Devocionales

Que No Te Desanimen Las Criticas a tu Fe

Por Gloria Copeland

Una cosa que he aprendido con el transcurso de los años acerca de vivir por fe en la Palabra de Dios es que tienes que aferrarte a ella, sin importar lo que las otras personas piensen. No puedes ofenderte cada vez que alguien que no entiende la Biblia te acuse de ser un tonto o se burle refiriéndose a ti como: “Una de esas personas de fe”.

No. Si vas a creerle a Dios y manifestar lo imposible en tu vida, tendrás que ignorar ese tipo de críticas. Tendrás que tomar una actitud tal que, incluso cuando la gente lo diga como un insulto, el apodo “persona de fe” suene como un cumplido.

Al fin y al cabo, verdaderamente lo es. ¡El mismo Dios lo dijo! Él nos dice en la Biblia que:

Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan (Hebreos 11:6).

Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios (Efesios 2:8).

Si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes! (Mateo 17:20).

Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe (Romanos 1:17, RVA-2015).

¡Deberías estar feliz cuando alguien te apode como “una persona de fe”! Ciertamente es mejor a que te llamen incrédulo. Es preferible a que la gente te señale y diga: “Mira a ese hombre. Realmente es alguien que no cree en nada”.

No quieres eso. Por el contrario, quieres ser como Abraham, al que la Biblia se refiere como el padre de nuestra fe. Él es famoso por creer y actuar en la Palabra de Dios, aun cuando ante los ojos del mundo, pareciera como un tonto.

Abraham fue tan valiente en su fe que, cuando a los 99 años escuchó de parte de Dios que él y su esposa estéril de 90 tendrían un hijo, inmediatamente comenzó a hablar como si ya hubiese ocurrido. Él llamó «las cosas que no existen, como si existieran» (Romanos 4:17) y fue por todas partes presentándose con el nuevo nombre que Dios le había dado.

“¡Hola!”, les decía a sus amigos y vecinos, “¡Soy Abraham, el padre de muchas naciones!”

“¿En serio?”, debieron responderle. “Entonces, ¿dónde están tus hijos?”

“Bueno, todavía no puedo mostrárselos, pero eso no importa; Dios dijo que soy el padre de muchas naciones. ¡Así que eso es lo que soy!”

A diferencia de muchos cristianos de hoy en día, Abraham no tenía temor alguno de que los demás pensaran que era un fanático de la fe. Él no trató de esconderla, ni se desanimó cuando los incrédulos se rieron a sus espaldas. Él sólo dejó que se burlaran y mantuvo su mirada en Dios, sin importar la situación y su aparente desesperanza:

Contra toda esperanza, Abraham creyó para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Además, su fe no flaqueó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (pues ya tenía casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido (Romanos 4:18-21).

La manera en la que el diablo pierde terreno

Observa con atención la frase: «[Abraham] Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios…». Esta frase identifica lo que el diablo pretendía hacer en esa situación. ¡Él estaba tratando de lograr que Abraham dudara en su fe! Quería usar las circunstancias contrarias y la gente en su contra para empujarlo hacia la incredulidad.

Ese siempre es el plan de diablo. Cada vez que nosotros, como creyentes, comenzamos a hablar y actuar en la Palabra, siempre vendrá a decirnos de una u otra manera, usando lo que podemos ver con nuestros ojos físicos y escuchar con nuestros oídos: “Eres un tonto por involucrarte en este asunto de la fe. No funcionará. No conseguirás lo que estás creyendo.”

Aun cuando le estés creyendo a Dios por algo aparentemente pequeño, como un aumento de sueldo, o un mejor auto, el diablo trabajará desesperadamente para desanimarte. Él hará su mejor esfuerzo para que dudes de la promesa de Dios. De no hacerlo, esa promesa se materializará en tu vida— y cada vez que eso suceda, el diablo habrá perdido terreno. La gente a tu alrededor verá que la Palabra funciona y el diablo terminará con otro testimonio de la fidelidad de Dios en la Tierra del que no puede deshacerse.

