Reflexiones Cristianas de Amor Escritas

Hay Una Provisión Abundante de Dios para Cada Uno

Por Pastor kennet Copeland

Imagínate cuál BENDICIÓN podría ser el Cuerpo de Cristo para el mundo si cada creyente fuera económicamente próspero. Piensa en cuán libremente podríamos financiar la predicación del evangelio; las cosas que podríamos hacer por nuestras comunidades y el testimonio tan poderoso que sería para los incrédulos si todos tuviéramos nuestras necesidades financieras satisfechas, abundancia en nuestra cuenta bancaria, y estuviéramos siempre buscando oportunidades para dar.

Sería algo maravilloso, ¿no?

También sería la voluntad de Dios.

Según la Biblia, la voluntad de Dios para Su pueblo siempre ha sido que tengamos mucho que disfrutar y mucho que dar. Incluso en los tiempos del Antiguo Testamento, Él les dijo a los israelitas: «No deberá haber pobres en medio de ti» (Deuteronomio 15:4, Nueva Traducción Viviente). El Nuevo Testamento lo expresa aún más enfáticamente: «Dios puede hacer que toda la gracia (todo favor y bendición terrenal) venga a ustedes en abundancia, para que siempre, bajo todas las circunstancias y cualquiera que sea la necesidad sean autosuficientes [poseyendo lo suficiente para no requerir ninguna ayuda o apoyo y ser suministradores en abundancia para cada buena obra y donación de caridad]» (2 Corintios 9:8, Biblia Amplificada, Edición Clásica).

“Bueno, hermano Copeland, sé que Dios lo dijo, pero debe haber alguna trampa porque muchos cristianos no prosperan en absoluto. Muchos de nosotros le hemos pedido repetidamente a Dios por la gracia de incrementar financieramente y esa gracia aún no ha aparecido.”

¡Claro que sí! Simplemente no la reconociste. Esperabas que se manifestara en la forma de un cheque por correo o un ascenso en el trabajo. Pero no es así como se manifiesta por primera vez la gracia de Dios para prosperar. Se nos manifiesta hoy, como lo hizo inicialmente a los creyentes macedonios en el día del Apóstol Pablo. ¿Alguna vez has leído sobre ellos? Si alguien alguna vez necesitó de ayuda financiera, ¡eran ellos! No sólo estaban luchando económicamente. Cuando Pablo fue a verlos, estaban en la pobreza extrema.

¿Qué hizo Dios para cambiar la situación?

Él les presentó la oportunidad de dar en una ofrenda que se estaba recibiendo para la iglesia en Jerusalén. Dios puso Su gracia a trabajar para ellos “despertando en ellos el deseo de dar” (2 Corintios 8:1, AMPC). Como escribió Pablo: «Estas iglesias están siendo probadas con muchas aflicciones y además son muy pobres; pero a la vez rebosan de abundante alegría, la cual se desbordó en gran generosidad
dieron no solo lo que podían, sino aún mucho más. Y lo hicieron por voluntad propia. Nos suplicaron una y otra vez tener el privilegio de participar en la ofrenda para los creyentes de Jerusalén.» (versículos 2-4, NTV).

Conozco a cristianos que se molestan si oyen hablar de algo similar hoy en día. Si descubren que un ministro ha permitido que un creyente con problemas financieros entregue una ofrenda, se enojan y dicen: “Las personas en extrema pobreza deben aferrarse a cada centavo que tengan. No tienen suficiente en este momento. ¡Dios ciertamente no requiere que ellos ofrenden!”

De hecho, sí lo hace, particularmente si están creyendo por prosperar, les exige dar; no porque intente obtener algo de ellos, sino porque quiere obtener algo para ellos. Porque quiere que activen la ley espiritual de la que Jesús habló en Lucas 6:38: «Den, y se les dará una medida buena, incluso apretada, remecida y desbordante…»

La acción de dar comienza el ciclo de recepción. Es por eso por lo que: “Hay más bendición en dar que en recibir.» (Hechos 20:35). Cuando damos, ¡estamos plantando semillas financieras que LA BENDICIÓN del SEÑOR puede multiplicar en una cosecha financiera que nos sacará de la pobreza, nos prosperará y nos hará una BENDICIÓN para el mundo!

Un plan mucho mejor

Si deseas ver una imagen maravillosa de este método en funcionamiento, lee en Génesis 26 acerca de lo que le sucedió a Isaac. Después de la muerte de Abraham, Isaac se enfrentó a una crisis financiera. Una hambruna azotó la tierra de Canaán y decidió que tendría que trasladar a su familia a Egipto para sobrevivir. Sin embargo, antes de que pudiera implementar su plan, el Señor se le apareció y le dijo que lo cambiara. “No vayas a Egipto”, le dijo. “Quédate aquí y habita en esta tierra”.

