Por Esteban Correa
La mañana de un lunes fue hasta esa altura del año el día más frío, de repente la temperatura bajó rápidamente de un día para el otro. El amanecer fue bastante cruel. Al llegar el mediodía el sol salió con fuerza, como esperanzador. Aliviaba, reconfortaba, no era un sol común, era un sol de invierno. Este sol me pareció algo bastante especial.
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Me recordó sobre todo lo que Dios hace con nosotros en medio de las pruebas. Las pruebas son difíciles, duras, como el frío cruel. Algunas pueden acechar de golpe, aunque también otras se nos hacen demasiado largas y parecen no tener fin, como un prolongado invierno. Pero ese sol que reconforta en medio de la helada es como Dios nos trata en medio de las dificultades.
¡Como quisiéramos que ese problema nunca haya existido!, ¡como nos gustaría evitarlo! pero ahí está, rodeándonos, tenemos que pasarlo…
Isaías 43:2 nos consuela diciendo: «Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas».
Ese es nuestro Dios, ayudándonos, sosteniéndonos, Él esta contigo en este momento, no te alejes, no dejes que se te enfrié y endurezca tu corazón.
Refúgiate bajo el sol de su protección. El lo prometió, estar con nosotros siempre. El problema de muchos es que no entendemos porque estamos pasando esto, pero Isaías dice «cuando cruces por las aguas», «cuando camines por el fuego», lo da por sentado, por algo que sucederá de forma inevitable. Son muchas las causas de los problemas, pero el Señor en su eterno amor nos da estos «soles de invierno» que aunque todavía la prueba no terminó del todo, y el largo invierno está delante de nosotros, existen esos momentos de consolación, de refrigerio. Un gozo inefable en medio de una oración, un consuelo del Espíritu Santo, una palabra que nos anima a seguir, alguien que nos ayuda y fortalece.
«Cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas», mientras no te alejes de esa fe que te sostiene, las aguas no te cubrirán, como a Pedro, caminó sobre las aguas de forma sobrenatural, pero lo hizo mientras miraba a Jesús. Cuando observó la tormenta que lo rodeaba, y la braveza del mar, quitando su mirada del maestro, se hundió.
Simplemente cree, dijo el Señor, -¿Por que dudan?- Preguntó. Esto se lo dijo o a los discípulos cuando vino la tormenta, lo mismo ahora a nosotros, ¿porque dudamos después de haber tenido tantos testimonios de la fidelidad de Dios?.
No te pierdas esos soles de invierno que Dios tiene preparados para ti, escúchalo, no ignores su presencia. Habla con el Espíritu Santo y recibirás ese consuelo para vivir libre.