Por Darío Silva-Silva
La Palabra de Dios es la llave de una puerta infinita con tres formas de manifestación.
1 – La Palabra hablada en la creación. Todo lo que existe fue creado por Dios, por medio de su Palabra.
2 – La Palabra escrita. Existe también la Palabra escrita en la Biblia. Todo lo que los escritores bíblicos redactaron fue inspirado por el Divino Autor.
3 – La Palabra humanada. Esta es la Palabra encarnada en Jesucristo. Aquel Verbo, aquella Palabra en acción se hizo carne, fue un hombre como usted y como yo. Un misterio conmovedor.
El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, recibe de su Creador el uso de esta llave del reino. Transformar las ideas en palabras es potestad del ser humano sobre todas las criaturas.
La palabra tiene poder, da sanidad y prolonga la existencia, produce obediencia, es espíritu y vida, da limpieza, ofrece respuesta a la oración, santifica porque es verdad.
Todo nuestro éxito y fracaso dependen de cómo usemos la lengua. ¿Quién puede entender esa contradicción de que la lengua sirva para bendecir y para maldecir? Cualquier palabra que pronunciemos tiene efectos reales sobre nuestra vida.
El hombre es y logra lo que dice. La llave de la palabra puede abrir tanto las puertas de la civilización como de la destrucción. ¿Hacia qué lado abrirá usted la puerta?
La llave de la Alabanza
Ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre. Hebreos 13:15
El único sacrificio que Dios exige y acepta de nosotros es el sacrificio de alabanza. ¿En qué consiste? En que nuestros labios confiesen el nombre del Señor como fruto de un corazón agradecido. De modo primario, la alabanza es el acto de glorificar a Dios, ensalzarlo y bendecirlo, especialmente a través de la música, los himnos y los cánticos. Pero más profundamente, es una llave del reino de los cielos que abre la puerta a la felicidad humana.
El amor es la medida de la alabanza, así que debemos amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas.
La alabanza tiene múltiples beneficios: derrota a los demonios, produce victoria, nos pone de buen humor y mantiene la salud. Por eso es que debemos alabar siempre, como un estilo de conducta, tanto en nuestros hogares, en nuestras congregaciones como ante los incrédulos.
El universo en expansión alaba todo el tiempo junto con los ángeles. Los tres reinos de la naturaleza: animal, vegetal y mineral, alaban constantemente a Dios. Pero el creyente tiene la llave de la alabanza en su mano, y la puede usar voluntariamente. Cuando usted abre con esta llave el mundo sobrenatural, queda sintonizado con los ángeles, con la música de las esferas del universo, y sobre todo, con el Espíritu de Dios, cuyo poder baja sobre su vida.
La llave de la Obediencia
Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre. Deuteronomio 28:2
La rebelión es el pecado original, por eso todos nacemos con la inclinación a ser rebeldes. Jesucristo, a través del Espíritu Santo, nos lleva otra vez a la obediencia, al plan original de Dios. Esta es una llave de dos vueltas: escuchar a Dios y cumplir fielmente sus mandamientos.
La obediencia no es una recomendación o sugerencia, sino un mandamiento. Debemos obedecer a:
– Dios
– Nuestros cónyuges
– Nuestros padres
– Los patrones
– Los gobernantes
– La iglesia
La desobediencia ha causado muchos estragos desde Adán y Eva hasta nuestros días, corrompe la conciencia y trae consecuencias fatales para nuestra vida. Siempre que se incurre en un acto de desobediencia, por minúsculo que sea, se adora y sirve al príncipe de las tinieblas.
Pero también la obediencia trae aparejadas múltiples bendiciones: serán bendecidos la ciudad y el campo, los frutos y los animales, la canasta familiar, el trabajo de sus manos, su descendencia, el Señor le dará la victoria, prestigio, abundancia y preeminencia.
Todas estas bendiciones y muchas más recibirá si oye y cumple, usando la llave de dos vueltas que se llama obediencia.
La llave de la Oración
Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Mateo 7:7
La oración es el elemento básico en la relación del hombre con Dios. Es la llave maestra que abre todas las puertas.
Hay formas de pedir que no producen el efecto deseado porque son formas incorrectas de orar. Fracasaremos si nuestra oración es hipócrita, repetitiva, grandilocuente o egoísta.
La oración consta de varias partes:
– Filiación. Tener identidad como hijos de Dios cuando oramos.
– Adoración. Santificar el nombre del Señor.
– Sumisión. Pedir que se haga la voluntad de Dios.
– Petición. Plantear cualquier necesidad.
– Perdón. Implorar perdón y perdonar.
– Liberación. Solicitar protección de las fuerzas del mal.
La oración no es un monólogo, no consiste en que Dios oye y usted habla. La oración es una conversación, hay dos partes involucradas. Orar es hablar con Dios.
Nunca debemos olvidar esta verdad: No hay cristianismo sin oración.