Entonces el SEÑOR Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Génesis 2:15
El huerto del Edén representa un lugar de comunión. Este era el espacio creado por Dios para que el hombre pudiese acercarse y tener comunión con su creador.
El altísimo le había dado al hombre, su maravillosa creación, algunas responsabilidades e instrucciones con respecto al mantenimiento del huerto. Este debía labrarlo, cultivarlo y protegerlo. Esta asignación era muy importante, pues procuraba desarrollar las potencialidades de este ser creado a imagen y semejanza de Dios. Y en este cuadro de responsabilidad, mantener el huerto representaba también, cuidar este espacio sagrado que le permitía a ambos relacionarse y disfrutar de una cercana e íntima comunión.
Debes cuidar y cultivar tu relación con Dios. Si bien ya no hay un lugar específico para encontrarte con él, pues está contigo siempre y en todo lugar, necesitas hallar tu momento, para desarrollar una comunión cercana y significativa con tu Padre celestial.
Un momento y espacio sagrado, reservado, especial para estar en su presencia, tener compañerismo y conocerle más profundamente.
Aunque vayas avanzando y creciendo en tu relación y compañerismo con Dios, nunca dejes de labrar y cuidar tu huerto. Enseña cantares 1:6 Me pusieron a guardar las viñas; Y mi viña, que era mía, no guardé.
Estimado Servidor de Cristo, que tus responsabilidades, o tu afán por ministrar y bendecir a otros, no te impida cuidar, proteger y desarrollar tu relación con el Señor. Esta es una responsabilidad que no podemos eludir ni descuidar.
El Señor te ama y cada día te espera en “el huerto”, se pasea por él y te llama por tu nombre. Acude a su encuentro, acércate sin temor, el colmara tu vida de bien, ten en cuenta que Dios siempre hará mas por nosotros que nosotros por él.
Oremos juntos así:
Gracias Señor por querer tener comunión conmigo.
Este fue tu propósito desde el principio.
Gracias por Jesús, su muerte y resurrección abrieron nuevamente el camino para poder acercarme a ti confiadamente.
Ayúdame a cuidar, proteger y desarrollar una íntima comunión contigo.
Ayúdame a amarte como mereces ser amado.
Sé que no tengo mucho para ofrecer, pero aun así me recibes con gozo y me das tu gracia abundante.
Recibo a través de este momento en tu presencia fe, fortaleza interior, paz, sanidad y bendición abundante en cada área de mi vida.
Creo, pido y declaro todo esto en el poderoso nombre de Jesús, amén.
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora." — Eclesiastés 3:1 (RVR1960)…
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