presencia divina, no solamente reflejaba la imagen de su creador sin ningún esfuerzo, sino que había ejercido fácilmente su autoridad sobre su creación.
El día después empezaría a comprender la terrible verdad. En lugar de la presencia y el poder de Dios en el; ahora solo había una terrible y dolorosa soledad; en lugar de la intima unión con Dios que le hacia andar en perfecta confianza, ahora tiene la conciencia de ser una entidad separada. ¡El era un yo! Pero solo esto, revolviéndose en las profundidades de su ser había una fuerza oscura de maldad, era el poder del pecado. El era ahora, por naturaleza, un hijo de ira (Efesios 2:1-3).
Como “Cabeza Suprema” de la raza humana, Adán no solamente había traído el pecado al mundo, y sobre todos sus descendientes, sino que ellos también serian malditos con la terrible confusión de un yo independiente. A ellos también se les negaría la gloria de Dios. Sus descendientes serian perpetuados a través de los siglos, pero tristemente perpetuados en su imperfección.
A través de los siglos el hombre solamente ha tenido vislumbres de su gloria perdida. La capacidad para conocer nuevamente la maravilla de Dios dentro de ellos no podía ser posible hasta que otro Adán viniera después en la escena del tiempo. El no solamente los redimiría de la condición de su caída, sino que con su poderoso Espíritu vivificador, les traería de vuelta a una viva relación con Dios. Con ello vendría la esperanza de recobrar la gloria perdida.
Juan dijo de Jesucristo: “Y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Irrumpiendo de la eternidad en el tiempo vino Jesucristo, el Hijo de Dios, no solo a revelar la gloria que Adán había perdido, ¡ sino también para restaurarla ! El mostraría al hombre la plenitud de la vida que Dios había querido que disfrutaran, la razón por la que ellos habían nacido, y la gloria de un ser humano lleno de Dios.
Mas tarde Jesús daría su vida sin mancha como precio del rescate por la humanidad (Mateo 20:28).
Al someterse a la muerte El tiene que confiar que su Padre le levantaría de ese poder. Jesús sabia que después de su resurrección Dios liberaría su Espíritu en millones de personas.
La oración de Jesús ya ha sido en parte contestada en tu vida, pero ahora ha venido el momento para un avance mas profundo. Jesús oro:
“No ruego solo por ellos (sus primeros discípulos).Ruego también por los que creerán en mi por medio del mensaje de ellos, para que todos ellos sean uno, Padre, así como tu estás en mi y yo en ti. Permite que ellos también estén en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado. Les he dado la gloria que me diste, para que ellos sean uno: Yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen una perfecta unidad, para darle a conocer al mundo que tú me enviaste y los has amado a ellos tal como me has amado a mí. Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy, y que vean mi gloria, la gloria que me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo.”
(Juan 17:20-24, Nueva Versión Internacional).
Jesús no oró solamente para que tú vieras la gloria, sino para que también la compartieras ahora. Por tanto, comienza a confesar tu fe de que “Dios está en Cristo y Cristo esta en mi, por el poder del Espíritu Santo, de tal manera que en esta unión con Jesús puedes estar completo” (Colosenses 2:6-10). La plenitud es gloriosa posibilidad (1Tesalonicenses 5:23).
Juntamente con tu confesión de fe tiene que haber la continua negación de tu yo, porque habiendo recibido la naturaleza de Dios, que es amor, ahora tienes que hacer mas espacio para El, negando tu viejo yo, que se ama a si mismo. El resultado será una gloria creciente.
Al entregarte totalmente a Dios Su poderoso poder arreglará todas las circunstancias de tu vida de tal manera que serás moldeado y hecho como Jesús (Romanos 8:28-29). Solamente cuando presentes todo tu ser a él como un sacrificio vivo, podrá El restaurar la perfección perdida y mostrarte el propósito de tu vida, la razón de haber nacido.
Solo Dios puede asegurar que el Cristo que está en ti como la esperanza de gloria, será en ti una resplandeciente y gloriosa realidad (Colosenses 1:28). Así que si quieres descubrir tu razón de ser, si quieres conocer tu verdadera identidad y disfrutar tu peculiar destino en este mundo y en el siglo venidero este es el precio. ¡Pero que pequeño es este precio comparado con el más eterno peso de gloria que se puede ganar!
Pocos cristianos han sido llamados por Dios para sufrir como el apóstol Pablo, y aun así el resume sus caminos ordenados por Dios con estas palabras, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
A causa de la brevedad de nuestros días el apela a todos los cristianos, “Así que, hermanos os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:1-2)
Dios entonces podrá sacar la máxima gloria de la pequeña chatarra de tu humanidad. No solamente otros disfrutarán del máximo beneficio por que has nacido, sino que tu mismo experimentaras la máxima realización. Seguro de que esto no es tanto un precio a pagar sino mas bien un privilegio inmenso. Esto es encontrar la dimensión perdida de la vida. ¡Es lo que el hombre ha estado buscando a través de los siglos!
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Antes de que te encuentres abrumado por la maravilla de todo esto, déjame que te traiga de vuelta a la tierra recordándote que tu vida fue planeada en el eterno propósito de Dios, incluso antes de que Dios pusiera la fundación del mundo (Efesios 1:3-6). Dios nunca deja su trabajo sin terminar. Puedes decir junto con el Rey David:
“El Señor cumplirá Su propósito en mi.” (Salmo 138:8)
“Hasta que todos lleguemos… hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13) |
Capitulo 13 La realidad de la vida
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