Por Mario Serrano
Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas; Porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocaré en todos mis días. (Salmo 116:1-2)
Es sorprendente el sentido agudo de protección que desarrolla una madre para con sus hijos. Según estudios científicos la maternidad cambia y prepara el cerebro de la mujer, agudizando sus sentidos, lo que le permite estar más atenta a las necesidades de los mismos.
Por ejemplo, el sentido del olfato se hace más fino durante el embarazo y el parto, y en este momento se activan las estructuras cerebrales dedicadas al mismo. Esto parece ser debido a la hormona prolactina. Ocurre igual con la audición: las madres suelen reconocer el llanto de su bebé entre diferentes llantos. Aún por la noche puede dormir sin inquietarse ante los ruidos a su alrededor, pero ante el menor quejido o movimiento del bebé sus sentidos la despiertan a pesar del cansancio.
Dios ha dotado al ser humano con todas las capacidades necesarias para enfrentar los desafíos del diario vivir. Increíblemente fuimos hechos a su imagen y semejanza, y él también ha desarrollado un oído agudo ante el clamor de sus hijos.
El mundo está lleno de ruidos, se escuchan por todos lados voces de queja y murmuración. Pero el Señor distingue la voz de sus escogidos que se acercan a él implorando su favor, en ocasiones con ruegos inaudibles, porque brotan de un corazón lleno de congoja, pero por medio de la fe, estos captan la atención del padre celestial. No dudes ni un instante, el señor puede percibir el sonido de tu voz entre tantos rumores y voces que claman en el mundo. Por tanto acércate a Dios con fe y certeza, cada día invoca su nombre, él ha inclinado su oído y ha escuchado la voz de tus súplicas.
Oremos así:
Padre celestial, quita de mi cualquier pensamiento de duda e incredulidad, me acerco a ti con fe, haciendo mías tus palabras del salmo 116 y confieso, ¡Te amo señor, porque has oído mi clamor y mis suplicas!, en el nombre de Jesús Amen
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