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LA REALIDAD DE LA VIDA
Que triste es que tantos creyentes no sepan gozar de todo el significado del sencillo, pero al mismo tiempo sublime secreto de la Santa Cena. Fielmente ellos obedecen Su llamada de recordarle en el partimiento del pan. Con gratitud traen a la memoria la cruz donde Cristo murió por sus pecados de acuerdo a las Escrituras.
Con esperanza miran hacia el glorioso día de Su venida cuando “beberán de nuevo….en el Reino de [Su] Padre” (Mateo 26:29) pero tristemente, a menudo se olvidan que esto tenia un propósito mayor que un acto de conmemoración, tenia que ser un servicio de comunión, un tiempo de comunicación sobrenatural. |
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La fe sencilla tiene que mirar más allá de los símbolos. La fe tiene que extenderse para recibir la vida y virtud del Hijo de Dios. La fe tiene que tomar el pan y el vino y con adoración decir: “Así como mi cuerpo recibe y asimila estos emblemas de amor, así también mi espíritu asimila la misma vida de Dios.”
Recordar a Jesús en el partimiento del pan tiene que ser algo más que obedecer una ordenanza divina. La inspiración y la emoción pronto pasarán, mientras que la impartición de Su vida seguirá cambiándonos de gloria en gloria (2 Corintios 3:18).
Recordar un amor así es maravilloso, pero de la misma manera que muchas memorias, los efectos también pueden ser muy breves, especialmente si nuestra labor diaria es vivir y amar a aquellos que son indiferentes e incluso hostiles a Dios. Esperar un glorioso futuro puede ser una experiencia muy edificante, pero a menudo las dolorosas realidades de nuestras circunstancias presentes pueden hacernos caer a tierra de golpe.
Incluso cuando inclinamos nuestros corazones para adorar al Señor Jesús y contemplar con admiración su valentía de león para morir como un cordero. Pronto nos olvidamos y fracasamos al intentar seguir Su ejemplo cuando tenemos que enfrentarnos a las provocaciones y a la persecución.
Incluso cuando vemos la fuerza controlada de Su mansedumbre y nos damos cuenta que esa es la ternura que hereda la tierra, parece que nos pasamos la mitad de nuestras vidas luchando celosamente por nuestros derechos.
Si Moisés vio al pueblo de Israel ser sustentado con “comida de Ángeles” (Salmo 78:25), cuanto mas maravilloso es ser sustentado por la misma comida de vida eterna. Aquellos que comen la misma sustancia y sustento de la vida de Cristo seguirán viviendo por los siglos de los siglos. Ellos disfrutan de la comunicación por medio del Espíritu de los auténticos principios y virtudes de la humanidad de Cristo; la participación mística de la misma vida de Dios como meros seres humanos. Aquellos que asimilan la vida de Cristo son inmortales. Sus vidas son diferentes y por causa de El mueren diferentes y un día cantaran con exaltación:
“…Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque Tu fuiste inmolado, y con Tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra “
(Apocalipsis 5:9-10)
“…El cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12)
Nunca tenemos que olvidar que nuestra vida cristiana comenzó recibiendo el espíritu vivificador de Cristo en nuestros espíritus muertos (Efesios 2:1). Pero más importante aún es que la vida tiene que ser mantenida y sostenida continuamente por la fe sencilla sacando de la misma fuente sobrenatural.
A diferencia de todas las demás religiones que son el resultado de los hombres buscando a Dios, el cristianismo es una relación con Dios, pues El no solo busca al hombre, sino que comparte la vida de Su Hijo con ellos (Juan 3:36).
El Apóstol Pablo tuvo que alentar continuamente a las iglesias acerca del peligro de separarse de la fuente de sus vidas, que era la unión con Cristo. Continuamente les advirtió que no se movieran de la sencillez del evangelio, sino que de la manera en que al principio recibieron a Cristo Jesús por la fe, así también deben continuar recibiéndole por la fe (Galatas 3:3, Colosenses 2:6).
Ellos no solamente tienen que mantenerle por tener una relación con El, la oración y la instrucción de la doctrina, sino también por medio del partimiento del pan (Hechos 2:42).
Si la fuerza y el vigor espiritual han de ser mantenidos, entonces el recibir Su vida tiene que ser aún mas vital para nosotros que nuestro pan de cada día (Juan 6:48). Si Jesús nos advirtió, y no en términos dudosos, que sin El nada podíamos hacer, entonces es locura nuestra si intentamos, ya sea traer fruto o tratar de hacer cualquier servicio, con nuestra propia fuerza (Juan 15:4-5).
¿Por qué se nos advierte que examinemos nuestros corazones antes de acercarnos a su mesa? Porque hay dos peligros, el primero es un conflicto causado por nosotros mismos, y en segundo lugar, ¡castigo severo de Dios! (1 Corintios 11:23-33).
Cuando nos arrepentimos y creemos que la muerte de Cristo nos ha redimido del poder de Satanás y nos ha reconciliado con Dios, entonces somos regenerados al recibir Su Espíritu vivificador en nuestro espíritu. Ya no somos “hijos de ira” (Efesios 2:3), sino hijos de amor (1 Juan 4:7). En lugar de estar muertos espiritualmente ahora estamos vivos con la misma vida y naturaleza amorosa de Dios.
Pero el nuevo nacimiento crea inmediatamente un nuevo problema cuando el Espíritu de Cristo entra en conflicto con los viejos patrones de hábitos egoístas (Galatás 5:17). Si hay una continua negación del yo, entonces habrá una continua paz y poder, pero si el yo no es negado y puesto bajo la sentencia de muerte dada por Dios (Romanos 6:6), entonces el conflicto interno sin resolver producirá eventualmente depresión, enfermedad y posiblemente muerte.
Andar en amor es negarse a si mismo y vivir para otros (1 Juan 2:7-11). Andar en amor pone en línea el nuevo yo con la nueva naturaleza y el resultado es obvio: gozo, paz, felicidad, salud, vida abundante y un servicio fructífero. Vivir egoístamente no solo es pecaminoso sino peligroso.
El Apóstol Pablo advirtió a la iglesia de Corinto que su egoísmo era una descarada parodia de la misma mesa en la que ellos se estaban sentando. Se habían reunido para recordar el derramamiento de la sangre de Cristo por ellos, pero ellos mismos no estaban dispuestos a compartir el pan (1 Corintios 11:21-22).
Su vergonzoso comportamiento, totalmente falto de amor, no había discernido a sus hermanos como parte del cuerpo del Señor. Además, para añadir insultos a la injuria, no se habían dado cuenta de la verdadera implicación de discernir Su cuerpo en el partimiento del pan. Tal intrepidez tenia que haber llenado a los ángeles de asombro, pero peor aún es que todo esto eventualmente movió la mano de Dios para juicio.
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Nunca nos olvidemos de su amorosa invitación: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo, que por vosotros es partido” (1 Corintios 11:24), y bebamos de la copa recordando nuestro pacto sellado por Su sangre (1 Corintios 11:25).
En un día no muy lejano, nuestra fe será reemplazada por la vista. Le veremos tal como El es, pero hasta ese día no hay razón alguna para que nuestra unión con El no sea tan íntima y tan real que incluso ir al cielo sea solamente como un cambio de escenario. ¡Aleluya! ¡Ven pronto Señor Jesús! |
Capitulo 15 Sanidad Divina
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