Por Dr. Bill Bright
A diferencia de la gente, Dios nos ama sin importar nuestro desempeño.
El primer deseo que tenemos los seres humanos es el del amor incondicional y la aceptación. Esto es algo que todos buscamos. Pero no lo deseamos de cualquier persona; tendemos a quererlo de aquellas que más
nos importan. La mayoría de nosotros buscamos obtener la aprobación de esas
personas, ya sean nuestros padres, jefes, o de las gentes que queremos impresionar con el fin de pertenecer a su círculo social.
Sin embargo, ese tipo de amor y aceptación está totalmente condicionado; depende de lo que debamos o no debamos hacer. Aun más, las personas de quienes tratamos de obtener aprobación, ellos mismos tienen los valores sesgados. Así, podríamos pasar años, y hasta décadas, intentando obtener de alguien o de algún grupo la aprobación que puede ser contraria directamente a la voluntad de Dios.
Verdaderamente, solo Dios puede ofrecemos amor y aceptación. Solo al buscar su aprobación sabemos que vamos en la dirección correcta.
A diferencia de la gente, Dios nos ama sin importar nuestro desempeño.
Aun cuando cometemos errores, él está de nuestro lado, alentándonos con su apoyo. Si el Dios del universo nos ama y aplaude, ¿por qué nos debe importar lo que los demás piensen de nosotros? La Palabra de Dios nos dice: «Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de damos generosamente, junto con él, todas las cosas?
¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo?
¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? … Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó.
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartamos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor». (Romanos 8:31-15; 37-39).
Seguridad bendita
El segundo deseo profundo que cada persona tiene es la seguridad. Y para encontrar la seguridad que queremos, tratamos de conseguir aquello que creemos que suplirá nuestras futuras necesidades. ¿Pero cómo sabemos para qué prepararnos? Podemos pasar la vida sintiéndonos seguros acumulando riqueza, solamente para tenerlo todo destruido en una caída de la bolsa de valores, un fuego o una enfermedad.
Solo Dios conoce el futuro, y solo él puede ofrecemos seguridad genuina. ¿Recuerda esta historia del capítulo decimosegundo del Evangelio de Lucas?:
«El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: «¿Qué vaya hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha». Por fin dijo: «Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida”. Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios» (versículos 26-21).
Proverbios 3:25-26 dice: «No temerás ningún desastre repentino, ni a desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa».
Si tenemos nuestra seguridad en Jesús, no tenemos absolutamente nada que temer. Él con0ge el futuro y estará con nosotros en todas las circunstancias. En Isaías 41:10, Dios promete: «Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa». Para construir su vida en la persona de Cristo hay que ser, (en sus propias palabras): «como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca» Mateo 7:24-2. Otros construyeron sus casas en la arena de la riqueza, la fama o el poder. En cualquier momento, todo lo que han construido puede ser arrasado como un castillo de arena ante un
mar tormentoso.
En las palabras de un antiguo himno, podemos decir: «¡Bendita seguridad, Jesús es mío!». El es la seguridad fundamental. Cuando lo encuentres, la paz fluirá a través de ti. Te sentirás, de nuevo, como un pequeño niño que sube al regazo de su Padre todopoderoso y todo protector. Podrás dormir profundamente y sentir una maravillosa frescura en las profundidades de tu alma. La seguridad real, la seguridad verdadera, solo viene de Jesucristo.
Significación suprema
El tercer deseo profundo que cada persona tiene es la significación: de hacer algo con nuestras vidas que sea de valor duradero y que impacte, algo que realmente importe, que haga que valga la pena vivir la vida.
La mayoría de nosotros intenta hacer cosas que parezcan ser importantes ante la vista de los demás; pero, ¿cómo sabemos si lo que estamos haciendo tiene una verdadera trascendencia? ¿Cómo sabemos si todos nuestros esfuerzos terminarán siendo descaminados? ¿Nos pasaremos toda la vida escalando lo que creíamos que era la escalera del éxito, solo para luego descubrir que estaba apoyada en la pared incorrecta? 1 Corintios 3:11-15 aclara que Dios es el juez de lo que tiene significación eterna y de lo que es meramente temporal. El apóstol Pablo explica: «Porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá perdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego»,
Solo el trabajo hecho para Dios perdurará. Y, únicamente, al tener una relación significativa con Jesús, podemos saber lo que Dios desea que hagamos con nuestras vidas: qué trabajo ha escogido para nosotros. Nos involucramos en muchos asuntos, pero cuando Jesús nos dice: «Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» Mateo 6:33, usted sentirá que su vida tiene el propósito que su Señor espera de ella. Únicamente aquellas cosas que usted dedica a la eternidad perdurarán; y usted las descubrirá al conocer a Jesús. Amigo, ¿es usted una persona lastimada cuyas necesidades no son satisfechas por las soluciones falsas que le ofrece el mundo? ¿Se ha sentido poco agradable, inseguro e insignificante? Le invito a que evoque los pasos que lo han traído a este lugar en su vida. Considere, cuidadosamente, estos tres temas y aplique las verdades sobre ellos en su vida. ¿Dónde ha buscado el amor? o ¿Qué ha buscado en su lugar? ¿Cómo ha intentado encontrar seguridad? y ¿Cuánta paz y descanso ha obtenido? ¿Qué está haciendo para darle significado a su vida, y que diferencia ha conseguido en ella? Le recomiendo que haga lo siguiente: divida una pieza de papel en tres columnas y empiece a contestar, verazmente, estas preguntas.
Pídale a Dios que lo dirija hacia la verdad. Jesús prometió que su Espíritu: «nos guiaría a la verdad» (Juan 14:17).
Entonces, después de haber trabajado en una evaluación franca de su vida, sus necesidades, y la manera en que usted las, ha suplido, le pido que pase tiempo con Jesús, orando por cada regalo que solo él puede darle. No es necesario que le suplique; le aseguro que él anhela darle aun más de lo que usted ansioso desea aceptar. Mi Señor Jesucristo desea llenar cada necesidad. Cuando usted le permita hacerla, encontrará perfecto e incondicional amor, seguridad absoluta, importancia eterna: todo ello fluyendo abundantemente hacia todos aquellos que usted conoce.