Devocionales

No Permitas que Otros te Apaguen, Porque Dios Nunca Lo Hará

Por Mario Serrano

La caña cascada no quebrará, Y el pábilo que humea no apagará, Hasta que saque a victoria el juicio. (Mateo 12:20)
Muchas personas han sido víctimas del menosprecio por parte de quienes le rodean.

Vez tras vez han oído frases como “tú no puedes”, “nunca vas a lograrlo”, “no posees las características necesarias para ser un ganador,” “no tienes los suficientes recursos” o “tú tiempo ya pasó”etc.

Esto ha engendrado y promovido una generación que vive muy por debajo de sus potencialidades.
Según el versículo de hoy, el ministerio de Cristo tendría como objetivo levantar y fortalecer aquello que en un tiempo fue bueno pero ahora ha perdido su belleza y esplendor.

La caña mencionada en esta ocasión, es aquella que nace a la orilla del rio.

Es una caña verde, erguida, fuerte y lozana. A través de los efectos del clima, es decir los fuertes vientos, las lluvias intensas y el sol abrazador, pierde su vigor y comienza a doblarse e inclinarse, transformándose en una caña cascada.
En un tiempo fueron un tallo erguido y fuerte. Un día sostuvieron a otros con su fuerza y determinación, con su fe inquebrantable, pero los problemas, la traición, un matrimonio roto, el fracaso en algún área de la vida o la rigidez de la religión te debilitaron. Fuiste herido, doblado perdiendo tu frescura y vigor.

El pabilo que humea es molesto. Es una mecha que tuvo un pasado glorioso, pues era una antorcha encendida que brindaba luz, calor y seguridad a su alrededor. Quizás en algún momento fuiste luz y bendición. Hoy el humo incomoda y aleja a los demás de ti.

El mundo tiene un lugar para estas personas. En ese lugar son desechados, quebrados y golpeados hasta apagarlos completamente.

Pero en Cristo encuentras un espacio diferente. Si eres una caña cascada o un pabilo que humea. Si estas herido, menospreciado, sientes que no posees valor, Dios tiene un lugar para ti. Acércate a él. En sus brazos recibes consuelo y fortaleza. En su presencia los corazones heridos son sanados. Sus palabras y pensamientos acerca de ti son de bien y no de mal. El reanima tus sueños y te establece en tu destino profético. Eres amado y aceptado. Él dice cosas buenas de ti y no te desecha. Te da dignidad y valor. Pone un anillo de autoridad en tu mano y te viste con vestiduras reales.

No permitas que otros te quiebren o apaguen, porque Dios nunca ha pensado hacerlo.

Oremos así

Padre celestial gracias por tener un lugar para mí en tus brazos
Allí recibo consuelo, aprecio, valor y dignidad.
Las situaciones de la vida me han doblado y apagado.
Pero hoy tú me levantas brindándome nuevas fuerzas.
Reanimas mi espíritu, me edificas con tu amor y me estableces en mi destino profético.
No permitiré que las palabras de otros o el menosprecio afecten mi vida y decisiones.
Solo tu palabra y tus pensamientos hacia mi dirigirán y darán curso a mi destino.
Ayúdame a establecer a otros en su destino y afirmarlos con mis palabras de ánimo y esperanza.
Declaro solo cosas buenas y de bendición sobre quienes me rodean como lo haces tú conmigo.
Creo, pido y recibo todo esto en el nombre de Jesús, mi Señor y salvador, amen.

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