Devocionales

Orando a través de para tener una relación profunda con Dios con el Salmo 132

Señor, en mi corazón he atesorado tus palabras, en ti he puesto mi esperanza, pues sé que tus preceptos son justos. Tú amor me sirve de consuelo en los momentos difíciles y en ti confío eternamente. Me siento feliz en tus enseñanzas y por eso te alabo, Padre mío. Mi corazón anhela ser perfecto en tus leyes, pues tu Palabra es eterna y la has afirmado por encima de los cielos. Bendito seas por siempre, Señor, llénanos a nosotros de tu amor, de tu fuerza y de tu sabiduría; para poder comprender los designios de nuestra vida y caminar con la confianza de un adulto hacia tus brazos.

Como nos lo enseñaste en el Salmo 132: 8-10, Nueva Versión Internacional

Levántate, Señor; ven a tu lugar de reposo,

 tú y tu arca poderosa.

¡Que se revistan de justicia tus sacerdotes!

¡Que tus fieles canten jubilosos!

 Por amor a David, tu siervo,

 no le des la espalda a  tu ungido.

Señor, que podamos sentir tu presencia siempre en nuestras vidas, para ser transformados por tu voz, que nos habla directo al corazón. Quiero alabarte en cada uno de mis días, Señor. Pero que no solo mis palabras te alaben, sino que también mi corazón lo haga desde lo más profundo, lo mismo que mis manos y mis ojos, quiero alabarte transformándome a mí mismo, convirtiéndome en ofrenda agradable a Dios, como dice el apóstol Pablo que debemos ser. ¡Enséñanos a caminar a través de tu Palabra, Señor! Que nuestro corazón atesore tus palabras para que podamos crecer espiritualmente, como nos instruiste a través de 1 Juan 2: 12-14

Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.

Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio.

Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno.

Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.

Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio.

Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

Que bellas palabras nos dejas Señor, por influencia de tu Santo Espíritu. Todos comenzamos nuestra vida cristiana como hijitos, y desde el comienzo, ya tenemos la gracia salvadora de Dios; que siempre tengamos, Señor, la dicha de asombrarnos del amor que derramas en nosotros a través del perdón, pues Tú, Señor, por el inmenso afecto que nos tienes nos has salvado de la muerte y esto, es algo para regocijarse completamente. Nuestro Señor y Dios nos ama tanto, que nos adopta como sus hijos, para que gocemos junto a él en esta vida y en la próxima. ¿Cómo no podría yo agradecer toda mi vida a Dios por la gracia de la salvación? Pues el Señor ha cumplido sus promesas a mi vida y ha sido fiel.

Es tu promesa en el Salmo 132: 13 y 14

El Señor ha escogido a Sión;

su deseo es hacer de este monte su morada:

 «Este será para siempre mi lugar de reposo;

aquí pondré mi trono, porque así lo deseo.

Nuestro Padre es siempre digno de confianza, por eso hago de él mi refugio y mi consuelo en los momentos difíciles, pero también lo hago mi estandarte en cada día, junto a mi Señor voy cada día de mi vida, feliz por las grandes cosas que ha hecho en mi vida; pues la misericordia de Dios es un regalo del Padre, no un logro del hombre.

Sin embargo, Señor, Tú has querido que también tengamos una experiencia profunda de tu nombre, no solo en el perdón, sino a través de las escrituras, donde has plasmado maravillosamente tu sabiduría para nuestro crecimiento espiritual. Que la Palabra de Dios sea siempre el arma y la armadura para el combate; que sea la fuerza para andar el camino y la luz que guía, como una brújula que indica el norte, que tu palabra sea para nosotros la guía en medio del mar para siempre encontrar el camino correcto y seguirte; también que la palabra sea consuelo para los que sufren y confianza para quienes se sienten tambaleantes. Señor, que tu palabra nos conforte, enseñe y corrija; pero también que nos haga conocerte íntimamente y abrirte espacio en nuestros corazones, para así amarte profundamente como Tú nos amas a nosotros y que podamos crecer fuertes y frondosos como robles a través de los años; que no solo te conocen superficialmente, sino que Tú mismo, Señor, hayas afirmado nuestras raíces en una relación profunda y de comunión contigo. Te amo Señor y me proclamo fiel a tu Bondad, en el Nombre de Jesús, amén.

 

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