En 1 Samuel 30, se nos narra el momento en que David, regresando de una batalla, encuentra que su ciudad, Siclag, había sido saqueada por los amalecitas. Ante este escenario, David consulta a Dios, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? A lo que Dios responde: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás y de cierto librarás a los cautivos.