“Resulta que un árbol de damascos se encontraba en medio de un bosque de árboles de manzanas. Su gran frustración era sentirse diferente, él quería ser como todos los árboles de manzana que lo rodeaban en el gran bosque. Éste lugar era frecuentado por lugareños en busca de manzanas, y cada vez que el árbol de damascos escuchaba que la gente rondaba cerca para llevarse manzanas, se sentía muy avergonzado de que lo descubrieran.
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Incluso en muchas temporadas de frutos su enorme tristeza le había impedido dar damascos. Pero hubo un día en que un grupo de cosechadores decidió penetrar más adentro en el bosque, en busca de mejores manzanas, y se toparon con el árbol de damascos. Él árbol sintiéndose tan desubicado solo esperaba ser discriminado y aun talado. Pero que grande fue su sorpresa cuando la gente que lo descubrió, gritó de alegría y entusiasmo. Ellos estaban hartos de comer manzanas, y terminaron comiendo todos los damascos del árbol, en ese momento se dio cuenta que debía dejar fluir lo mejor que él podría hacer, que era producir damascos.
Al tiempo, lo trasplantaron a la mejor tierra de la zona, lo cuidaron como a ningún otro árbol, y usaron sus semillas para crear un grandísimo y hermoso nuevo bosque de damascos, siendo éste el padre de todos y el más admirado.
Así pasa cuando nos queremos copiar a otros, nuestro destino es diferente. Cuando descubrimos aquellas cosas únicas que solo nosotros podríamos hacer, cuando damos rienda suelta a los dones y talentos que están en nuestro interior, a esas cosas que nos apasiona realizar, es cuando podremos hacer la diferencia, siendo originales y destacados».
Por Esteban Correa. Extracto del mensaje «Enfocarte, una buena costumbre«