Ten cuidado con lo que piensas
«Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará». Salmo 1:1-3
Si vas a ganar la batalla de la mente y derrotar a tu enemigo, es crucial en qué fijas tu atención. Entre más medites en la Palabra de Dios, más fuerte serás y más fácilmente obtendrás la victoria.
Demasiados Cristianos no se percatan de la diferencia que hay entre meditar en la Biblia y leer la Biblia. Les gusta pensar que cada vez que leen la Palabra de Dios están absorbiendo las cosas profundas de Dios. Aquellos que meditan en la Palabra de Dios son quienes piensan — y piensan seriamente — en lo que están leyendo.
Puede que no lo expresen con estas palabras, pero están diciendo: «Dios, háblame. Enséñame. Mientras examino Tu Palabra, revélame su profundidad.»
En la lectura de hoy cité el Salmo 1. Este salmo comienza definiendo a la persona que es bienaventurada y después señala las acciones correctas de esa persona. El salmista escribió que aquellos que meditan –y lo hacen de día y de noche– son como árboles fructíferos… y cualquier cosa que hagan prosperará.
El salmista dejó bien claro que meditar en la Palabra de Dios da resultado. Al examinar quién es Dios y qué te está diciendo, crecerás. Realmente es así de simple. Si lees acerca de Dios y permites que tu mente se enfoque en Su amor y Su poder, esto es lo que obra en ti.
Ten cuidado con lo que piensas. Entre más pienses en buenas cosas, mejor parecerá tu vida. Entre más piensas en Jesucristo y los principios que Él enseñó, más te pareces a Jesús y más fuerte creces. Al crecer, ganas la batalla por tu mente.
Ora: Señor Dios, ayúdame a pensar en cosas que te honren. Llena mi vida con más hambre de Ti y de Tu Palabra para que prospere en todo. Te lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.