Eso fue lo que pasó con Kenneth y conmigo en 1967, cuando escuchamos por primera vez la Palabra de fe y comenzamos a creerle a Dios por finanzas. Nosotros empezamos creyéndole a Dios por el dinero suficiente para poner comida en la mesa. Eso no suena muy impresionante, como si creerle a Dios por mercado fuera algo muy importante. Aun así, el diablo se opuso y peleó, y más adelante entendimos el porqué. Descubrimos que la misma fe en la Palabra de Dios es la que suple nuestras necesidades en otras áreas.

Funciona para generar el dinero para predicar el evangelio alrededor del mundo. Funciona para contratar tiempo de aire en televisión y llevar esa señal al planeta. Funciona para construir la sede del ministerio y el edificio de la iglesia, o financiar las misiones en otros lugares del mundo.

A través de los años, Ken y yo hemos continuado creyendo en las promesas de Dios de la prosperidad financiera y ellas se mantuvieron produciendo en nuestra vida. Nosotros hemos compartido con los demás cómo Dios nos ha bendecido y nos ha permitido ser de bendición, y ellos se han inspirado en buscar en la Palabra y dar un paso a nuevos niveles de fe financiera y de bendición.

Como resultado de la integridad de la Palabra de Dios, más y más testimonios de la fidelidad de Dios han sucedido en la Tierra. El diablo está perdiendo cada vez más territorio (no solo financieramente, sino de muchas otras formas) y el Cuerpo de Cristo está ganando terreno gracias al incremento de creyentes que se mantienen firmes en la Palabra de Dios—fortaleciendo su fe y glorificando a Dios—.

¡El diablo odia cuando Dios recibe la gloria! Él odia cuando en vez de ceder ante la presión de las circunstancias contrarias, las personas lo resisten y dicen: “¡Diablo, yo le creo a Dios! Le creo más a Él de lo que tú puedas mostrarme con mis ojos naturales o hacerme oír con mis oídos físicos. Le creo más a Él y me mantengo firme en Su Palabra porque Él no puede mentir. ¡Su Palabra es verdadera y no la soltaré!”

No puedes ser derrotado cuando tienes esa clase de actitud. No importará cuán duro el diablo trate de detenerte, tu continuarás ganando y avanzando el reino de Dios. Continuarás recibiendo aquello que estás creyendo, cumpliendo las tareas que Dios te encomiende y caminando en Su plan maravilloso para tu vida.

Una misión aparentemente imposible

Sabes, Dios tiene un plan maravilloso para tu vida. Él quiere que alcances más allá de tus habilidades. Él tiene misiones que parecen tan imposibles de cumplir que tendrás que descansar en Su poder sobrenatural. Tendrás que vivir por fe en el hecho de que Él tiene el poder para hacer que todas las cosas excedan lo que pedimos o entendemos (Efesios 3:20).

¡Esa es una manera emocionante de vivir! A pesar de que trae consigo persecución, a pesar de que hace que el mundo te califique como uno de esas “personas peculiares de fe”, te rodea de muy buena compañía. No solamente con Abraham, sino también con héroes como Noé.

¡Hablando de alguien perseguido y etiquetado como raro! Piensa por unos instantes acerca de lo que Noé debió haber padecido. Nadie, por fuera de su familia, entendió lo que Dios le había encomendado hacer.

Cuando él comenzó a construir el arca, la Tierra todavía era regada desde sus entrañas. Nadie nunca había visto lluvia, ni mucho menos una gran inundación. Así que, todos pensaron que había enloquecido cuando vieron a Noé construyendo una barca gigantesca, del tamaño de un estadio de fútbol.

“El loco Noé, predicador de la justicia”, debieron haber dicho sus vecinos y amigos. “¡No tiene ningún sentido! Está perdiendo todo este tiempo y energía construyendo esa cosa y nunca la usará.”

Sin embargo, mientras se burlaron de él, Noé continúo creyendo y actuando en la Palabra de Dios. Se mantuvo con su proyecto de construcción, y cuando comenzó a llover, su fe valió la pena. ¡Mientras el resto del mundo estaba en la oscuridad, él estaba en el arca!

Podrías decir: “Pero Gloria, yo no soy como Noé, Dios no me ha llamado a construir un arca”.

