Por Mario Serrano
Así ha dicho el SEÑOR: ‘No suban ni combatan contra sus hermanos… (1 Reyes 12.24)
Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, tengan paz con todos los hombres. (Romanos 12.8) RVA 2015
Una de las bendiciones más satisfactorias, es tener la gracia de vivir en paz y en armonía con los que nos rodean.
Algunas personas se llevan bien con las demás y les resulta fácil y natural vivir en armonía con sus semejantes. Conozco una abuelita que ha servido a Dios y a las personas durante toda su vida con mucho un amor y dedicación. A pesar de sus luchas y grandes pruebas, siempre ha puesto su confianza en Dios y en sus promesas. La he visto alabar a Dios en todo tiempo, y al hablar con ella puedes ver el amor de Dios reflejado en su mirada. Es lógico entonces oír decir y asegurar a las personas que la conocen que jamás tuvieron altercados o inconvenientes con ella. Dios se glorifica a través de personas así.
Debemos reconocer que no todos pueden manejar las relaciones interpersonales con esta altura espiritual. No siempre es fácil comunicarse, o reaccionar de la manera correcta. En ocasiones el enojo y la ira dominan el carácter de una persona por lo cual cualquier conversación termina en discusión o altercado. Otros siempre están en desacuerdo con el resto y tratan de imponer sus razones con fanatismo y pasión desmedida.
A quienes les resulta complicado llevarse bien con los demás les propongo como punto de partida para cambiar de actitud y sentimientos hacia aquellas personas que le resultan difíciles, tres cosas:
1- Mira a las personas de una manera nueva, más profunda, es decir más allá de las apariencias. Descubre sus necesidades. Míralos como hijos de Dios a quien nuestro padre también ama y por quienes murió Jesucristo.
2- Plantea dentro de tus posibilidades, la idea de suplir esa necesidad que todos poseemos de ser amados y apreciados y ofréceles una palabra positiva y de aliento.
3- Permítele al Espíritu Santo transformar tu carácter a la imagen de Cristo, que a través de ti las personas puedan ver el amor de Dios.
Oremos así: Señor tú sabes cuánto he sufrido por no saber relacionarme con mis semejantes. Transforma mi vida conforme a tu imagen. Que pueda manifestar tu amor siempre. Te ruego que me des el poder y la sabiduría para tratar con las personas difíciles. Que hoy pueda mirar a las personas como tú las ves. Bendigo sus vidas. Y bendigo toda relación que tenga en mi vida a partir de ahora. Lo pido en el nombre de Jesús .amen.