Devocionales

Oración de agradecimiento y alegría con el salmo 122

Yo me alegro cuando me dicen:

«Vamos a la casa del Señor «.

 ¡Jerusalén, ya nuestros pies

se han plantado ante tus portones!

¡Jerusalén , ciudad edificada

para que en ella todos se congreguen!

A ella suben las tribus,

las tribus del señor

para alabar su nombre

conforme a la ordenanza que recibió Israel.

 

Así amado Jesús, como expresa el salmo 122:1-4 de la Nueva Traducción Viviente, quiero reunirme frente a ti con mis hermanos, quiero alabar tu nombre junto a las personas que te aman y has decidido seguirte. En tu palabra has dicho que, donde haya dos o más personas reunidas en tu nombre, ahí estarás tu presente, Señor. Por eso siento alegría al reunirme con mis hermanos a adorar a Dios y glorificarlo, pues eres el único Dios sobre la faz de la tierra y fuera de ella que merece toda la adoración y gloria. Tú, Señor, eres la verdad revelada a los hombres y eres la fuente de la salvación. Tú, Señor, según tu voluntad calmas la sed y el hambre de tu pueblo, todo lo haces completo y a todo lo llevas a su mejor final. Bendito Dios Santo, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible que hay entre nosotros. Bendito sea por siempre el Señor, que guía a su pueblo siempre triunfante, sentado en su trono. Oro Señor, en este día, por los que aun no te han encontrado, por esos a quienes sus ojos se han clavado en el suelo de las aflicciones y no pueden levantar la vista a ver el amanecer de oportunidades que tu le regalas, te pido Señor, por ellos, porque puedan alzar los ojos y ver todo el panorama, ver todos los colores que ofrece un nuevo amanecer y la grandeza de la luz de tu verdad.

Gracias, Señor por este y todos los días de mi vida, porque me das paz, salud, consuelo, sabiduría; cuando caigo, me reprendes con amor, para que yo cambie y aprenda a caminar con más cuidado. Tú hablas a mi corazón y reconozco tu voz, en ti deposito mi confianza, Señor, y me dejo guiar por ti, sabiendo que de tu brota la sabiduría de toda la vida. Y que haces justicia a los corazones cansados, de tanto ver la maldad del hombre ir en aumento. Como bien lo advierte tu salmo en sus versos 5 al 9 en la Nueva Traducción Viviente, palabra que tomo para mí, sabiendo que la Nueva Jerusalén descenderá de los cielos cuando vengas Jesús.

 

Allí están los tribunales de justicia,

los tribunales de la dinastía de David.

Pidamos por la paz de Jerusalén:

“Que vivan en paz los que te aman.

Que haya paz dentro de tus murallas,

seguridad en tus fortalezas.

 Y ahora, por mis hermanos y amigos te digo:

«¡Deseo que tengas paz!»

 Por la casa del Señor nuestro Dios

Procure su bienestar.

También pido paz, Señor, por los conflictos que hay en el mundo, que todas las personas puedan ver con la mirada de Cristo y poner siempre en primer lugar la vida, el respeto, la tolerancia, la comprensión y la humildad. Te pido también paz por los que sufren en silencio, atormentados por las situaciones de la vida, que todos los que están afligidos consigan el consuelo en las heridas de su corazón y que les sirva de enseñanza para convertirse a sí mismos en una versión mejorada de quienes antes eran. Te pido también encarecidamente, Señor, que escuches a quienes te hablan desde el corazón, a quienes no hayan las palabras y tan solo alzan la vista implorando en silencio, que lloran, que no saben cómo pedir tu ayuda, acógelos, Señor, bajo tu mando, dale descanso y paz a sus torturas y tiéndeles tu mano para que se puedan levantar.

Gracias te doy, Señor, porque sé que me escuchas, porque sé que, donde sea que yo vaya ahí estarás Tú. Mi vida te pertenece Señor y me fio completamente a ti, gracias por las cosas que en el hoy no comprendo, pero Tú, que ves mucho más allá de lo que yo puedo ver, has obrado en función de bendecir mi vida. Gracias Señor por tu compañía en todo momento y por sostenerme cuando he caído. Gracias Señor por todas las maravillas que has hecho en mi vida y por revelar tu verdad ante mí; gracias también por habitar mi corazón y amarme sin medida. En el Nombre de tu Hijo Jesús, amén.

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