No, pero Él te ha llamado a hacer algo—y cualquier cosa que Él te llame a hacer tendrás que hacerla por fe. Así son todas las tareas sobrenaturales de Dios. No tienes que escuchar a Dios un día y despertar la mañana siguiente para descubrir que todo cayó automáticamente en su lugar. No comienzas un día dado con la cuenta bancaria repleta del dinero necesario y con todo el mundo listo para ayudarte.

Por el contario, cuando comienzas a caminar en el plan de Dios, las cosas naturales parecieran haberse puesto en tu contra. Usualmente te enfrentarás a grandes obstáculos y con personas escépticas, dispuestas a decirte que esa enfermedad que estás creyendo que sea sanada es incurable… o que el negocio que Dios te llamó a comenzar seguramente será un fracaso… o que nunca entrarás al ministerio porque no puedes ni predicar un sermón ni aunque lo trates.

¿Qué haces cuando enfrentas esa clase de negatividad? Haces lo mismo que Abraham o Noé hicieron.

Continúas creyéndole a Dios.

Le crees cuando no hay razón natural para creer.

Le crees cuando todo el mundo te dice que eso no se puede hacer.

Continúas caminando por fe en lo que Dios te ha dicho en Su Palabra y por la voz de Su Espíritu Santo.

Por supuesto, para llevarlo a cabo deberás mantener tu corazón lleno de la Palabra de Dios. No podrás saciarte con tan solo escucharla una vez a la semana en la iglesia el domingo. Tendrás que pasar tiempo en ella todos los días. Deberás alimentar continuamente tu espíritu con predicaciones ungidas y llenas de fe, meditando diariamente en las escrituras que cubren tu situación.

De lo contrario, comenzarás a retroceder hacia lo natural. Comenzarás a estar influenciado por la voz del mundo y tu fe comenzará a flaquear. Comenzarás a dudar de la promesa de Dios y no mucho tiempo después, en vez de llamar las cosas que no existen como si existieran, estarás pensando y hablando incredulidad.

¡Eso no es lo que quieres hacer! Quieres continuar progresando en la fe, no retroceder. Te quieres mantener en una dieta saludable de la Palabra, una que te ayude a desarrollar la actitud que el apóstol Pablo mencionó en 2 Corintios 4, cuando escribió: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo con lo que está escrito: «Creí, y por lo tanto hablé», nosotros también creemos, y por lo tanto también hablamos. Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (versículos 13, 18).

Ken y yo nos apoderamos de esos versículos en los primeros días de nuestro caminar de fe, cuando estábamos quebrados y plagados de deudas. En ese entonces nosotros no podíamos mirar nuestra situación financiera con ojos físicos y decir: “Todas nuestras necesidades son suplidas”. Sin embargo, podíamos permanecer en la Palabra, mirar con los ojos de la fe, y ver lo que Dios tenía para decir de la situación. Podíamos ponernos de acuerdo con Filipenses 4:19 y decir: «Así que mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».

Tan pronto empezamos a hacerlo, nuestra situación comenzó a cambiar. En menos de 11 meses, nuestras deudas estaban pagas y teníamos dinero suficiente para vivir.

¡La gloria sea para Dios, hemos recorrido un largo camino desde entonces! Hoy en día hemos vivido muchos años libres de deuda, y somos más prósperos de lo que nos podríamos haber imaginado en ese entonces. Sin embargo, hoy seguimos haciendo lo mismo que hicimos al comienzo. Todavía miramos las situaciones imposibles a través de los ojos de la fe y decimos lo que Dios tiene para decir al respecto. Todavía nos mantenemos firmes en la Palabra, viéndola cumplirse en nuestra vida, y haciendo por fe en Dios lo que los incrédulos dicen que es imposible.

¡Si te aferras a la Palabra de Dios, podrás hacer lo mismo! Podrás continuar creciendo fuerte en la fe, experimentando la manifestación de Sus planes y el cumplimiento de Sus promesas en tu vida. Podrás producir testimonios en la Tierra y darle la gloria a Dios.

¡Te aseguro que, en ese momento, el diablo ya no se reirá!

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