«Tú, Señor, eres mi escudo y mi fuerza; en ti confía mi corazón, pues recibo tu ayuda. Por eso mi corazón se alegra y te alaba con sus cánticos. Tú, Señor, infundes fuerzas a tu pueblo; tu ungido halla en ti un refugio salvador»
(Sal 28:7-8).
Nada puede derribarte, solo si tú lo permites, si abres portales con tu forma de pensar; ya Jesús te dio la victoria, él, libró la batalla por ti. Ya es el tiempo en que puedas comenzar a entenderlo, internalizarlo y reflejarlo.
Esfuérzate un poco más y, mira bien todo lo que el Señor te ha ofrecido, ya todo lo hizo para ti, solo falta que lo alcances y lo veas realizado en tu vida.
Te invitamos a escuchar esta hermosa reflexión, basada en la Palabra.
Esteban Correa.-
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