Muchas distracciones, temores y ruidos externos quieren amenazar tu fe, haciéndote creer que no hay salida, pero la voz de Dios se manifestará como un suave susurro que te dará paz que sobrepasa todo entendimiento.
“El Señor le dijo: —Sal y ponte de pie delante de mí, en la montaña. Mientras Elías estaba de pie allí, el Señor pasó, y un viento fuerte e impetuoso azotó la montaña. La ráfaga fue tan tremenda que las rocas se aflojaron, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Pasado el terremoto hubo un incendio, pero el Señor no estaba en el incendio. Y después del incendio hubo un suave susurro”. El profeta Elías pudo escuchar la voz de Dios luego del suave susurro, supo de inmediato que ese susurro apacible era la voz de Dios, ni en el viento impetuoso, ni en el terremoto, ni en el incendio estuvo la voz de Dios, solo en un suave susurro. Todos estamos rodeados de voces y ruidos que nos puede apagar o distraer de la suave voz del Espíritu Santo, que nos está hablando para decirnos que el Señor tiene victoria y bendición para nosotros. Muchas personas mal intencionadas o incrédulas, muchos pensamientos que nos asaltan, temores, malas noticias y demás ruidos que encontramos a diario, son los que nos distraen de la verdadera voz de Dios, que siempre nos dice: “No temas, estoy contigo, eres mi hijo amado y todo terminará bien”
Oremos así:
“Dios Padre, cierro mis oídos a todo ruido espiritual, a todo viento fuerte que quiera atemorizarme, a todo incendio que pretende eliminar mi fe, escucho tu voz como un suave susurro que me da paz y victoria. Lo creo y declaro en el nombre de Jesús. Amén”