«Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó»
(Colosenses 3:12-13)
Vivir en un hogar lleno del amor y de la paz de Dios es casi como vivir en el cielo aquí en la Tierra. Todos sabemos que eso es cierto, y anhelamos vivir en esa clase de hogar. Sin embargo, una y otra vez decepcionamos a nuestras familias, pues nos reservamos nuestras palabras más bondadosas y nuestras sonrisas más compradoras para quienes no viven en nuestra casa.
¿Alguna vez te has preguntado por qué es así?
La respuesta es más simple de lo que imaginas. En términos espirituales, tu familia se encuentra bajo ataque. Tu familia no sólo es uno de Sus regalos más valiosos, sino que cuando está funcionando en armonía, es uno de Sus recursos más poderosos. Satanás lo sabe, y sin importar si tú lo ves de esa manera, está dispuesto a destruirla.
El plan de batalla de Satanás es simple. Él hará todo lo posible para crear división en tu casa. Incitará los sentimientos de autocompasión y los celos. Instigará a guardar rencor y alimentará la amargura. Su propósito siempre es el mismo: dividir y destruir tu hogar.
Cuando en el pueblo de Dios hay armonía, los milagros comienzan a suceder. Esa armonía crea un ambiente propicio para que el poder sobrenatural de Dios obre milagros y fluya libremente. Por eso Satanás siempre está tentándonos para que destruyamos ese ambiente de armonía, para que nos enojemos unos con otros y estropeemos las cosas. Con demasiada frecuencia caemos en sus maquinaciones, sólo porque no nos percatamos de lo perjudicial que es la contienda. Pero basta con mirar cuidadosamente la Palabra de Dios para resolver ese problema. Santiago 3:16 nos dice que: «…donde hay envidias y rivalidades, allí hay confusión y toda clase de mal».
No abras la puerta de tu casa dándote “el lujo” de permitir disputas en tu familia.
Detén la destrucción antes de que empiece. Aférrate a la Palabra de Dios, y descubre lo que ella dice acerca del poder de la unidad. Deja de mirar a tu familia desde tu propia perspectiva limitada y empieza a verla como Dios la ve―¡como una fuente de poder! De esa manera no te verás arrastrado hacia una contienda cada vez que se caldeen los ánimos en tu casa.
Determina ahora mismo que no permitirás que el diablo tome a tu familia. Al contrario, ora por ella, apóyala, ámala. Únelos a todos para que puedan disfrutar de un pedacito de cielo, aquí en la Tierra.