«¿Cómo pudiste?»gritó Helena. «¿Cómo pudiste hacer algo así?»
Tomás miró con impotencia a su esposa. Él había cometido adulterio, había enfrentado su pecado y le había pedido a su esposa perdón.
«Nunca planifiqué tener una aventura», dijo Tomás con lágrimas en los ojos.
Tomás no estaba mintiendo. Él sabía que estaba haciendo malas decisiones, pero no había previsto las consecuencias de sus actos. Después de casi una hora de suplicas, él dijo algo que ayudó a Helena a empezar a entender y eventualmente a perdonar.
«Te fui infiel desde antes de cometer adulterio.» Él habló de estar demasiado ocupados para pasar tiempo juntos, su actitud crítica, su falta de respuesta emocional, el no escucharlo cuando él hablaba acerca de los problemas de la oficina.
Es exactamente como trabaja Satanás. Empieza bombardeando nuestras mentes con patrones astutamente trazados de irritación, insatisfacción, dudas, temores y cavilaciones. El se mueve lenta y cautelosamente (después de todo, los planes bien diseñados toman tiempo).
Tomás empezó a dudar que Helena lo amara de verdad. Ella no lo escuchaba, y no siempre respondía a sus actitudes cariñosas.
Una de sus compañeras de trabajo lo entendió. Un día dijo, «Helena no se merece a un hombre tan cálido y atento como tú.» (Satanás también trabajó en ella). Cada vez que Tomás se alejaba un pasito del camino correcto, justificaba sus actos en su mente: Si Helena no me escucha, hay personas que lo harán.
Su compañera puso atención. Semanas después, él la abrazó y deseó poder sentir aquella respuesta cariñosa de su esposa. Era un abrazo inofensivo–o eso parecía.
Tomás no comprendió que Satanás nunca está de afán. Todo lo él que necesita es una oportunidad para inyectar pensamientos impíos y egoístas en nuestras mentes. Si no los echamos, se quedan ahí. Y el puede continuar con su malvado, y destructivo plan.
No tenemos que permitir que esos pensamientos equivocados se queden en nuestras mentes. Porque las armas de nuestra guerra son . . . poderosas en Dios. . . . para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo . . . (2 Corintios 10:4-5).
Señor Jesús, en Tu nombre, clamo por victoria. Capacítame para llevar cada pensamiento en obediencia a ti. Ayúdame a no permitir que las palabras de Satanás permanezcan en mi mente y me roben la victoria. Amén.
Tomado del libro «Campo de batalla de la mente» por Joyce Meyer. Derechos de autor © por Joyce Meyer. Publicado por FaithWords. Todos los derechos reservados.