Gloria Copeland
«Pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas, y la codicia por otras cosas, entran en ellos y ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto». (Marcos 4:19)
¿Sabías que las cosas que parecen inofensivas en la vida diaria pueden ahogar tu vida espiritual, si así se lo permites?
Una amiga me comentó que un día el Señor le dijo en oración que esta nación había llegado a ser una nación de personas de mantenimiento. “Ustedes tienen tantas cosas a las que tienen que mantener” —le dijo—. “Tienen que mantener su casa, su automóvil, su patio, sus máquinas, su pelo…”.
Eso es cierto. Puedes llegar a ser una persona que le da mantenimiento a tantas cosas de esta vida que no te quedará tiempo para darle mantenimiento a tu espíritu.
Cuando te encuentres en esa situación, es hora de simplificar tu vida. Yo misma he tenido que aprender a hacerlo. Cuando pienso en algo que creo que necesito, no sólo tomo en cuenta el precio en dólares y centavos, sino también el tiempo que me llevará darle mantenimiento y el efecto que tendrá en mi vida espiritual.
La Segunda carta de Timoteo 2:4 nos dice que no debemos enredarnos en los negocios de la vida. Hay una cosa que he aprendido en los últimos 42 años: nada es tan importante como estar en oración y en la Palabra con el Padre celestial. Nada en lo absoluto es más importante que eso en mi vida.
Lectura bíblica: Marcos 4:18-24
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