La regla que rige tu vida es la palabra Dios, ella es la única verdad que declara quién eres y cual es tu destino profético. Ella es la que establece que estás bajo un pacto de victoria y triunfo en el nombre de Jesús. Amén
En 1 Corintios 14:1 dice: “¡Que el amor sea su meta más alta! Pero también deberían desear las capacidades especiales que da el Espíritu, sobre todo la capacidad de profetizar”.
Todos debemos desear y desarrollar los dones espirituales, ya que son herramientas necesarias para hacer avanzar el reino de Dios, liberando a las personas, enseñando, evangelizando, sanando, siendo así ser servidores eficaces. Se nombra a la profecía como un don muy útil y sobresaliente. Aunque hay personas que son llamadas específicamente a un ministerio profético, todos de alguna forma podemos profetizar.
Cuando buscamos la llenura del Espíritu Santo tendremos la unción que nos enseñará lo que necesitamos hacer y decir. Cuando nuestro corazón está lleno de las promesas de Dios, éstas van a fluir por nuestros labios profetizando en cada situación lo que vendrá a nosotros, la palabra profética es, entre otras cosas, desatar lo que Dios quiere para nosotros, nuestros labios siempre tienen que declarar proféticamente que las montañas se moverán, que la voluntad de Dios se cumplirá. Como cuerpo de Cristo, tenemos que obedecer y declarar su palabra para que el reino de Dios se establezca en nuestra vida y se extienda hacia los demás.
Oremos así:
Padre celestial lléname del Espíritu Santo, revísteme de unción para declarar tu palabra sobre cada situación y ver asi milagros y maravillas, se que la montaña de dificultad y enfermedad se moverá, y tu perfecta voluntad será cumplida en mi y en todas mis cosas, lo pido en el nombre de Jesús, amén.