Estar plenos y satisfechos es alimentarse del pan y del agua espiritual que nos sacia completamente. Jesús es nuestra comida y bebida para el espíritu, que nos quita toda sensación de hambre y sed que hay fuera de Él.
En Audio:
Juan 6:33-35 dice: “El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. —Señor —le pidieron—, danos siempre ese pan. —Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed”. El mundo tiene sed y hambre espiritual de Dios, esa fue la razón por la que un día nosotros nos acercamos a Él. Nuestras necesidades más profundas y trascendentes tienen que ver con nuestro espíritu, cuando nos acercamos a Dios en el nombre de Jesús, podemos tener un contacto con el Espíritu que nos da la vida espiritual que nos sacia. La mayor satisfacción que podemos tener en la vida es ser llenos de la presencia de Dios, poder contar con él cada día y saber que nos ayuda con todas nuestras necesidades. Andar con Jesús nos hace beber de sus ríos de agua viva y comer de su pan, que sacia nuestra necesidad espiritual. Recibir, hablar, pensar, creer y enseñar la palabra de Dios con un corazón transparente, es la fuente de vitalidad que viene de nuestro padre por su Espíritu Santo, y que es posible por el sacrificio de Jesús en la cruz, por el cual recibimos la plenitud de estar unidos a Dios en su reino eterno.
Hagamos juntos esta oración: “Padre Dios mío te doy gracias por haber enviado a tu hijo Jesús para que hoy podamos conocerte y recibir tus bondades en nuestro ser interior. Lléname con tu presencia y sacia mi sed y hambre espiritual para disfrutarte y conocerte cada día más, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén”