Devocionales

Oración con el salmo 88 clamando un milagro de salud y aprendiendo a cuidarlo.

Todo mi ser te alaba Padre, mis huesos te pertenecen y anhelan ser insuflados por tu aliento de vida eternamente, mis pulmones se vivifican cuando respiro tu Santo Espíritu, mis fuerzas se renuevan confiadamente sabiendo que eres quien guía cada paso que doy: Tú amado rey, que eres fuente inagotable de Gracia, Luz, y Poder sobrenatural divino; valoro cada propósito que diste a mi cuerpo y la perfección de tu obra.

Hoy, me presento ante ti, como Ezequías, pero demandando las llaves que ganó Jesús para que no sufra ya de enfermedades, ni dolencias, ni situaciones de salud que aflijan a mi alma. Amado Padre, en Nombre de Jesús, con la revelación del salmo 88:9

Estoy aprisionado y no puedo librarme;

los ojos se me nublan de tristeza.

Yo, Señor, te invoco cada día,

y hacia ti extiendo las manos.

Entendiendo que existen maldiciones generacionales que se extienden hasta la tercera y cuarta generación; hoy te clamo perdones los pecados de mis ancestros que hicieron recayeran maldiciones de enfermedad sobre mi familia. Me pongo en la brecha por mi descendencia y por mí, Señor, para que desates esas amarras que pesan en mis pies, que entumecen mis piernas, y me impiden avanzar como mi espíritu siente que anhela ir en pos de ti.

Como en los versos 13 y 14, elevo una petición hasta tu Trono, amado Padre:

Yo, Señor, te ruego que me ayudes;

 por la mañana busco tu presencia en oración.

¿Por qué me rechazas, Señor?

¿Por qué escondes de mí tu rostro?

No caiga sobre mi cabeza, el pecado que arrastraron mis antepasados, al transgredir contra ti. Añade salud total y sin prescripción a mi vida, pues, yo he creído en cada palabra tuya, en cada milagro realizado por tu hijo Jesús, y aquí estoy anhelando como el sediento, mucha unción de sanidad, para declarar fuera, a la enfermedad de mi vida.

Trae el perdón absoluto en mi corazón, hacia todo lo que yo recuerde y lo que pueda estar alojado en mi memoria y atormente mis recuerdos, sin saber su procedencia. Haz de mí, una fuente perfecta donde se deposite tu agua eterna, que fluye como rio de agua viva.

Pon en mí, un espíritu de gratitud constante para que jamás me olvide, de que estado de salud, tú me liberaste.

Así como lo dice el verso 15, de este liberador salmo 88:

Yo he sufrido desde mi juventud;

 muy cerca he estado de la muerte.

Envía ángeles que derriben todo muro impuesto por el enemigo para tenerme preso en cárcel de enfermedad, y aten los espíritus que traen muerte, y los arrojen sin retorno alguno a los abismos y allí se queden para siempre.

Hoy, declaro tu orden en mi casa, en mi vida, en mi cuerpo, y en el de, los que descienden de mí, para recibir tu milagro Padre, obedezco como cuando enviaste a Isaías a llevar palabra a Ezequías:

Y había dicho Isaías: Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga, y sanará.

Había asimismo dicho Ezequías: ¿Qué señal tendré de que subiré a la casa de Jehová?

Isaías 38:21 al 22

Yo tomo por señal, la sangre de Jesús, que llena de tu poder está, es su sangre que me restaurará, me restablecerá, y es la que me da la seguridad de que mi ADN está siendo cambiado por el del Cordero que vino a quitar todo pecado del mundo.

Reposo en tus brazos Padre Celestial, confiado en que estás limpiando la maleza de mi corazón, de mi sangre, de mis huesos, y que soplarás sobre mi, el dulce aliento de tu resurrección.

¡Gracias amado, porque sé, que ya está hecho en el Nombre de Jesús!. Amén.

 

Haga clic para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Arriba