Por Kenneth Copeland
Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
– Juan 20:27
Ocho días antes de que Jesús declarara lo escrito en el versículo anterior, Tomás se había negado a creerle a los discípulos que habían visto al Señor. Cuando ellos se lo contaron, él expresó: “No creeré, a menos que lo vea y sienta” (Juan 20:25, paráfrasis del autor). Jesús explicó que no existía fe en ese tipo de creencia. La fe proviene del corazón —del espíritu—, no de la mente.
Para activar la fe que Dios le ha otorgado a cada creyente, se debe confiar en algo que no puede ver ni sentir: la Palabra. Hoy en día, muchos cristianos no se han percatado de eso. Ellos piensan que si Jesús se les apareciera en persona, su fe incrementaría de forma acelerada. No obstante, eso no es cierto. Si usted es propenso a depender más de una fe que proviene de sus sentidos, y no de la Palabra; entonces ver alguna manifestación asombrosa en el reino natural, podría en realidad provocar que su fe retroceda. Por esa razón, Jesús se les apareció en el camino a Emaús. Dos de Sus discípulos se dirigían hacia ese lugar, recordando con tristeza al Maestro. De pronto, el Señor se les presentó diciéndoles: ¡¿Qué les pasa muchachos?! (Ésta es una paráfrasis tejana). Ellos pensaron que Él era un forastero. Entonces Jesús comenzó a predicarles (Lucas 24:27-32). Aquellos discípulos aceptaron todo lo que Él les expresó, y de repente lo reconocieron. Sin embargo, justo después, Él desapareció. ¿Por qué? Porque Él anhelaba que fueran bendecidos y fortalecidos. Él deseaba que el espíritu de ellos se mantuviera activo sólo por creer en la Palabra; en lugar de apagarlo y que sencillamente creyeran que Él había resucitado porque ya lo habían visto. Jesús no deseaba que la fe de esos discípulos menguara.
Hace algunos años, cuando yo aún no había entendido este principio, acostumbraba a pedirle a Dios lo siguiente: Señor, te mostraste ante Kenneth Hagin, Oral Roberts, T.L Osborn… y ¡yo también deseo vivir esa experiencia! Oré de esa manera por mucho tiempo hasta que Él me habló por medio del Espíritu: Kenneth, si continúas pidiéndome que me aparezca ante ti, voy a tener que hacerlo. No obstante, te advierto que tu fe retrocederá cinco años. En ese nivel de mi desarrollo espiritual, yo dependía sólo de la fe que provenía de los sentidos, en lugar de que ésta viniera a mí por escuchar la Palabra de Dios. A Jesús le gustaría presentarse ante cada uno de nosotros, Él quisiera entrar a nuestra habitación y sentarse para convivir con nosotros. Sin embargo, Él debe contenerse porque nos está entrenando para que gobernemos nuestra vida por medio de la fe de Dios. Él nos está enseñando a vivir por fe, no por vista (2 Corintios 5:7).
La fe es por el oír
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.
– Romanos 10:17
Uno de los más grandes evangelistas con el don de sanidad que he conocido, me dijo una vez: «No lo entiendo, he impuesto mis manos sobre más de dos millones de personas. He visto milagros de todo tipo; no obstante, soy el último en este planeta que recibe sanidad».
Analícelo, este evangelista había visto a Jesús cara a cara en más de una ocasión, y sus manos se habían encendido con el toque sanador de Dios. Sin embargo, él no podía vivir sólo de experiencias. Él tenía que aprender, tal como usted y yo, a dar un paso a la vez: confesar, creer y mantenerse firme en la Palabra de Dios.
Usted podría pensar: “Bien, eso tal vez sea cierto. Pero, aún así, pienso que yo tendría más fe si Jesús se me apareciera como le sucedió a ese evangelista”.
No, realmente no es así; pues Jesús afirmó: «…bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (Juan 20:29). La palabra bienaventurado significa: “Ser investido de poder”. Entonces, de acuerdo con las palabras de Jesús, usted tendrá más poder si cree antes de ver una manifestación física.
¿Por qué? Porque para creer en algo que no ha visto con sus ojos físicos, tendrá que verlo primero en su propio ser interior. Usted deberá activar su espíritu. Al hacerlo, logrará que éste, el cual es semejante a Dios, se levante y se fortalezca.
Entonces ¿debería evitar las manifestaciones y demostraciones espectaculares del poder de Dios que están ocurriendo en estos días finales?
¡Definitivamente, no! Disfrútelas a plenitud. Asista a todas las reuniones cristianas que pueda, sea parte del mover de Dios; pero no disminuya su fe en el proceso.
Sobre todo permanezca firme en la Palabra. Ésta siempre obrará, ya sea que los dones estén fluyendo o no. La Palabra funcionará en la luz del día y en la oscuridad; también para todo hombre, mujer o niño que la ponga en práctica. Las Escrituras son eternas, han sido establecidas en el cielo y en la Tierra para siempre.
Recuerde lo siguiente: La fe —esa clase de fe que usted utiliza a diario para vivir— no proviene por actuar en los dones del Espíritu, ni tampoco por ver a Jesús o por tener visitaciones y experiencias especiales de Dios. Ésta viene por el oír y el oír la Palabra de Dios. Juan 20:24-29