Dios ve, aprecia y toma en cuenta todas y cada una de tus pequeñas o grandes buenas acciones. Si los hombres son capaces de recompensar a quien hace lo bueno ¿Cuanto más lo hará el Señor?
Eclesiastés 11:1 dice: “Envía tu grano por los mares, y a su tiempo recibirás ganancias”. Y el verso 6 del mismo capítulo agrega: “Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno” .
Un empleador es considerado justo y bueno cuando paga a sus trabajadores por el tiempo trabajado y por el respeto con que trata a su gente. Y si existen jefes terrenales que hacen esto, ¿Cuanto más crees que el Señor hará por sus hijos?. Tarde o temprano, cada buena obra que realices, tendrá su justa recompensa del Señor. Cada acto de amor sincero, desinteresado, cada semilla que sembramos en otros sin esperar nada a cambio, es algo que agrada siempre al Señor. Es muy especial la felicidad que obtenemos cuando tratamos con amor y respeto a las personas.
Cuando colaboramos porque nos brota del corazón hacerlo. Son semillas de vida y bendición que vamos a cosechar en algún momento. Las oraciones que realices darán fruto, las palabras de aliento que des, la ayuda material, el tiempo de compañía que pases con tus seres queridos, serán tu paz, alegría y felicidad. Dios recompensa todas las obras que se realizan desde un buen corazón.
Oremos así:
“Señor, a partir de hoy sembraré todo tipo de semillas espirituales y materiales que tenga para dar, porque mi propósito es ser de bendición. Te agradezco porque sé que nunca olvidas las buenas acciones, guíame a dar con sabiduría, en el nombre de Jesús. Amén”
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