Devocionales

Confiar y agradecer al Señor con el salmo 33

En este día, Señor, quiero alabarte y bendecirte, pues has hecho muchas cosas grandes por mi; cada vez que me inquieté; pensé que me habías apartado de tu presencia, pero solo bastó alzar mi voz a ti, para que tu acudieses en mi ayuda. Por eso ahora digo a todos que amen verdaderamente al Señor, pues a nadie deja abandonado, a todos nos sostiene con su diestra y cuida de los peligros. Den ánimo y valor a sus corazones todos los que confían en el Señor, pues Él es grande y compasivo. Como bien dice tu palabra en el salmo 33:1-3 en la Nueva Versión Internacional:

“Canten al Señor con alegría, ustedes los justos;

es propio de los íntegros alabar al Señor.

Alaben al Señor al son del arpa;

 entonen alabanzas con el decacordio.

Cántenle una canción nueva;

 toquen con destreza,

 y den voces de alegría”.

Me gustaría, Señor, llevar tu palabra a todas partes de la tierra, pues creo que tu Palabra es capaz de transformar cada corazón según tu voluntad, moldearlos, ablandarlos para recibirte en su interior o fortalecerlos para protegerlos de todo mal. Quisiera que todos cantaran este salmo, con júbilo en el corazón, llenos de agradecimiento por las maravillas que eres capaz de hacer con tu Poder. Bendice, Señor, los corazones que te acogen, que han abierto la puerta para que entres; que han conocido tu Palabra y han encontrado en ella el sentido de sus vidas; pues tu Palabra es verdadera y renueva la vida de los hombres, Tú, con obras, demuestras su fidelidad. Tú, Señor, amas lo justo y lo recto y tu amor llena toda la tierra. Con tan solo abrir el corazón ya podemos discernir las marcas de tu amor, la tierra podría estar llena de terrores y cosas amargas, pero contrario a eso, rebosa de dulzura, pues Tú, Señor, con muestra de tu poder has llenado hasta el último rincón con tu bondad. Pues por tu palabra fueron hechos los cielos y por el soplo de tu boca, todos los astros. Tú, Señor, juntas y almacenas las aguas del mar, según tu voluntad.

Por eso te honro cada día, Señor, porque con tu poder ordenaste todo y hablaste y todo fue hecho. Haces fracasar por completo los planes de los idólatras, pero en cambio, tus proyectos se mantienen firmes para siempre. Tú Señor, ves desde el cielo a todos los hombres, míranos a nosotros, Señor, y habla a nuestro corazón. Así como has creado a todo el universo, de la misma forma danos un corazón nuevo, que sea salvo, que te ame profundamente y que te conozca en verdad; transfórmanos como el alfarero que trabaja con el barro, si algo de nosotros sale mal, derrúmbanos, pues sabemos que con mucho amor y esmero nos volverás a formar, pues Tú deseas hacer de nosotros la pieza más bella de tu creación. Pues tú cuidas siempre a quienes te honran y confían en tu amor; constantemente nos salvas de la muerte y nos llenas de vida en épocas de hambre. Tal como el salmista lo relata en el verso 12 al 22 de la Nueva traducción Viviente para el salmo 33

“Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

 el pueblo que escogió por su heredad.

El Señor observa desde el cielo

y ve a toda la humanidad;

él contempla desde su trono

a todos los habitantes de la tierra.

 Él es quien formó el corazón de todos,

 y quien conoce a fondo todas sus acciones.

 No se salva el rey por sus muchos soldados,

 ni por su mucha fuerza se libra el valiente.

 Vana esperanza de victoria es el caballo;

 a pesar de su mucha fuerza no puede salvar.

Pero el Señor cuida de los que le temen,

 de los que esperan en su gran amor;

él los libra de la muerte,

 y en épocas de hambre los mantiene con vida.

 Esperamos confiados en el Señor;

  él es nuestro socorro y nuestro escudo.

En él se regocija nuestro corazón,

 porque confiamos en su santo nombre.

 Que tu gran amor, Señor, nos acompañe,

    tal como lo esperamos de ti”.

 

Por eso nuestra alma espera en el Señor, porque es grande, porque su misericordia no tiene fin, porque no deja de escuchar a los que lo invocan; en el Nombre Poderoso de Jesús, amén.

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