¿Por qué querría Dios que Isaac permaneciera en Canaán?

Porque, como se lo dijo: «yo estaré contigo y te bendeciré… y así confirmaré el juramento que le hice a Abraham, tu padre… Todas las naciones de la tierra serán bendecidas
» (versículos 3-4).

¡Ese resultó ser un plan mucho mejor! Si Isaac se quedaba quieto, LA BENDICIÓN de Dios sobre él no solo podría prosperarlo a nivel individual y familiar allí mismo en Canaán, sino que podría acabar con la hambruna y BENDECIR a todos en la región. Podría llevar a cabo la voluntad de Jehová de que «no deberá haber pobres en medio de ti».

Efectivamente, Isaac decidió seguir ese plan. Sembró en esa tierra y recibió en el mismo año una cosecha del ciento por uno. También comenzó a excavar los viejos pozos de su padre y encontró agua justo en medio de la sequía.

Sin embargo, debido a que el agua era tan escasa y preciosa, en cuanto tenía un buen flujo establecido, los filisteos venían y se lo quitaban. Entonces, en lugar de luchar contra ellos, los dejaba quedarse con el pozo y simplemente iba y excavaba otro. Finalmente, siguiendo la dirección del SEÑOR, él excavó más profundamente y encontró un río subterráneo.

De acuerdo con los comentarios judíos, en el transcurso del tiempo, con esa agua fluyendo, la tierra comenzó a florecer nuevamente. Los árboles frutales florecieron, los cultivos crecieron, y las cosas comenzaron a lucir mejor en todo el país. Isaac especialmente estaba muy bien. Siguió enriqueciéndose hasta que su propiedad se hizo más grande que la del rey.

Las cosas se ponen interesantes cuando tu casa es más grande que el palacio, y finalmente el rey se ofendió y le dijo a Isaac que se fuera del país; pensó que la hambruna había terminado y que ya no necesitaba a Isaac. Pero resultó estar equivocado.

El mismo desorden espiritual que había causado la hambruna en primer lugar todavía estaba presente. LA BENDICIÓN del SEÑOR en Isaac simplemente estaba anulándola. Entonces, una vez que Isaac se fue, todo se desplomó. Los árboles frutales se secaron. Los cultivos se marchitaron. La hambruna regresó y las condiciones volvieron a ser tal cual como antes.

Al darse cuenta de su error, el rey tomó al comandante de su ejército y fue a buscar a Isaac. “¿Podrías regresar?”, le dijeron. «Podemos ver claramente que el Señor está contigo—respondieron ellos—. Por eso queremos hacer un tratado contigo bajo juramento.» (Génesis 26:28, NTV).

Isaac estuvo de acuerdo, y celebraron una fiesta de pacto. Llegaron a un acuerdo de paz, y mientras se llevaba a cabo la ceremonia, los sirvientes de Isaac llegaron y le dijeron que habían excavado otro pozo. “¡Jefe, fluye abundantemente, es como un chorro!”, le dijeron. Y con eso, Dios les confirmó a todos los presentes que Isaac era Su conexión con LA BENDICIÓN. Dios esencialmente les anunció: “¡Este es mi hombre y lo he BENDECIDO otra vez!”

Abraham, Isaac, Jesús y Tú

“Pero hermano Copeland, ¡ese era Isaac! No puedes decir que lo que Dios hizo por él, lo hará por nosotros, como creyentes.”

Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo porque es lo que dice el Nuevo Testamento.

Gálatas 3:29 nos dice que, debido a que nosotros estamos en Cristo somos: «…linaje de Abraham y, según la promesa, herederos.» Gálatas 3:13-14 dice que Cristo nos redimió de la maldición y que, a través de Él, la BENDICIÓN de Abraham ha venido sobre nosotros.

La BENDICIÓN de Abraham es extremadamente poderosa. Comenzó como LA BENDICIÓN de Adán. Es el poder creativo y el dominio que Dios le otorgó al hombre cuando le dijo: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla!» Adán pecó y expulsó esa BENDICIÓN, pero Dios la restituyó entregándosela a Noé y a sus hijos. A partir de ahí, llegó directamente a Abraham, Isaac, Jacob, José… y finalmente a Jesús.

Todo lo que hizo Jesús en Su ministerio terrenal lo hizo como profeta bajo el Pacto de Abraham. Él nunca se salió de los confines de ese pacto. A pesar de que Él fue Dios manifestado en la carne, no actuó en Su divinidad, sino que ministró como un Hijo del Hombre operando en el poder de La BENDICIÓN. Y tal como lo hizo con Abraham e Isaac, La BENDICIÓN lo hizo rico.

