Devocionales

Proclamando favor y gracia con los salmos 95 y 97

¡Alabado seas Padre Eterno! ¡Alabado seas en los cielos y en la tierra! Tu poder es inmenso, sobrepasa nuestro entendimiento. Seas glorificado hoy y siempre, seas glorificado en los valles, en los montes, en las aguas y en toda la tierra.

Rey del universo, te doy gracias por tu protección, te doy gracias por tu soberanía, te doy gracias una y mil veces. Señor, eres la salvación y redención, seas exaltado porque manifiestas la plenitud de la existencia, porque eres la eternidad y como dice tu palabra:

“Porque el Señor es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses.” (Salmos 95:3 NVI)

Señor, tu creación te alaba y te honra, y en tu majestad imploramos tu intervención.

Cimentados en rectitud y justicia está tu trono, no toleras injusticia alguna. La verdad de tus designios es nuestra esperanza, y te pedimos Señor que obres a nuestro favor, que toda deslealtad sea alejada de nuestras vidas y toda maquinación de maldad sea anulada en nuestro camino, declaro hoy que se cumpla tu salmo 121 en su verso 3, en nosotros:

“No permitirás que nuestro pie resbale” es tu promesa, y la tomo para mi vida.

Jesús, Señor nuestro, nos has bendecido con tus enseñanzas y milagros, sea tu poder extendido por toda la tierra. Te pedimos Jesús, que nos redimas de cada circunstancia que nos ha traído dolor, frustración, pérdida e injusticia. Líbranos de las manos de nuestros enemigos, sean avergonzados todos los que deshonran tus mandamientos y que la mentira y el engaño sea destronada de nuestro corazón.

Has sido misericordioso y benevolente, que tu Santo Espíritu nos guíe a toda verdad y nos llene de su paz, gracias Señor, gracias por cada verso de tu salmo 97, como lo dice el 11:

“La luz se esparce sobre los justos, y la alegría sobre los rectos de corazón.”

Ante Ti, Señor no hay más dioses, eres el único, el Todosuficiente, el que va delante de mi, trazando caminos de bendición, y me ayudas a llegar a lugares que otros no pueden llegar. Amado Rey, vivo cada día más convencido de que llegaste a mi vida en el momento indicado, el preciso para valorar todo lo que me otorgas.

Hoy canto como el salmista con los versos 6 al 11 de tu salmo 95, para que otras almas te sientan y anhelen entrar en tu Presencia:

Vengan, postrémonos reverentes,

 doblemos la rodilla

 ante el Señor nuestro Hacedor.

Porque él es nuestro Dios

 y nosotros somos el pueblo de su prado;

 ¡somos un rebaño bajo su cuidado!

 Si ustedes oyen hoy su voz,

no endurezcan el corazón, como en Meribá,[a]

como aquel día en Masá,[b] en el desierto,

cuando sus antepasados me tentaron,

cuando me pusieron a prueba,

a pesar de haber visto mis obras.

Cuarenta años estuve enojado

con aquella generación,

y dije: «Son un pueblo mal encaminado

que no reconoce mis senderos».

Así que, en mi enojo, hice este juramento:

«Jamás entrarán en mi reposo».

 

Te doy gracias Padre amado, por haberme concedido dones, en los que tu Gracia y tu Favor me acompañan donde quiera que voy, gracias por enviar tus ángeles siempre a ir en pos de mí, y guardar celosamente mi camino, porque he visto cumplirse palabras como dice en los versos 3 al 6, del salmo 97 (NVI)

 

El fuego va delante de él

 y consume a los adversarios que lo rodean.

Sus relámpagos iluminan el mundo;

al verlos, la tierra se estremece.

Ante el Señor, dueño de toda la tierra,

 las montañas se derriten como cera.

Los cielos proclaman su justicia,

 y todos los pueblos contemplan su gloria.

 

Gracias Señor, porque, aunque la senda ha sido espinosa, hoy, puedo decir que ya veo tu Gloria en todo su esplendor, que el alabarte y adorarte aún en medio de las pruebas más duras, me ha traído grandes recompensas. Gracias por permitirme heredarte amado Jesús, el Nombre que tiene potestad sobre todo nombre.

Haga clic para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Arriba