Olvida lo que has escuchado acerca de que Jesús era pobre cuando vino a la Tierra. Él no nació en un pesebre porque Su familia era pobre. Su padre terrenal, José, era un hombre de negocios. Había viajado con María a Belén para poder pagar sus impuestos. (¡Los pobres no pagan impuestos!) Cuando llegaron, tuvieron que pasar la noche en un establo, no porque no tenían dinero, sino porque todos los hoteles estaban llenos.

Es más: poco después del nacimiento de Jesús, algunos hombres adinerados del este vinieron a honrarlo. Habiendo oído que Él era el rey de los judíos, trajeron regalos para Él que valían una fortuna. Entonces, ¡incluso cuando era un niño, Jesús fue bendecido financieramente!

Después de que creció y entró al ministerio, Sus recursos aumentaron al punto que necesitaba un tesorero. (¡Un hombre quebrado no necesita un tesorero!) También era dueño de una casa considerable, daba extravagantemente a los pobres y apoyaba financieramente a todo su equipo ministerial.

¡Jesús no se volvió pobre hasta que fue a la cruz! Allí es donde tomó Él mismo la maldición de la pobreza. En el Calvario, se hizo pobre voluntariamente por nuestro bien, para que pudiéramos ser liberados de esa maldición y convertirnos en coherederos con Él de La BENDICIÓN: «pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos.» (2 Corintios 8:9).

¿Volquetas o tazas de té?

Solamente piensa: cuando Pablo escribió ese versículo, ¡tenía a los macedonios en mente! Él estaba pensando en el ciclo de recepción que sus donaciones había puesto en marcha y alentando a otros creyentes a hacer lo mismo siguiendo su ejemplo.

Como 2 Corintios 9:6-7 dice: «El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha. Cada uno debe dar según se lo haya propuesto en su corazón, y no debe dar con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama a quien da con alegría.»

En otras palabras, Pablo nos decía que ¡el grado de BENDICIÓN financiera en el que caminamos no depende de Dios, sino que depende de nosotros! Como coheredero con Jesús de La BENDICIÓN de Abraham, cada uno de nosotros puede sembrar cualquier cosa que nos propongamos en nuestro corazón. Podemos creer por un retorno de cien veces y sembrar una carga de semillas del tamaño de una volqueta, o podemos sembrar una taza de té llena de semillas y creer por un rendimiento cien veces mayor. Como ya lo dijo Jesús: «Porque con la misma medida con que ustedes midan, serán medidos.» (Lucas 6:38).

“Pero Hermano Copeland, ¿qué tal si en mi corazón quiero dar volquetas llenas de semillas, pero ni siquiera tengo suficiente en mi cuenta bancaria para llenar una taza de té?”

Entonces comienza en el lugar donde te encuentres. Planta lo que tienes y cree que Dios, «…que da semilla al que siembra multiplicará, aumentándoles así sus frutos de justicia» (2 Corintios 9:10).

Puedo testificar por experiencia, ¡Él lo hará! Lo descubrí en los primeros años de este ministerio cuando Dios me dijo que ofrendara $50.000 al ministerio del hermano Kenneth E. Hagin. En lo natural, no tenía forma de conseguir ese dinero. Entonces, por fe, comencé dando el cambio de bolsillo que me quedaba todos los días, porque eso era todo lo que tenía para dar. Lo almacenaba todo en una caja de zapatos por un tiempo, agregaba el dinero extra que la gente me daba, y cuando la caja se llenaba, juntaba todo y lo enviaba a Tulsa, Oklahoma.

Después de un tiempo, llamé al ministerio para ver cuánto progreso estaba logrando. Le pregunté al yerno del hermano Hagin, Buddy Harrison, que averiguara cuánto había sembrado. Revisó los registros y me dijo que había donado más de $50.000.

¡No había forma de que ese tipo de dinero hubiera pasado por mis bolsillos! ¿Estás bromeando? ¿Más de $50.000 mil dólares de cambio en monedas? ¡No! Dios se había involucrado en ese trato. Su BENDICIÓN había funcionado no solo para darme una cosecha, sino para multiplicar mi semilla sembrada, para que, además de ser una BENDICIÓN más grande para el Hermano Hagin, pudiera cosechar aún más.

¡Ese es el plan de Dios para todos nosotros como creyentes! Entonces, ¡sigamos con el programa! Convengamos con Dios en que no debería haber pobres entre nosotros. Vamos a sembrar abundantemente y darle a La BENDICIÓN algo con qué trabajar, de modo que, como dice 2 Corintios 9:11, seamos «enriquecidos en todo, para toda generosidad, que por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios.»

Articulo publicado en la La Voz de Victoria del Creyente edición de octubre 2018 por pastor Kenneth Copeland

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